El sinsentido de la Televisión Pública

por La Nueva Mirada

Por Luis Breull

Siete directores ejecutivos desde el 2014 a la fecha y cuatro presidentes del directorio. Pérdidas nominales acumuladas por $74.568 millones en el mismo lapso y de enero a septiembre 2019 ya alcanzan los $8.400 millones, sin contabilizar el desastre publicitario post estallido social que fácilmente las pueden hacer llegar a $15 mil millones. Todo mientras se gasta la inyección de recursos públicos dados para su proceso de digitalización e instalación de antenas, sin los que sencillamente ya habría quebrado. Eso es en síntesis Televisión Nacional de Chile al terminar otro año de fracasada gestión, con ratings que apenas superan los 5 puntos hogar promedio y un proyecto editorial que naufraga en su propia irrelevancia.

Todo mientras se gasta la inyección de recursos públicos dados para su proceso de digitalización e instalación de antenas, sin los que sencillamente ya habría quebrado.

Génesis de una debacle

Entender el rol que juegan los medios de comunicación masivos en la sociedad requiere también repasar en detalle su historia. Una que en la década 90 vio emerger y consolidar un nuevo proyecto de televisión pública autónoma y autofinanciada mediante las reformas legales que entraron en vigencia el año 1992 y que dieron por superada una deficitaria TVN de tiempos dictatoriales, editorialmente censurada y reducida a caja de resonancia del régimen militar.

televisión pública autónoma y autofinanciada mediante las reformas legales que entraron en vigencia el año 1992 y que dieron por superada una deficitaria TVN de tiempos dictatoriales, editorialmente censurada y reducida a caja de resonancia del régimen militar.

Junto con el debut del sistema de medición de audiencias peoplemeter de Time-Ibope, TVN comenzó a amagar el liderazgo indiscutido de Canal 13 en a primera década de la transición democrática. A costa de un área de prensa fortalecida y de proyectos programáticos culturales robustos –como documentales y debates-, más un área dramática en consolidación, la señal pública alcanzó y superó a la estación católica al finalizar el siglo.

A costa de un área de prensa fortalecida y de proyectos programáticos culturales robustos –como documentales y debates-, más un área dramática en consolidación, la señal pública alcanzó y superó a la estación católica al finalizar el siglo.

Así los 2000 se inician con un canal líder, pero que sufre sus primeros vaivenes corporativos, donde René Cortázar renuncia a la dirección ejecutiva y es sucedido por el entonces economista demócrata cristiano Pablo “Polo” Piñera, hermano del actual Presidente de la República, Sebastián Piñera. Una gestión que generará polémica por ser confrontacional con el directorio de la época, que debido a la crisis de conducción será reemplazado en pleno por el Presidente Ricardo Lagos. En menos de un año en su cargo, Polo Piñera comienza a racionalizar TVN a costa de la salida de Jaime Moreno Laval –exitoso director de prensa desde 1997- y de Jaime De Aguirre, quien asumirá la dirección ejecutiva de Chilevisión. Así se vivirá un período complejo donde en el verano del 2004 Piñera renuncia a su cargo al enterarse que La Moneda ya le buscaba reemplazante. Misma temporada que Mega aprovechará para liderar la industria de la TV por primera vez en la historia. Así a mediados de año llega a asumir la dirección ejecutiva el ingeniero Daniel Fernández (PPD Expansiva), proveniente de Metro.

y es sucedido por el entonces economista demócrata cristiano Pablo “Polo” Piñera, hermano del actual Presidente de la República, Sebastián Piñera.

En menos de un año en su cargo, Polo Piñera comienza a racionalizar TVN a costa de la salida de Jaime Moreno Laval –exitoso director de prensa desde 1997-

Fernández se preocupará por introducir gestión en la señal, a tal grado que la suma de gerentes y ejecutivos en su organigrama casi alcanza a las 40 personas. Todo un staff que se ordena en torno a un proyecto de canal que encarnaba él mismo, con un fuerte carácter autárquico. Dentro de las complejidades que deberá enfrentar este ejecutivo estará el cierre del primer año con pérdidas financieras -desde que se le confirió autonomía y autofinanciamiento- por más de $2.500 millones de pesos el 2005, en gran medida presionado por el fracaso de la teleserie Los Capo ante la comedia Brujas de Canal13, durante el primer semestre de ese año. También, la pérdida del anclaje de misión editorial de TVN, diferenciada en los 90, pero descalzada de la realidad mediática televisiva de los dos mil, entregada a la farándula y la entretención banal pura y dura.

No obstante, el canal volverá a ser líder entre el 2005 y 2007, para ceder nuevamente el primer lugar a Mega el 2008 y recuperar por última vez la primacía de la industria entre el 2009 y 2010, afirmado por el área dramática y sus teleseries vespertinas y prime, junto con las eliminatorias y el mundial 2010. Ese mismo año, Fernández migra a dirigir el proyecto Hydroaysén y llega a sucederlo el abogado liberal Mauro Valdés proveniente de la minera BHP Billitton, bajo el inicio de la primera administración de Sebastián Piñera.

Ese mismo año, Fernández migra a dirigir el proyecto Hydroaysén y llega a sucederlo el abogado liberal Mauro Valdés proveniente de la minera BHP Billitton, bajo el inicio de la primera administración de Sebastián Piñera.

Valdés debe enfrentarse con un canal desgastado en marca y derruido en tanto planta de ejecutivos estratégicos, porque la mayoría de los cargos clave migró a Canal 13 una vez que Andrónico Luksic compra el 67% de la propiedad de la estación católica en agosto 2010 y confía el desarrollo del proyecto al ex Director de Gestión de TVN, David Belmar, quien será su director ejecutivo hasta el año 2014.

Este remezón hará que el canal público quede sin gerentes o directores de gestión, de producción de contenidos, de análisis y estudios, de prensa, del área comercial y de marketing, sumado a realizadores y productores de programas.

Las patas de la mesa

Al carácter liberal y culto de Valdés le juega en contra la escasez de talento con que queda TVN y en especial afirmar su proyecto de pantalla en ejecutivos que no tenían las competencias para ello y al perder a casi toda su área dramática, que es contratada por Carlos Heller para sumarse a la refundación de Mega al finalizar el 2013. Así, el 2011 será el primer y único año que lidere la industria CHV, sucedido luego el 2012 y 2013 por Canal 13, y desde el 2014 Mega. De este modo, el canal estatal comenzará a vivir los últimos remezones que derrumban por completo su viabilidad bajo la presidencia del directorio de Ricardo Solari desde el 2014 al 2018, y de la sumatoria de directores ejecutivos fallidos que vendrán con él.

Al carácter liberal y culto de Valdés le juega en contra la escasez de talento con que queda TVN

Solari tendrá que enfrentar también la enajenación de propiedades y el consumo de las reservas acumuladas por el canal, vaciando su caja y generándole un mortal golpe a su viabilidad financiera y patrimonial.

Solari tendrá que enfrentar también la enajenación de propiedades y el consumo de las reservas acumuladas por el canal, vaciando su caja y generándole un mortal golpe a su viabilidad financiera y patrimonial.

Valdés había conseguido que TVN -entre el 2010 e inicios del 2014- fuera un canal financieramente estable y con utilidades pese a no liderar en los últimos tres años, afirmándose en el tren programático y los ingresos provenientes de las teleseries nacionales y los noticieros. Solo dos modos de apalancar un proyecto televisivo público que durante décadas anteriores tuvo otros atributos de marca diferenciados que ayudaron a consolidar su liderazgo narrativo y a ser una institución fuerte y reconocida.

El mandato que Solari declaró tener para TVN, a inicios de la segunda administración de Michelle Bachelet era recuperar un proyecto con sentido público y diverso. Así nombra en la dirección ejecutiva a la periodista Carmen Gloria López, quien fracasará en su gestión, dejando a la señal las peores pérdidas financieras de su historia ($6.593 millones el 2014, $25.992 millones el 2015 y $14.683 millones el 2016). Le sucederá en el cargo la gerenta de producción, Alicia Hidalgo, y luego vendrán Jaime De Aguirre, Alicia Zaldívar y, por último, desde marzo 2019, Francisco Guijón.

Tribulaciones de tiempo presente

Para entender cómo salvar y hacer viable a TVN en el contexto de crisis industrial presente, donde todos los grandes y medianos canales son deficitarios, es un ejercicio no menor.

La pérdida de rumbo de la señal pública no es solo de audiencias e ingresos, sino de discurso, de anclaje editorial, de proyecto programático, de talento, de comprensión del entorno y de entendimiento de sus propias limitaciones y necesaria actualización de su rol.

Lo primero por afrontar debe ser mirarse en el entorno de competencia y asumir sinceramente cuáles son los relatos de país que encarna y las expectativas que despierta TVN hoy en la ciudadanía. Cuán relevante y necesaria es su oferta programática para la vida cotidiana de la población, más allá del ampuloso y vacío slogans de ser el canal de todos los chilenos.

La pérdida de rumbo de la señal pública no es solo de audiencias e ingresos, sino de discurso, de anclaje editorial, de proyecto programático, de talento, de comprensión del entorno y de entendimiento de sus propias limitaciones y necesaria actualización de su rol.

Lo segundo, sincerar que sigue siendo una suerte de Titanic mediático, con mucho lastre organizacional y de dependencia política, bajo el imperio de la falsa autonomía de los gobiernos de turno. Un autoengaño que esconde el carácter eminentemente político del canal por ser una empresa del estado, un medio de comunicación que debe asumir esa esencia y administrarla desde la autonomía real, pero que vive anclada a un cepo binominal desde inicios de la transición.

El cuoteo binominal consagra una falsa independencia como espejismo y anteojera que le impide ver la sociedad real de un país que vive un estallido social y la construcción necesaria de nuevos pactos civiles y políticos que deberán asegurarle un futuro estable. Esto porque en la práctica desde hace casi 3 décadas configuró un modelo de elección de sus directores ejecutivos con la venia de los gobiernos de turno, previa consulta al Senado. Cargos que inmediatamente asumen su gestión se ven entrampados en un pantano corporativo de bloqueos que se fundan en los encargos partidarios a cada director y en la desconfianza recíproca, cuidando que nadie se “lleve el canal” para la casa o se dé gustos personales con su línea editorial.

El cuoteo binominal consagra una falsa independencia como espejismo y anteojera que le impide ver la sociedad real de un país que vive un estallido social y la construcción necesaria de nuevos pactos civiles y políticos que deberán asegurarle un futuro estable.

Esto hace que siempre terminen siendo sostenidos en sus cargos por los miembros del directorio que representan a la oposición política y que deban asumir duras críticas desde La Moneda. Le pasó a Jorge Navarrete, René Cortázar, Pablo Piñera, Daniel Fernández, Mauro Valdés, Carmen Gloria López, Alicia Hidalgo, Jaime De Aguirre, Alicia Zaldívar y, ahora, a Francisco Guijón, quien ha sido ayudado por Bruno Baranda, el presidente del directorio, para enfrentar y parar estos reclamos. Justamente el ejecutivo que comunicó al Gobierno hace pocos días su intención de dejar TVN.

Sincerar el proyecto de televisión pública pasa además por comprender y asumir que no toda la clase política chilena considera que es un valor que el Estado posea o gestione medios de comunicación, ni menos canales de TV. Históricos han sido los conflictos generados por miembros del directorio representantes de la UDI, RN o independientes de derecha que han desconfiado del rol informativo o periodístico del canal del Estado. Lo mismo le sucedió años atrás al diario La Nación, que fue cerrado por su inviabilidad económica y por consideraciones ideológicas respecto de privatizar todos los medios de prensa. Estas percepciones –validadas por entidades pensantes de la derecha liberal como el Centro de Estudios Públicos, CEP- incrementan la desconfianza permanente respecto del valor de Televisión Nacional como una señal pública que al existir e intervenir en la industria, distorsione el mercado televisivo.

Sincerar el proyecto de televisión pública pasa además por comprender y asumir que no toda la clase política chilena considera que es un valor que el Estado posea o gestione medios de comunicación, ni menos canales de TV.

Por eso, Televisión Nacional se afirma en una legislación y una praxis que contiene en sí misma severas contradicciones corporativas, tales como la binominalización permanente de su directorio (fuera de toda lógica social y política del Chile actual); la carencia de talentos profesionales con competencias específicas de quienes integran este consejo directivo; la desconfianza constante del “valor de lo público” por parte de los directores que representan a la derecha; un anquilosado valor de lo público asociado a contenidos “culturosos” del Chile concertacionista de los 90; el autoengaño de la independencia de TVN por ser en esencia un medio Estatal e indefectiblemente político (con todas sus máximas autoridades escogidas bajo criterios políticos discrecionales y no por mérito); y el irresoluto problema de asignarse el rol del “Canal de todos los chilenos” sin tener claridad en quién es su dueño y cómo ejerce esa potestad y defiende su patrimonio.

Estallido final

La crisis social a la que asistimos desde hace exactamente dos meses no solo reconfiguró el rol de la ciudadanía en los procesos de demandas por mejoras y cambios, sino que también rearticuló las lealtades a las marcas canal en competencia. En un reciente estudio de panel de opinión pública de la consultora Tu Influyes, se preguntó a los participantes por la percepción de objetividad en la cobertura de este proceso desde la pantalla, siendo CNN Chile el medio de mayor valoración, seguido de Chilevisión. TVN ocupaba el penúltimo lugar, superando solo a Canal 13. Esto da cuenta también de las complejidades implícitas en la reescritura desde la sociedad civil del valor de “lo público”, tradicionalmente anclado a fuertes desconfianzas institucionales, en las que también se vio afectado TVN.

La crisis social a la que asistimos desde hace exactamente dos meses no solo reconfiguró el rol de la ciudadanía en los procesos de demandas por mejoras y cambios, sino que también rearticuló las lealtades a las marcas canal en competencia.

La reconfiguración del valor público para las audiencias se vincula también con la percepción de libertad editorial para confrontar a los poderes –cualquiera sean- en torno a los abusos y sensaciones de desamparo frente a la clase política, los empresarios, las iglesias y las corporaciones que despliegan sus acciones impunes en búsqueda de sus propios beneficios y a costa de terceros.

Por todo lo anterior, volver a hacer necesaria a TVN implica advertir y comprender la irrelevancia en la que se sumergió la televisión por varias décadas y que ahora está descorriendo ese velo que sirvió de cortina distractiva frente a los problemas sociales de fondo.

Por todo lo anterior, volver a hacer necesaria a TVN implica advertir y comprender la irrelevancia en la que se sumergió la televisión por varias décadas y que ahora está descorriendo ese velo que sirvió de cortina distractiva frente a los problemas sociales de fondo. Una tarea de doble dimensión, en donde el canal debe recuperar talentos y superar sus falencias estructurales, pero asumir además su nuevo rol de garante social de las demandas de las nuevas audiencias ciudadanas en un país fracturado por traumas pasados y nunca bien entendidos como memoria histórica.

Y un espacio que esencialmente en el caso de la Televisión pública debe atender a ciudadanos más que consumidores, así sea que los avisadores quieran o no ayudar a financiarla con la compra de publicidad. Y si esto no ocurre, volveremos a discutir si merece o no ser financiada cien por ciento por el Estado mediante una nueva ley.

La TV en general está cambiando, achicándose, reconfigurando su negocio y su sentido cotidiano, transformándose en multimedios convergentes. Es menos relevante que antes, pero imprescindible para las audiencias mayores y los más pobres. Un mapa comprensivo de la realidad para quienes no están en el tren de las tendencias ni las redes sociales. Y un espacio que esencialmente en el caso de la Televisión pública debe atender a ciudadanos más que consumidores, así sea que los avisadores quieran o no ayudar a financiarla con la compra de publicidad. Y si esto no ocurre, volveremos a discutir si merece o no ser financiada cien por ciento por el Estado mediante una nueva ley.

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