Recuerdo que hace unos años circuló en las redes un video en que salía una niña palestina, que no tendría más de diez años y que enfrentaba a una patrulla de soldados israelíes. Estaba junto a un grupo de refugiados palestinos y cada cierto tiempo se enfrentaba con los soldados, de frente, cara a cara. No había traducción de lo que la niña decía, pero yo escuchaba recriminaciones, protestas, admoniciones y claras advertencias. Los molestos y prepotentes soldados del estado judío empezaban a preguntar (eso si estaba traducido) quien era la madre, padre o responsable de la niña, pero nadie contestaba. Finalmente, la niña era abrazada por una anciana palestina que la cobijaba junto a otras mujeres en ese barrio de calles pobres y casas semidestruidas.
Pensé mucho en esa niña. Primeramente, en su forma valiente y decidida para enfrentarse al invasor, pero también me apenaba pensar que esa niña, que por entonces tendría la edad de mis hijas, era una niña que no había tenido la oportunidad de vivir como una niña. Porque como siempre ocurre, las guerras de ocupación se realizan sobre el sacrificio y el martirio de poblaciones indefensas y empobrecidas.
La idea de esa niña que, en vez de proteger a una muñeca o un oso de juguete, se enfrentaba a hombres armados, me llevó a pensar que debería escribir un cuento. Incluso le puse nombre. En mi cuento se llamaría Hafsa, que significa en árabe, leona joven.
Han pasado los años, y no sé qué será de esa niña, pero creo que, lamentablemente, será una víctima de la guerra, o victimaria de civiles inocentes, considerados enemigos, aunque sean niñas como era ella hace algún tiempo.
Porque como enseñó Jesús hace mucho, el peor problema de la ley del talión no es ético como podría pensarse, sino práctico. Porque no funciona. Porque no se consigue más que aumentar la rabia, el resentimiento y el irracional deseo de venganza. Y al final, los pueblos martirizados resisten y se levantan. Y se impone la irracional lógica de la violencia.
Este sábado, y cuando se entraba en el ocaso de la festividad del Sukkot, los israelíes se encontraron que estaban en guerra. Pero no la guerra que permanentemente invocaban contra un atentado proveniente de los muyahidines del Hamas o de las milicias de Hezbolá, sino un ataque coordinado y extenso que había penetrado al interior del estado de Israel. Y no solo eso. En ese ataque los milicianos del Hamas habían secuestrado decenas de soldados y matado a cientos de civiles desarmados por todo el territorio ocupado por Israel.
En este mundo tan lleno de mitos y mentiras, al punto de hacer de las últimas una forma de comunicar, cuando se impone la realidad, se impone también el desamparo, la orfandad de ideas, la precariedad de posibilidades.
Israel se había convencido y había convencido a sus socios que merced a esa mezcla imbatible y virtuosa de tecnología que juntaba inteligencia artificial, seguridad cibernética, capacidad informática, en las entrañas del más moderno complejo militar había conseguido dos cosas: detectar tempranamente cualquier ataque y responder inmediata y preventivamente a cualquier amenaza. Esto último, gracias a contar con una poderosa fuerza aérea pródiga en cazas F 16, y sistemas de respuesta antimisiles patriot.
Además, la idea de que todo vale para asegurar la seguridad de su población, incluida la construcción de un muro, que dividía artificial e inhumanamente las poblaciones era celebrado por todos los triumpistas de todas partes, incluidos los criollos.
Los muros lo resolvían todo.
Estos apotegmas intangibles se han venido abajo.
La crueldad mediática de los grandes consorcios televisivos muestra insistentemente a los milicianos montados sobre parapentes impulsados por motores eléctricos cruzando arriba del muro y aterrizando en suelo israelí y muestran también como los misiles de Hamas echan abajo las antenas de detección temprana de amenazas militares.
También muestran como el muro fue agujereado por varias partes, permitiendo que Hamas sorprendiera y sometiera a los asentamientos de las poblaciones fronterizas.
Sin embargo, nada ha impactado tanto a tantos líderes del mundo, como el ver como una enorme cantidad de atacantes pudieron, en el país mejor defendido del mundo, atacar en suelo israelí, sin que sus fuerzas armadas, servicios de información y de seguridad se enteraran de los ataques hasta cuando estos se habían consumado.
Las redes sociales han mostrado a las milicias palestinas secuestrando a civiles, profanando cadáveres de soldados y civiles, y a los hombres de Hamas paseando por las calles de Sderot, como Pedro por su casa. Una ola de terror se ha desatado en la población israelí. Porque esta población ha descubierto, de pronto que su Estado tiene problemas para protegerlos. Y que los invencibles servicios de inteligencia que gestionan cantidades monstruosas de datos, y el país que tiene uno de los servicios de inteligencia más eficientes y temibles del mundo, el Mossad, y en el que se gastan el 16 por ciento del presupuesto del país, no son suficientes.
Ahora la sociedad israelí tiene que asumir que su país es vulnerable y que el dominio de tecnologías espías como Pegasus que han traído de cabeza a varios gobiernos occidentales, España incluida, han creado una falsa idea de seguridad. Esa que los había convencido de que se podía vivir a escasos kilómetros del enemigo con relativa tranquilidad porque este se encontraba confinado detrás de muros y vallas con una sólida vigilancia de cámaras de seguridad o vía satélite.
Detrás del desastre de la sorpresa han llegado el verdadero desastre de toda guerra: Los fallecidos israelíes por el ataque por sorpresa del sábado del movimiento islamista Hamás supera ya los 1200 y los heridos son ya más de 3000. A su vez, los bombardeos israelíes en Gaza han causado 1.055 muertos y al menos 5.184 heridos. Las autoridades de la franja de Gaza han afirmado este miércoles que cerca del sesenta por ciento de los heridos por los bombardeos israelíes son mujeres y niños. Y la cifra sigue aumentando espantosamente. Y aunque el ejército israelí insiste en que sus objetivos son los centros militares de Hamás, que gobierna el territorio palestino sin atender a la Autoridad Nacional Palestina, y que tiene su correlato en Cisjordania por el partido nacionalista Fatha del presidente Mahmud Abbas, los bombardeos en casi cuatro días de guerra no tiene precedentes. La fuerza aérea israelí ha anunciado la destrucción de 1.100 objetivos en Gaza, pero es imposible realizarse sin comprometer directamente a la población civil compuesta mayoritariamente de niños.
Hasta hoy, los hospitales se encontraban colapsados y con grandes dificultades de todo orden para atender a los miles de heridos.
El país se encuentra virtualmente paralizado.
El aeropuerto Ben Gurión sin colas, con los vuelos hacia Israel cancelados por la mayoría de las líneas aéreas internacionales, parecía un edificio fantasma, según los corresponsales extranjeros apostados allí.
La primera respuesta política vino, como era de suponer, del primer ministro Benjamín Netanyahu, que como también era de esperar ha prometido venganza.
Se han llamado a filas a trescientos sesenta mil reservistas y todo indica que la respuesta de Israel, -ley del talión por delante-, será devastadora sobre todo si invade Gaza y Cisjordania.
Junto a los países de la unión europea que han condenado los ataques de Hamas y solidarizado con las víctimas, los Estados Unidos anuncian la movilización de su flota mediterránea y sus naves de guerra están próximas a las costas de Israel y el Líbano.
La política busca, en esta difícil coyuntura, un modo de abrirse paso para imponer la cordura, pero el gobierno israelí no lo pone fácil: Benjamín Netanyahu, preside un gobierno que fue difícil de articular. Para poder conseguir la investidura hubo que juntar el agua con el aceite. Los partidos que lo apoyaron tienen ideas, tradiciones y prácticas disímiles. Pero su liderazgo se justificaba en la necesidad de un gobierno fuerte que tuviese a raya a los palestinos, o sea, la mayor parte de la población de ese estado. Y su prestigio proviene, precisamente, de haber gobernado con mano dura y sometido a la díscola población sometida. Cuando a la menor sospecha de un levantamiento en alguna población rebelde de Gaza y sus alrededores Netanyahu respondía con bombas que incendiaban edificios y hasta barrios completos, eso era celebrado no solo por el Likud, su partido de sionistas fanáticos sino por todos los partidos de derecha que, en Israel son más de la mitad de ellos.
Por eso Benjamín Netanyahu tenía a los terroristas bajo control.
Y tanto era su entusiasmo que se enzarzó en una estéril pugna contra varios grupos políticos para imponer enmiendas constitucionales que permitieran el control del gobierno sobre el poder judicial.
De nada sirvieron las advertencias anunciadas por el mismo ministro de defensa que terminaría renunciando y las protestas de varios generales. Finalmente, la iniciativa abortó temporalmente en el Knesset, parlamento judío.
Ahora proclama una guerra, amenaza con violentas represalias, pero todo indica para todos que empieza a probar de su propia medicina.
Nadie duda ahora que el costo político de la reforma era también la fragilidad social que le seguiría y esto sería aprovechado por los palestinos. De hecho, el líder de la milicia Hezbolá, Nassan Rasla había dicho: “la sociedad israelí ha empezado a deteriorarse en términos de fe, conciencia y confianza en sí misma. Es lo que la pone camino a su derrumbe, fragmentación y ojalá desaparición”.
De momento, a la política, se imponen las lógicas de la guerra de exterminio.
Las palabras del ministro de defensa israelí son categóricas: “Estamos imponiendo un sitio total a Gaza” la frase no deja de tener un punto irónico: Desde 2007 ese territorio minúsculo que alberga a más de dos millones de personas -casi la mitad menores de 15 años-, sufre un bloqueo terrestre y marítimo como respuesta al poder que había adquirido el movimiento Hamas en el territorio. Ahora este aislamiento criminal de la población civil, condenado por las naciones civilizadas del mundo, se transforma en un cerco siniestro que impide el acceso del agua, electricidad, combustible, alimentos y medicinas.
Yoav Gallant parece decir que cuando lo más moderno no funciona siempre están disponibles las estrategias salvajes del medioevo para socorrernos, como el asedio. Someter a los pueblos por hambre y sed, cuando no se puede hacer en el combate.
Y como es lógico, en estas confrontaciones tan faltas de lógica, la respuesta de Hamás no se hace esperar amenazando con ejecutar a un cautivo civil israelí por cualquier nuevo bombardeo que Israel haga sin previo aviso.
Lo anterior no debe, empero, llevarnos a la ingenuidad de ignorar que, en el trasfondo de esta guerra se encuentran los sinuosos caminos de los equilibrios geopolíticos y en donde muchas veces el conflicto palestino-israelí es razón y también pretexto. Porque no parece descabellado pensar que la envergadura y el momento elegido para la espectacular y sorpresiva operación apuntan a la necesidad de boicotear un eventual establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí. No olvidemos, al respecto, que Netanyahu se ha apuntado éxitos evidentes en este campo: Los acuerdos de Abraham (2020) germinaron en la normalización de relaciones con emiratos árabes unidos, Behréin y Marruecos.
Ciertamente la posibilidad del establecimiento de relaciones diplomáticas con Rabat pone los pelos de punta a Irán y a sus aliados del eje de la resistencia, Hamas y Hezbolá, incluidos. Y estas son palabras mayores.
Palabras que parecen encontrar un asidero en los dichos del general persa Rahim Safavi, principal asesor militar del líder supremo iraní: Apoyamos las encomiables operaciones Tormenta de Al Aqsa.
Mas claro, imposible.
En tanto, y mientras el ejército israelí parece haber tomado ya el control de todo su territorio y eliminado todos los focos de resistencia de los milicianos de Hamas se anuncian algunos conatos de enfrentamientos en el norte de Israel, junto al Líbano, territorio ocupado por las milicias de Hezbolá. Si éstas entran en combate, pocos dudarán que Irán entraría a comprometerse en la guerra con Israel. Y pocos dudarán también que la entrada de Hezbolá en la guerra abriría un flanco fatal para Israel en su parte norte, o sea, al sur del Líbano, que obligaría al estado de Israel a librar una guerra de exterminio en territorio libanés, comprometiendo de paso, a Siria.
¿Se refería a eso V. Putín, cuando advirtió hoy que un tercer país podría intervenir en el conflicto?
Es posible.
Pero lo peor de todo es que la guerra cambiará cosas, pero no solucionará nada. Nada importante. Mas bien empeorará las cosas. O sea, la vida de la gente. De la gente que no se encuentra en uno u otro bando armado y que vive soñando y esperando razonablemente que, como esa niña pequeña, Hafsa, se duerma cobijando a sus juguetes y pensando que, al día siguiente, despertará con ellos, y no sepultada por las bombas.
Eso es ahora una utopía.
Y seguirá siéndolo hasta que los bandos en conflicto tengan el coraje de conversar y reconocerse; conversar y aceptarse; conversar y escucharse; y ese conversar se haga cultura.
Entonces, quizás, resuciten, los hermosos versos de W. Shakespeare:
Solo la paz hace eternas a las ramas de olivo.
3 comments
Muy buena la la informacion contada como cuento pero es real.
Gracias
En esta guerra de extermino palestino desatada por el Israel sionista y belicista, nos resulta imposible aceptar los costos inhumanos del agresor. Hasta la invasión de israelitas en tierras de Palestina -merced a la intervención de Inglaterra, EEUU y otras potencias imperiales-desde 1948 hasta ahora, sus habitantes vivían en paz, Hoy Israel persiste en exterminarlos salvajemente, aprovechando la reacción de Hamás en ese territorio ocupado y solo la intervención del resto del mundo puede impedir que se cumpla este designio que los judíos fundamentalistas justifican por lo dicho por alguien en el Génesis de la Biblia legendaria y manipulada por ellos mismos.
En esta guerra de extermino palestino desatada por el Israel sionista y belicista, nos resulta imposible aceptar los costos inhumanos del agresor. Hasta la invasión de israelitas en tierras de Palestina -merced a la intervención de Inglaterra, EEUU y otras potencias imperiales-desde 1948 hasta ahora, sus habitantes vivían en paz, Hoy Israel persiste en exterminarlos salvajemente, aprovechando la reacción de Hamás en ese territorio ocupado y solo la intervención del resto del mundo puede impedir que se cumpla este designio que los judíos fundamentalistas justifican por lo dicho por alguien en el Génesis de la Biblia legendaria y manipulada por ellos mismos.