Decadencia cultural, banalización y polarización en la era del tecno-feudalismo

por Luis Breull

En la era del tecno-feudalismo, término acuñado por el economista griego Yanis Varoufakis para describir la concentración de poder en manos de gigantes tecnológicos y el dominio del almacenaje en las nubes virtuales, la cultura ha experimentado una transformación radical. La lógica algorítmica de las plataformas digitales ha desplazado la alta cultura —asociada a las bellas artes, la literatura compleja y la producción intelectual profunda—, reemplazándola por una cultura de masas banal, hipervisible y efímera, con innegables consecuencias políticas, ideológicas y sociales que obligan a repensar estrategias para recuperar la trascendencia cultural y el pensamiento crítico en un mundo dominado por el consumo industrial mediático a escala global.

La cultura en la era del tecno-feudalismo

La alta cultura, históricamente vinculada a la élite intelectual y artística, ha sido desplazada por una cultura digital masificada que prioriza la inmediatez, el entretenimiento y la visibilidad superficial. Según Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio, la sobresaturación de información y la necesidad constante de estímulos han llevado a una cristalizar una nueva cultura de la distracción, donde lo profundo y reflexivo pierde terreno frente a lo banal y efímero. Este fenómeno se intensifica en el contexto del tecno-feudalismo, donde plataformas como Google, Facebook y Amazon controlan no solo los medios de producción, sino también los flujos de atención y significado, de acuerdo a los postulados de Varoufakis: una veinte a de ultra millonarios a escala global diseñaron un nuevo modelo de enriquecimiento a conta de rentar con el trabajo gratuito y la creación permanente de contenidos de miles de millones de usuarios de redes sociales y plataformas digitales, nuevos esclavos en una sociedad de rápida obsolescencia laboral.

La banalización de la cultura en la era digital

La cultura contemporánea se caracteriza por una compulsión a producir y consumir contenidos que, en lugar de buscar la trascendencia, persiguen la viralidad y el entretenimiento inmediato. Como sostenía el filósofo francés Zygmunt Bauman en La Cultura en el Mundo de la Modernidad Líquida, la liquidez de las relaciones sociales y culturales ha llevado a una pérdida de profundidad y compromiso. Las redes sociales funcionan como cámaras de eco que refuerzan la superficialidad, donde lo relevante, lo que importa, no es la calidad del contenido sino su capacidad para generar engagement y ser viralizados y recirculados en forma intensa.

En esta dinámica, exacerbada por algoritmos que privilegian contenidos emocionalmente impactantes, pero intelectualmente vacíos, los algoritmos de plataformas como TikTok Instagram están diseñados para maximizar el tiempo de pantalla, lo que lleva a una homogenización de la cultura en torno a formatos breves, repetitivos y fácilmente digeribles. Esta lógica del algoritmo no facilita ni promueve la diversidad cultural, sino al contrario, busca mantener al usuario subsumido en un nuevo estado de consumo circular, sin fin.

Cultura algorítmica y sus consecuencias políticas e ideológicas

La imposición de modas culturales mediante algoritmos tiene efectos profundos en la política y la ideología, aparte de la forma como los medios de comunicación ordenan la entrega de sus temas de agenda. Los algoritmos tienden a promover contenidos polarizantes y emocionalmente cargados, lo que contribuye a la fragmentación social y al debilitamiento de la democracia, con consecuencias también en la creciente infidelidad de los electores hacia la continuidad de los gobiernos de turno. Un estudio publicado por Nature Communications encontró que los algoritmos de Facebook y (Twitter) tienden a promover contenidos que refuerzan las creencias existentes de los usuarios, creando burbujas de filtro y cámaras de eco.

Además, los algoritmos fomentan una cultura de la imitación, donde los usuarios reproducen comportamientos y estilos virales para ganar visibilidad. En lugar de fomentar la creatividad, los algoritmos asientan la replicación de fórmulas exitosas, cristalizando una cultura cada vez más predecible, sin innovación ni espacio a la creatividad compleja. Esto tiene implicaciones ideológicas profundas, ya que los individuos pierden la capacidad de definir sus propios gustos y preferencias.

El rol del Estado y la sociedad en la recuperación de la alta cultura

Frente a esta realidad, es urgente que los Estados y la sociedad civil tomen medidas para contrarrestar la banalización y la pérdida de trascendencia cultural. Algunas estrategias clave incluyen marcos regulatorios, incentivos a la reflexión crítica, un ecosistema medial pluralista y desconcentrado, así como esfuerzos por mejorar desde las políticas públicas la educación en la infancia y adolescencia.

  • Regulación de plataformas digitales y transparencia algorítmica: Proactividad de los gobiernos para exigir transparencia en el funcionamiento de los algoritmos y limitar la explotación de datos personales. La Unión Europea, por ejemplo, ha avanzado en este sentido con la Ley de Servicios Digitales (2022), que obliga a las plataformas a ser más transparentes sobre sus prácticas. 
  • Educación mediática y digital: Integrar la alfabetización digital en los sistemas educativos, enseñando a los estudiantes a identificar sesgos algorítmicos, desinformación y manipulación en línea. Finlandia ha implementado programas exitosos de educación mediática desde la instrucción primaria, respaldada por la UNESCO. 
  • Apoyo a medios independientes y cultura crítica: Financiar medios públicos desde los Estados -no desde los Gobiernos de turno-, y proyectos culturales que promuevan la diversidad y la reflexión crítica. La cultura es un bien público que necesita ser cuidado, protegido y promovido por el Estado para que emerja desde cualquier espacio de la sociedad civil, en tanto contribuye a la formación de ciudadanos críticos y reflexivos.
  • Promoción de espacios de debate y deliberación pública: El incentivo de crear espacios físicos y digitales para el debate informado y la deliberación democrática, como las asambleas ciudadanas en Irlanda, que han demostrado ser efectivas para reducir la polarización.

Por el rescate de la trascendencia cultural

La decadencia de la alta cultura en la era digital no es solo un síntoma de la banalización y la pérdida de trascendencia en el marco de las creaciones contemporáneas, sino también una consecuencia de las estructuras de poder del tecno-feudalismo. Para recuperar la profundidad y el significado en la cultura, es necesario cuestionar las lógicas del capitalismo de plataformas/algoritmos y promover formas de producción cultural que prioricen la reflexión crítica y la belleza sobre el entretenimiento efímero.

En un mundo cada vez más complejo y desafiante, recuperar la capacidad de pensar críticamente no solo es posible, sino esencial para construir un futuro más justo y sostenible. El pensamiento crítico, las miradas sociales profundas y aspirar a la trascendencia sincera no es un lujo sino una necesidad para garantizar el bienestar social y el futuro democrático que regrese el poder de autodeterminación a las democracias en la efectiva resolución de sus problemas.

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