El gobierno no logra salir de la agenda de la “crisis de seguridad”, ni argumenta demasiado que la tasa de homicidios disminuyó en 2023 y que el caso del militar venezolano asesinado fue resuelto de manera rápida y profesional. Tampoco se explican con énfasis suficiente los avances y dificultades de los controles de fronteras y las expulsiones administrativas de inmigrantes irregulares, especialmente cuando no se cuenta con la colaboración de los países de origen, por ejemplo para identificar a los menores de edad. Y que el gobierno trabaja intensamente en estas materias, en un contexto de ausencia de colaboración efectiva y formalizada entre las policías y órganos de justicia y seguridad del continente.
La que sí existe es una crisis manifiesta de los mandos policiales, lo que sorprendentemente no se ha enfrentado con los correspondientes reemplazos rápidos, como si la remoción necesaria de las jerarquías cuestionadas fuera decisión de ellos y no de la autoridad. Frente a la nueva realidad delincuencial marcada por el crimen organizado e internacionalizado, no emergen propuestas de reforma de las policías, aunque su urgencia es cada día más evidente. Esto permite a la oposición mantener al gobierno a la defensiva y sin salida en los temas de seguridad, de modo de desgastarlo cotidianamente. Y, además, le permite seguir bloqueando en el parlamento la agenda económico-social, casi sin costos.
¿Serán los próximos dos años unos de una falta de narrativa oficialista propia, pues muchos de sus componentes prefieren tomar el enfoque conservador en materia de seguridad y ofrecer concesiones en materia de impuestos, pensiones, seguros de salud y así sucesivamente, en medio de un clima electoral polarizado? Esto plantea interrogantes sobre la próxima etapa política para el oficialismo que, entretanto, no ha logrado mejorar su cohesión interna.
Ha sido el presidente de la DC, Alberto Undurraga, quien ha planteado una propuesta para acordar dos candidaturas presidenciales en 2025, una del Frente Amplio y del PC y otra del “Socialismo Democrático” y de la DC, junto a una lista parlamentaria común “para darle soporte a quien gane en primera vuelta». Este enfoque permite ir delineando un esquema de unidad y diversidad. Pero hay varios problemas. Primero, que el esquema también debe aplicarse hoy para fortalecer el trabajo del gobierno frente al viraje a la derecha de los desprendimientos de la DC y para construir una lista común para las elecciones territoriales de este año. Segundo, Undurraga no es muy claro en comprometerse a votar en segunda vuelta por una lista FA-PC si ésta pasara a esa instancia. Si gano me apoyas, si no gano no te apoyo. ¿Qué acuerdo puede resultar de semejante propuesta? Tercero, se sitúa en una perspectiva que llama de «renovar la centroizquierda». Pone al PS como parte de una corriente de ese tipo, aunque es un partido que no ha dejado de ser de izquierda (lo ha corroborado su reciente congreso de 2023) y por eso concurrió a la elección de consejeros de mayo pasado en una lista con el Frente Amplio, el PC, los regionalistas. los liberales y acción humanista, y no en la lista con la DC, los radicales y el PPD, esta última de muy magros resultados, por lo demás. No eligió a nadie.
Sin horizontes en debate, la democracia pierde su sustancia y vitalidad. Esta no puede ser solo un conjunto de procedimientos de regulación del acceso al poder y de su ejercicio por las fuerzas organizadas que representan ideas e intereses. Lo que tiene sentido hoy para enfrentar a la derecha aliada a la extrema derecha es consolidar una «izquierda plural reagrupada y abierta al centro». Si el PS recupera su rol articulador, podrá ayudar a un mejor desenvolvimiento de la actual administración, después de haber parecido sumarse, o al menos algunos de sus parlamentarios, a un intento de coalición chica de sello anti-frente amplio, con socios poco habilitados para construir mayorías ni orientar transformaciones. Se alude la idea de reeditar un supuesto “eje histórico” DC-PS que existe sólo en la imaginación de algunos. Entre otras cosas, el PS fue decisivo en formar la Concertación en 1989, pero hasta 2006 compitió siempre con la DC dentro de los pactos de coalición, en alianza con el PPD y en ocasiones con el PR y el PH, en sub-listas distintas a nivel municipal y parlamentario. Lo propio hizo a nivel presidencial, con la excepción de 1989. Por ello Ricardo Lagos y Michelle Bachelet fueron presidentes.
En todo caso, en la realidad política actual, no se avizora por qué habría que volver a mirar hacia atrás, a los años 1990. En el actual gobierno se cristaliza, poco a poco, un nuevo tipo de coalición, una de izquierda plural, que debiera ser de largo aliento, y abrirse a la DC, para representar en la sociedad chilena un bloque por los cambios que exprese al mundo del trabajo y de la cultura y a las clases medias.
En esa perspectiva, el socialismo chileno tiene un rol insustituible para aportar su experiencia gubernamental y de conformación de coaliciones amplias, además de un horizonte de construcción de una sociedad de mayor democracia, igualdad social y libertades individuales. Esto requiere minimizar en sus filas la tentación de la estadolatría y del clientelismo y volver a articular su raigambre nacional-popular en la defensa de los intereses de la mayoría social con el horizonte emancipador de su proyecto de sociedad. Se trata de la emancipación de la tradicional dominación oligárquica para terminar con los privilegios y asimetrías de poder de clase y posición social, mediante la expansión de la igualdad de derechos y oportunidades, empezando por los de las mujeres, el respeto de los pueblos originarios y de las diversidades, el fin de la primacía del dinero en las elecciones y en los medios y la construcción de instituciones fuertes, probas y territorialmente participativas basadas en el autogobierno y la cautela de la seguridad colectiva. Y también se trata, simultáneamente, de la emancipación de los trabajadores de la subordinación mediante el trabajo decente, la negociación colectiva de sus derechos y la puesta del esfuerzo productivo, de las nuevas tecnologías y de la innovación al servicio de la equidad social y de la democracia económica. Se agrega el imperativo de orientar con urgencia la vida en común según las exigencias de la sostenibilidad y la resiliencia de los ecosistemas, pues en este siglo está en juego la propia supervivencia de la especie humana. Una plataforma de este tipo puede volver a insuflar un espíritu de innovación y de futuro a un gobierno hasta hoy sumido por el bloqueo de la derecha en los avatares del corto plazo.
(*) Foto: Presidencia /Marcelo Segura