Encuesta del CEP y el desafío democrático. Una fotografía oportuna

por La Nueva Mirada

La reciente encuesta dada a conocer por el Centro de Estudios Públicos (CEP) no sólo evidencia la profunda crisis de credibilidad y confianza en las instituciones – gobierno, parlamento, partidos políticos, poder judicial, FF.AA., Carabineros, y medios de comunicación – también una profunda brecha generacional entre jóvenes que nacieron en democracia y quienes vivieron en dictadura y protagonizaron el proceso de recuperación y transición democrática

 Ciertamente la tendencia predominante en las nuevas generaciones es leer el pasado con ojos del presente y visiones criticas del proceso de la transición democrática, asumiendo que sus protagonistas se quedaron “cortos” (algo que cunde en una visión autocrítica más generalizada) al administrar una institucionalidad condicionada y un modelo de desarrollo heredado del régimen dictatorial, sin una mayor voluntad de transformación y cambios más esenciales.

Este no es un fenómeno nuevo sino algo recurrente y casi natural en generaciones con diversas experiencias históricas, que asumen el pasado como un fracaso limitante y aspiran a cambiarlo todo. Aunque racionalmente se acepte que los países no parten de cero ni es posible refundarlos naturalmente, desde una hoja en blanco, sin los riesgos evidentes que el remedio resulte peor que le enfermedad.

La historia de los países se escribe con elementos de continuidad y ruptura con el pasado. Y así como el Chile de la dictadura no es el mismo del Chile democrático, ni en el plano institucional, económico o social, tampoco es posible leer los últimos 30 años exclusivamente como una historia absoluta de abusos, exclusiones y desigualdades, sin asumir los avances y transformaciones que han cambiado esencialmente al país en este periodo.

La historia de los países se escribe con elementos de continuidad y ruptura con el pasado.

La radicalidad y virulencia de la crítica al actual estado de cosas surge en el país que multiplicó por cinco su producto interno bruto liderando la región, mejoró cada uno de sus indicadores sociales y presenta uno de los mejores índices de desarrollo humano en la región, mientras se mantenían, haciéndose más evidentes, las profundas desigualdades sociales, la segregación, el abuso impuesto por una minoría que concentra y acumula riqueza, a la par de una corrupción institucional que acentúa la discriminación social en una cancha desequilibrada que evidencia la desigualdad de oportunidades.

Lo anterior contribuye a entender los actos de violencia que han acompañado las masivas movilizaciones sociales, aunque no alcance para justificarlas. Tampoco la violencia, institucional, represiva o contestataria, es nueva en nuestra historia.

Se puede argumentar que esta verdadera “rebelión popular” protagonizada, en parte importante, por sectores juveniles marginalizados (no central ni necesariamente en lo económico), con componentes de violencia justificada como respuesta a la brutal represión policial, es relativamente inédita en nuestro país en circunstancias de singular incapacidad, impericia y ausencia de criterio de Carabineros, institución aquejada por una ya prolongada y acentuada crisis de dirección y formación profesional. Por lo mismo la justificación, por la violencia de los manifestantes, tampoco alcanza para explicar el uso de la fuerza desmedida y las graves y generalizadas violaciones a los derechos humanos como las registradas en los últimos meses.

Por lo mismo la justificación, por la violencia de los manifestantes, tampoco alcanza para explicar el uso de la fuerza desmedida y las graves y generalizadas violaciones a los derechos humanos como las registradas en los últimos meses.

 Al igual de lo que sucede en otros países, esas diversas formas de violencia han estado presentes, con mayor o menor intensidad, a lo largo de nuestra historia, en el pasado reciente y más presente.

El dato realmente novedoso es la virulencia, extensión y masividad, que ha alcanzado la violencia en estos últimos tres meses. La represiva, con su triste secuela de muertes, heridos, graves lesionados y abusados (as) y la contestaria, con daños mayores en estaciones del Metro capitalino, negocios asaltados o quemados, monumentos públicos destruidos y comisarías atacadas en diversas comunas del país.

El dato realmente novedoso es la virulencia, extensión y masividad, que ha alcanzado la violencia en estos últimos tres meses.

Este fenómeno social no es ajeno al acentuado divorcio de población principalmente joven con la política institucional, identificada como adversario estatal en sus distintos poderes y organismos (incluido el parlamento) y que se materializa en un combate frontal declarado contra el modelo económico y todo aquello que represente el orden imperante y la fuerza represiva del Estado.

Este fenómeno social no es ajeno al acentuado divorcio de población principalmente joven con la política institucional

Las anomias sociales y los desafíos de la democracia

En una reciente columna de opinión, el sociólogo Eugenio Tironi se refería a otros fenómenos sociales que aborda la reciente encuesta del CEP. Entre ellos la disociación entre el grado de satisfacción con la vida personal- relativamente alto- y la negativa percepción acerca de la situación del país. A ello el analista Tironi, sumaba un espíritu depresivo que parecería instalarse respecto del futuro del país y que podría resumirse en la idea que todo lo que hicimos en el pasado está mal, el país está en decadencia y vamos hacia un desastre.

A ello el analista Tironi, sumaba un espíritu depresivo que parecería instalarse respecto del futuro del país y que podría resumirse en la idea que todo lo que hicimos en el pasado está mal, el país está en decadencia y vamos hacia un desastre.

De allí, también se refería al fenómeno de la desintermediación, centrado en el rechazo a todo intento de jerarquización, ordenamiento o priorización de las demandas individuales o colectivas por parte del sistema político, representantes populares o medios de comunicación.

Es más que evidente que con ese diagnóstico – particularmente en lo referido a un supuesto espíritu depresivo – resulte punto menos que imposible y ciertamente un desafío monumental ofrecer caminos de solución a una crisis que requiere de diálogo social y político, además de voluntad de construir acuerdos, como lo demanda la mayoría de los chilenos, según revela la misma y referida encuesta del CEP.

Es más que evidente que con ese diagnóstico – particularmente en lo referido a un supuesto espíritu depresivo – resulte punto menos que imposible y ciertamente un desafío monumental ofrecer caminos de solución a una crisis que requiere de diálogo social y político, además de voluntad de construir acuerdos, como lo demanda la mayoría de los chilenos, según revela la misma y referida encuesta del CEP.

La pregunta de fondo es a qué aspira la mayoría de los chilenos. Esos que respaldan  las movilizaciones pero que rechazan la violencia, venga de donde venga. Una mayoría respalda el sistema democrático como la mejor forma de gobierno, pero desconfía de las instituciones. Esa mayoría favorece las opciones de diálogo y búsqueda de acuerdos por sobre la confrontación.

 No hay democracia sin partidos o instituciones y el país vive un proceso creciente de polarización. Entonces parece más que urgente definir el tipo de democracia que queremos.

 No hay democracia sin partidos o instituciones y el país vive un proceso creciente de polarización. Entonces parece más que urgente definir el tipo de democracia que queremos.

El proceso constituyente por llegar es un desafío mayor y ofrece una gran oportunidad. Lo es para para redactar una nueva constitución, legítima en su origen y homogéneamente democrática en sus contenidos, que supere los rasgos autoritarios y excesivamente conservadores que contiene la tan cuestionada y vigente. El plebiscito del próximo abril es la oportunidad para que la mayoría de los chilenos exprese su voluntad y viabilice el camino para un nuevo y legítimo orden democrático.

El plebiscito del próximo abril es la oportunidad para que la mayoría de los chilenos exprese su voluntad y viabilice el camino para un nuevo y legítimo orden democrático.

La extendida y masiva movilización social desde del 18 de octubre ha condicionado avances muy significativos (ver artículo de economía) pero es más que evidente que el país, incluyendo a los muy cuestionados gobierno, parlamento y sistema político en su conjunto, están desafiados a ofrecer soluciones mucho más sustantivas a las principales demandas ciudadanas, entre ellas una reforma sustantiva al sistema previsional, educacional, de salud y salarios.

es más que evidente que el país, incluyendo a los muy cuestionados gobierno, parlamento y sistema político en su conjunto, están desafiados a ofrecer soluciones mucho más sustantivas a las principales demandas ciudadanas, entre ellas una reforma sustantiva al sistema previsional, educacional, de salud y salarios.

La crisis representa una oportunidad de dar un salto al futuro, acentuando los avances y rectificando errores, tropiezos e insuficiencias. No todo el pasado representa un fracaso colosal, ni estamos condenados a la decadencia o el desastre. A lo largo de su historia el país ha superado grandes crisis y desastres, incluido el quiebre de nuestro sistema democrático en 1973.

No todo el pasado representa un fracaso colosal, ni estamos condenados a la decadencia o el desastre. A lo largo de su historia el país ha superado grandes crisis y desastres, incluido el quiebre de nuestro sistema democrático en 1973.

Hoy como ayer el país, incluyendo los liderazgos cuestionados en la mayoría de los ámbitos y sin negar el nivel de incertidumbre reinante, enfrenta un desafío mayor. En esa perspectiva, aunque la atmósfera social es cambiante, como lo demuestran las prioridades que marca la mayoría de los chilenos (según la reconocida encuesta CEP) desarmando un discurso oficial y mediático que imperó hasta el 18 O, el pesimismo de algunos parece mal consejero para emprender el desafío de una democracia legítima, con todas sus naturales contradicciones y tensiones propias de los cambios de época histórica.

el pesimismo de algunos parece mal consejero para emprender el desafío de una democracia legítima, con todas sus naturales contradicciones y tensiones propias de los cambios de época histórica.

En definitiva, como la imagen de este artículo, el referido estudio de opinión ciudadana puede ser una fotografía oportuna.

En definitiva, como la imagen de este artículo, el referido estudio de opinión ciudadana puede ser una fotografía oportuna.

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