El humor satírico de Brueghel. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

“El triunfo de la Muerte” es una de las obras más conocidas de Pieter Brueghel el Viejo, un artista flamenco fundador de dinastías de pintores y unos de los mejores exponentes de su arte en el S XVI. En la pintura antes mencionada se aprecia la iconografía de la muerte, lo macabro, la devastación completa, el juicio final. Brueghel traspasó el dibujo del cartón a la madera y se especializó en crear una obra oscura con un cielo que delata el humo de ciudades que arden, esqueletos comandados por la Muerte que deambulan por la ciudad y arrasan con todo. Es una época de pestes, de aniquilación, no existe ninguna defensa posible. A pesar de todo, el artista utiliza la sátira en las escenas de sus pasajes como se puede observar, por ejemplo, al costado inferior derecho del cuadro, donde bajo una mesa bien servida, de mantel blanco, trata de esconderse un arlequín del acecho de la Muerte. Una mujer reacciona espantada cuando un esqueleto le ofrece una calavera como plato de fondo, mientras más atrás otra doncella es acosada por una osamenta viviente. Los detalles pictóricos de las escenas creadas por Brueghel son perfectos, incluso la comida esparcida sobre la mesa tiene una gracia particular. El juego es entre la Vida y la Muerte, aunque esta última claramente lleva la delantera y se encarga de animar el festín en el que todos participan. Ni siquiera los más avezados espadachines son capaces de esquivar una derrota.

La tonalidad del cuadro es opaca, dándole un toque infernal, muy propio de la escena apocalíptica del momento. Según afirman los expertos este óleo sobre tabla de 117 cm de alto x 162 cm de ancho, pintado hacia el año 1562, fue hecho para mostrar los designios de una cruel pandemia. La obra original actualmente pertenece al Museo del Prado en Madrid, España y antes formó parte de la colección de la reina Isabel de Farnesio, quien la exhibió en su Palacio de la Granja de San Idelfonso.

este óleo sobre tabla de 117 cm de alto x 162 cm de ancho, pintado hacia el año 1562, fue hecho para mostrar los designios de una cruel pandemia.

Relojes mecánicos, juegos de azar, instrumentos musicales, horcas, ruedas y cadáveres forman parte de lo que el pintor holandés quiere mostrar como la realidad que lo somete. En la obra se interpretan también los horrores de la guerra, la crisis de los feudos en la edad media y la peste negra. La Muerte merodea por todos los rincones, derrota a la realeza y busca riquezas, en especial oro. Arrasa con lo que ve a su paso. A pesar de la desolación, el Viejo Brueghel logra burlarse del esperpéntico panorama. Al cuadro se le ha comparado con el estilo de El Bosco y su tríptico sobre el Juicio Final. Sin embargo, en este caso no existe redención y tampoco la representación cristiana del Cielo como el camino seguro hacia la gloria. Solo se observa en plenitud la lucha cuerpo a cuerpo entre ejércitos de esqueletos, emisarios de la Muerte y humanos que se observan mediocres y pusilánimes, quienes a duras penas tratan de salvar sus pellejos para sobrevivir a la desafortunada masacre.

Brueghel el Viejo, famoso por obras como “Caída de los ángeles rebeldes” (1562), “La Torre de Babel” (1563) y “Cazadores en la nieve” (1565), fue conocido por su espíritu tranquilo y su humor a la hora de asustar a sus aprendices y a la gente con sus historias de fantasmas. Quizás qué habría pensado de la actual pandemia y de la porfía de muchos por acatar las normas. Posiblemente se habría lamentado de la situación y habría pintado un cuadro sobre la Muerte recorriendo algún lugar atestado de gente en una playa o persiguiendo desaforadamente a jóvenes hombres y mujeres apiñados por doquier en una inmensa pista de baile. Las pandemias y las guerras no perdonan a nadie y eso lo sabía bien el pintor flamenco que, según sus amigos, dibujaba con una convicción extraordinaria y dominaba particularmente bien el dibujo a la pluma.

Las pandemias y las guerras no perdonan a nadie y eso lo sabía bien el pintor flamenco

El artista falleció en Bruselas en septiembre de 1569 y fue enterrado en la iglesia de Nuestra Señora de la Capilla de la misma ciudad. Su legado, más allá de lo pictórico, se encuentra en la entrega de una mirada distinta, con toques de humor, con la que retrató la realidad que lo rodeaba. “El triunfo de la Muerte” se manifiesta, en este sentido, como una de sus mejores expresiones artísticas sobre la liviandad de la vida y lo cercano que puede estar el ser humano a perderla. Hombres, mujeres y niños pueden caer fácilmente bajo el hechizo de un mundo condenado al dolor, a la extinción. Es entonces cuando el arte junto a la sátira aparecen y crean un lenguaje poderoso que marca la diferencia.

Es entonces cuando el arte junto a la sátira aparecen y crean un lenguaje poderoso que marca la diferencia.

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