Me encontré con un viejo amigo, de esos que se preocupan del mundo como si fuera propio. Será cuestión de apellido, o de ser educado por curas de la Iglesia de antes, no sé. Te cuento qué me preocupa, ofrece, y yo lo invito a hacerlo pensando que me hablará de su familia, sus nietas, su salud… pero se larga un rollo que parte con un recuerdo, cuya minuta comparto.
En Chillán (mi trumao natal, su lugar de vacaciones), la sabiduría superior se resumía en el precepto ´no seas huevón, hazte el huevón´. Una máxima ontológica combinada con una existencial que recuerdo bien. Bueno, estaban los patrones y estaba Santiago. Es el mandamiento supremo del quiltro universal, rodeado de perros grandes. Navegar con bandera de pendejo sin ser pendejo, dicen los mexicanos, tan próximos ya se sabe a quién.
Hoy día, tres canes mayores deambulan por el mundo dándose tarascones y meando la geografía. ´El problema de los tres cuerpos´, es sabido, no tiene solución estable sino enjambres de posiciones caóticas. Para muestra un botón de tu querida izquierda, dice mi amigo (demostrando que la memoria larga persiste más que la corta). Para una mitad de la izquierda, China es un sistema fascista, cuando menos un capitalismo de estado autoritario, para la otra mitad, es un régimen comunista marxista, leninista, maoísta; la gran esperanza. Con Rusia, lo mismo: la izquierda dividida por la mitad. Con Venezuela, para qué decir. Y no pocos izquierdistas admiran antes de nada la democracia de la OTAN. Caótico.
Recuerdo que, de joven, había solo dos perros grandes. Newton demostró que dos cuerpos producen estabilidad: malo-bueno y ya está. Lo complicado para los quiltros era equivocarse, y muchos se hacían los huevones. La generación que maneja los hilos hoy día viene de cuando había un solo perrote: todo estable y claro. Era tentador para el quiltrerío creerse el cuento del orden jurídico mundial, de todos con los mismos derechos. Es que a pesar de que los perros grandes generalmente ponen la pata encima, qué tanto, a veces se hacen los huevones santificando sus intereses. Nunca falta el quiltro que cae solito.
Especialmente el quiltro niño, el del ´movimiento de protesta´. Como no tiene de qué tomar responsabilidad, ni siquiera proponer nada, los perros grandes lo dejan ladrar tranquilo. No jode mucho, aunque no faltan quiénes se asustan de cualquier ladrido. Es un perro chico niño que solamente protesta desde afuera, por definición se cree superior, no comparte manchas, levanta banderas civilizatorias, ladra fuerte y llamativo sobre principios y valores universales. No se hace el huevón, no lo necesita, no lo es. Incluso hacerse el huevón le parece muy mal, quizás lo que más tiene enfermo al mundo. Lo malo es que cuando agarra la manija, aunque sea una manijita de quiltro, los canes gordos le exigen que se haga responsable. Es cuando no hacerse el huevón puede convertirlo a uno en huevón.
Y quizás es más posible que nunca. Jamás alinearse con Ucrania, la OTAN o Rusia. Nunca con China o Estados Unidos a propósito de Taiwán ni de nada. Evitar a toda costa apoyar a Israel o Hamás, o a los Hutíes o a Hezbollah. Son peleas de perros grandes y sus mandados, incomprensibles para quiltros protestones acostumbrados a la claridad. Y es mejor aguantarse las ganas de ladrar en favor de mandamientos muy definidos, seguro que alguno de los tres canes mayores agarra ofensa e impone consecuencias.
Hacerse el huevón es un arte refinado, asegura mi amigo. Se puede aprender, salvo que uno sea huevón. Y se puede vivir bastante bien de quiltro haciéndose el huevón, piensa en tener clientes. Protesto: la vida no puede consistir solamente en no hacerse el huevón. Yéndose, mi amigo alcanza apenas a responder ´y no hay que ser huevón´.