Las lideresas destacan en todos los sitios El miedo de los ultraderechistas. El gobierno con su gen empresarial ve en el litigio su único destino. Las ideas que faltan en la política se fortalecerán en el debate constituyente. La gesta cuidadora.
El domingo 2 de Mayo en un canal de televisión vi un resplandeciente debate de cuatro candidatas a la Constituyente. Sus opiniones no tenían dobleces, cálculo, ni grandes prejuicios, usaban palabras y actitudes que las mostraban, más allá de sus pertenencias políticas, vigilantes, cuidadoras de lo discriminado y lo excluido, sin obviar las necesidades de un presente difícil pero que sus proposiciones para la nueva constitución lo hacía más esperanzador. Sus afirmaciones eran recreadoras y realistas. Los participantes más conservadores no lograban salirse o entrar en ese torrente de proposiciones e ideas que no esconden nada bajo la alfombra. Una de ellas habló de “la matriztica” de la constitución.
El viernes 30 de Abril la presidenta del Senado propuso un diálogo público, abierto, con el gobierno para un fin específico, recaudar los recursos básicos para que las familias puedan enfrentar la pandemia en los momentos más agudos. Tratando de que el gobierno termine de agravar la situación social y política del país, boicoteando y negando una ayuda universal y temporal para los habitantes del país más golpeados por la debilidad estructural de la economía.
El jueves 29 de Abril el Tribunal Constitucional desechó discutir el proyecto del Gobierno que buscaba su aprobación para imponerlo al Congreso. El parlamento ya había aprobado el tercer retiro postulado, como los anteriores, por una famosa y cuestionadora diputada de oposición.
De Enero a Abril de este año, en el arduo debate sobre cómo continuar la lucha sanitaria contra el virus, la presidenta del Colegio Médico, se constituyó en el emblema de la contención de las visiones ultra – mercadistas de las autoridades de gobierno y los dirigentes de las grandes empresas.

Este resplandor multicolor es parte de una marea femenina que día a día enfrenta la pandemia y las miserias que multiplica. Las ollas comunes, el cuidado de los mayores, la vigilancia de la educación de los hijos, buscar comida o monedas donde sea y como sea, solidarizar con los vecinos, cuidar sus casas, sus barrios, de la delincuencia habitual, de la sofisticada, de la temporal, es un quehacer agotador y la vez reponedor del ánimo pues los desafíos cotidianos en condiciones tan difíciles se constituyen en una gesta diaria donde termina brillando un resplandor humano alentador. El lavacoches de mi barrio también ha hecho milagros para alimentar a los suyos, para mantenerse sano y circular con riesgo para su salud e integridad física. No hay rendición posible. Puede haber cansancio, alguna confusión, pero en cada lugar muchas personas tienen actitudes ejemplares. Y reconozcamos que en estas condiciones discutir sobre nuestra futura convivencia fortalece la vitalidad del país.
Este resplandor deja atrás un desparramo de ideas manipuladoras y controladoras. Donde el miedo del “súper yo” asumió el control y anula en ellos toda esperanza en la convivencia. Ese miedo marca a la ultraderecha y atraviesa en menor grado a una buena parte de los conservadores. ¿Que temen? ¿A que le temen? A lo de siempre, a lo distinto a ellos. A la vida enredadora y cuestionadora que impide encerrarse por siempre en su espacio. Le temen a que la economía cambie sin parar y sea limitada por la naturaleza. De sobremanera le temen a una sociedad que es una convivencia de una suma plural de habitantes y no una desregulación dominada por pistoleros. Les temen a sus frustraciones, aún creyendo que armados y organizados junto a sus seguros servidores no tienen límites, los ultras sudamericanos saben que eso no es posible siempre. Entonces se sienten inútiles, como sus colegas estadounidenses que asaltaron inútilmente el capitolio en EE.UU. Entonces se exasperan. Saben que los débiles siempre han encontrado un momento, aunque sea solo un momento, para frenarlos y ponerle límites a sus manías de poder, a sus desquicios sociales y políticos.
Hay que desarticular ese miedo tan primitivo del cual surgen liderazgos como ha ocurrido en Brasil, EE.UU, Colombia. Ellos usaron las frustraciones de los destinos y necesidades económicas de sectores populares. Gobiernos centristas no lograron sortear o deshacer el “lobby”, el control mediático, los chantajes económicos encubiertos con amenazas de desinversión y de intervenciones jurídicas por transnacionales de abogados corporativos afiatados a una institucionalidad económica internacional.

En los noventa y comienzos de este siglo era difícil enfrentar la fuerza discursiva económica, solo con una idea de justicia sin un actor social protagónico. Los partidos políticos intentaron batirse contra poderosos “transformers” con ideas esqueléticas a partir de la evaporación de la URSS y luego con los incumplimientos monumentales de la Tercera Vía de Blair. En el mundo de las ideas, las fuerzas centristas y reformistas se amarraron a políticas públicas, renunciando a un respaldo social autónomo de las grandes empresas y corporaciones. Pereciendo en el intento ante la fuerza arrolladora de una plutocracia en ascenso global.
Ahora el resplandor de las luchas sociales y liberadoras de las nuevas generaciones y las mujeres abrió un cauce para que las aguas recuperen sus cauces y no para que particulares construyan descaradamente canales desde los mismos ventisqueros.