En esta, la primera novela del escritor español, ya se atisbaba el talento que lo ha llevado a redactar otras de sus famosas obras como “Los soldados de Salamina” (2001).
Publicada a fines de los 80, “El inquilino” (1989) tiene la frescura de las primeras obras de cualquier escritor. Si bien Javier Cercas (1962) había redactado antes otro libro de relatos llamado “El móvil”, este fue su debut con una novela realista con tintes de thriller que significó el puntapié inicial para una exitosa carrera en el mundo de la narrativa.
La obra cuenta lo que le sucede a Mario Rota, un docente italiano que vive en Austin y trabaja en la Universidad de Texas. Se siente muy seguro de sí mismo después de que vuelve de vacaciones para retomar su período de clases. Sin embargo, su vida da un vuelco cuando sale a trotar y tiene un accidente en su tobillo. Ese día también conoce a Daniel Berkowickz, un hombre que llega a vivir a la misma casa donde él vive y que aparentemente puede reemplazarlo en su trabajo en la universidad. Desde ahí su existencia se convierte en un verdadero infierno, perseguido por las molestias físicas y la sombra del nuevo profesor. Este hecho gatilla en que termina con su novia, le quitan su oficina, mandándolo a un sucucho insufrible y le exigen que escriba papers porque hace tres años que no lo hace y eso puede afectar su prestigio y futuro en la universidad. Todo por culpa de Berkowickz, el aparecido que modifica sus esquemas y su estabilidad en el campus.
Con sutileza, Cercas va mostrando el espiral en el que se va metiendo el protagonista, rayando paulatinamente en la desesperación. El autor describe muy bien el ambiente universitario norteamericano que él conoce de cerca, ya que trabajó durante dos años en la Universidad de Illinois. Esa atmósfera recuerda en varios aspectos los escenarios de novelas como “Donde van a morir los elefantes” (1995), de José Donoso y “Animales luminosos” (2021), de Jeremías Gamboa. La imagen del extranjero latino en una universidad estadounidense. La búsqueda de Cercas también tiene ciertas reminiscencias con el tono desconcertante de “El bigote” (1986), de Emmanuel Carrère. Así las cosas, el relato fluye y la soberbia de Rota se va desarmando cuando ve que su permanencia en la universidad corre peligro.
Debo decir que el desenlace de la historia me llegó de una manera un poco abrupta, distinta a la cadencia que venía manejando Cercas con precisión. Si bien el final es ingenioso (no voy a dar spoilers para que lean el libro), me dejó un sabor un poco extraño en la boca. Quizás la última transición que marca el término del libro queda un poco brusca, producto que posiblemente el autor tenía el remate de su obra guardado en un cajón con muchas ganas de sorprender al lector. Me quedo entonces con la desesperación de Mario Rota y el paso a paso que va viviendo en medio de un caos interno que lo complica como docente y extranjero en la cuna del capitalismo.