Elon, el disruptor en jefe

por Jorge A. Bañales

El Capital desmenuzó al Trabajo, transformando a los trabajadores en subcontratistas y emprendedores. Ahora, el Capital se lanza sobre el Estado y, sin el Trabajo que lo fortalezca, el Estado se somete.

El advenedizo

Elon Musk, de 53 años de edad, esposo de tres mujeres, padre de catorce hijos, ciudadano nativo de Sudáfrica y adoptivo de Canadá y Estados Unidos es, no sólo el individuo más rico del planeta, sino también uno de los políticamente más poderosos.

Asignado por el presidente Donald Trump como titular de un “Departamento de Eficiencia del Gobierno”, o DOGE por su sigla en inglés, Musk lleva ocho semanas de arremetida contra las agencias y los empleos del gobierno federal de Estados Unidos con la promesa de que la poda disminuirá los gastos.

Desde el comienzo de la presidencia de Trump, más de 20.000 empleados federales han sido despedidos. 

Como en todos los países, la burocracia estatal es sospechosa de albergar funcionarios perezosos, ineficaces, aferrados a sus puestos dentro de un contingente que crece con supernumerarios y que contribuye enormemente al gasto público y el déficit federal.

La realidad es que el número de empleados del gobierno federal de EE.UU. se ha mantenido por casi tres décadas en alrededor de tres millones de funcionarios y los sueldos del personal civil es el 6,6 % del presupuesto gubernamental.

La gesta que, con entusiasmo, encabeza Musk poco efecto tendrá en el alivio del gasto público pero su impacto en el funcionamiento del gobierno es enorme.

Conflicto de intereses

Casi una docena de agencias del gobierno federal ya afectadas por las destituciones y despidos de empleados tienen en marcha más de treinta y dos investigaciones o denuncias pendientes contra algunas de las muchas empresas de las cuales Musk es dueño.

Y ahora Musk tiene el control sobre las agencias que han de regular sus prácticas empresariales incluidas SpaceX, Texla, X (ex Twitter).

Por mucho que denueste al gobierno y sus gastos, en las últimas dos décadas las compañías de Musk han recibido unos 38.000 millones de dólares en contratos, créditos impositivos, préstamos y subsidios y Musk tiene en marcha gobiernos federales que podrían redituar a sus emprestas otros 11.800 millones de dólares.

Musk contribuyó unos 280 millones de dólares a la campaña electoral de Trump y uno de tantos ejemplos que pueden citarse de la atención a su influencia puede verse en el programa espacial de Estados Unidos.

La agencia espacial NASA, que abrió sus programas al sector privado hace ya dos décadas, tiene en marcha el Proyecto Artemis para un retorno de los humanos a la Luna. El nombre del programa se refiere a la hermana de Apolo –dios homenajeado con el primer programa de alunizajes humanos- y, al menos en los planes, incluirá por primera vez la participación de una mujer en la visita al satélite.

Pero Musk, que sueña con una misión a Marte, ya ha dicho que Artemis es “una distracción” y que impulsado por su empresa SpaceX, EE.UU. debería orientarse al planeta rojo.

¿Qué es DOGE?

Desde el punto de vista legal, DOGE no es un departamento, o ministerio, a la par de la docena de tales agencias que operan el gobierno de Estados Unidos. DOGE no fue autorizado por el Congreso, sus titulares y empleados no responden al escrutinio de los medios ni las quejas de los sindicatos de empleados públicos ni las preguntas del Congreso.

Después que Trump designó a Musk al frente de DOGE, la Casa Blanca ha dicho que Musk no es un empleado del gobierno, no regentea DOGE, y no tiene autoridad para hacerlo.

No obstante lo cual, Musk se refiere, con un plural mayestático, a “nosotros” cada vez que elogia la labor de la agencia que no existe legalmente y que él no encabeza.

Una investigación del diario The New York Times, identificó a más de cincuenta personas que trabajan en DOGE y señaló que “pocos de ellos tienen experiencia formal en Washington. Muchos son ingenieros de programación y todos parecen tener un mandato claro: achicar y trastornar el gobierno federal”.

Muchas de las operaciones de este equipo son opacas, el gobierno de Trump no ha divulgado información sobre la mayoría de su personal, y no es clara la extensión de sus actividades”, añadió el Times. “Por decreto, el presidente Trump trasladó al equipo desde la Oficina de Gestión y Presupuesto, donde estuvo alojado desde su creación, al interior de la Casa Blanca, una transición que cubrió efectivamente su labor de las leyes que pudieran dar al público una idea de sus operaciones”.

Musk y su equipo ya han intentado tener acceso a los registros del Departamento del Tesoro, el Servicio de Impuestos Internos, el Seguro Social y el programa gubernamental de subsidio de gastos médicos Medicare.

De esta manera el ímpetu “libertario” y antigubernamental del trumpismo consolida en manos del poder ejecutivo un control de la información sobre cientos de millones de ciudadanos con propósitos hasta ahora no explicados.

Una investigación de la plataforma Wired encontró que “algunos funcionarios de DOGE reciben jugosos salarios financiados por los contribuyentes en las mismas agencias federales que están desmantelando”.

Como ejempls, Wired mencionó a Jeremy Lewin, uno de los agentes de DOGE a cargo de la poda de la Agencia estadounidense de Asistencia Internacional (USAID), con un sueldo anual de 167.000 dólares, y de Kyle Schutt, un ingeniero de programas en la Agencia de Ciberseguridad e infraestructura, con un sueldo de 195.000 dólares.

Dios ciega…

Musk le ha dado un rostro nítido al gobierno de los ricos, para los ricos y por los ricos, una audacia que requiere una fuente de poder enorme, sostenida e indeclinable.

Una de sus tácticas favoritas es el recurso de las encuestas en la red social X.

Recientemente hizo a los 200 millones de ‘seguidores’ en X una de tales encuestas con la pregunta “¿Debería exigirse que todos los empleados federales respondan con un correo a cinco puntos básicos sobre qué han hecho en la última semana?”

Según Musk, más de 1,2 millones de personas respondieron y el 70,6 % de los encuestados aprobó el requisito.

El público vota a favor de manera abrumadora”, comentó Musk.

La incógnita es si Musk manipula descaradamente una encuesta que carece de crédito, o si realmente cree en el resultado.

Una encuesta de Ipsos para el diario The Washington Post a mediados de febrero encontró que sólo el 34 % de los entrevistados aprobaba la labor de Musk, en tanto un 49 % la reprobaba.

Más del 55 % de los encuestados por Quinnipiac, también a mediados de febrero, opinó que Musk tiene demasiado poder en la toma de decisiones que afectan a Estados Unidos.

Musk es un “funcionario especial” que carece de base política propia. Nadie lo votó y su permanencia en el gobierno depende, en última instancia, de la conveniencia que en él vea el presidente Trump.

Esta semana el promedio de encuestas de Fivethirtyeight muestra que el 47,8 % de los estadounidenses aprueba la gestión del presidente Trump y el 47,7% la desaprueba.

La campaña muskiana de despidos masivos y atropello de agencias gubernamentales ha generado ya decenas de querellas legales de parte de gremios, organizaciones no gubernamentales y grupos de defensa de los derechos civiles y laborales. Esto ha frenado en algunos casos la avalancha de Musk mientras las causas recorren la senda hacia el Tribunal Supremo de Justicia.

Mientras Musk sueña con Marte y juega el papel de puedelotodo, Trump presta atención a las encuestas reales en la senda hacia las elecciones de medio término en noviembre.

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