Como en la Roma justinianea, en que el Conde Belisario nunca rehusaba presentar batalla en la mayor desventaja, en tanto eligiera el lugar y el momento de entrar en combate, Pedro Sánchez, a menos de 24 horas de que se conocieran los resultados de las elecciones regionales y locales, anunció la disolución de las cortes y la convocatoria a elecciones generales para el 23 de Julio.
Y así les cortó el rollo. Lo que parecía convertirse en un delirio derechista y una orgía de revanchismo político, se consumió en el desconcierto, y las conversaciones terminaron abruptamente de especular sobre la derrota del gobierno para iniciar a tientas, otras, sobre las próximas elecciones.
El presidente manejó con deleite de artesano el factor sorpresa y mostró valor y audacia política. Al adelantar el momento de la decisión final descolocó al PP y también a sus propios aliados: el PP no podrá sangrar lentamente al toro para que el matador pueda batirlo y a la izquierda de Juntas Podemos porque los obliga a resolver sus disputas en los próximos días. Ahora todo pende de un hilo.
Pero, primeramente, hay que sacar las cuentas: En las tontas, el Partido Socialista solo había perdido tres puntos; en las políticas, el principal partido de gobierno, el PSOE, no solo ha perdido votos en la mitad de las capitales, sino que de 25 ayuntamientos que había conseguido en el año 2019 baja a solo 14. Algunos tan emblemáticos como las de Sevilla, Granada, Segovia y Valencia. Y lo que es más importante los socialistas pierden el gobierno de las Comunidades autónomas de Aragón, Baleares, La Rioja, Extremadura y la Comunidad Valenciana.
Un fracaso sin paliativos, pero no tan fácil de explicar.
España es una de las pocas economías de Europa que sale de la crisis de la pandemia con un crecimiento lento pero sostenido, y respecto del cual el Banco de España ha tenido que rectificar dos veces, y las dos porque la realidad ha superado las proyecciones de crecimiento, estimándose que este año llegará a una cifra cercana a +1,3% y +2,2% el 2024, mientras Alemania, (el motor de la economía europea) por ejemplo, se declara en recesión técnica.
Y no solo eso: España en las peores condiciones exógenas no solo ha podido revertir las tendencias a la pérdida de empleo, sino superarlas y vencerlas, como lo muestra el que hoy tenga la mejor cifra histórica de afiliados a la Seguridad Social. Y todo ello se hizo por el camino proscrito por los neoliberales: aumentando el salario mínimo, e implementando una reforma laboral pro-trabajador, que devolvió a los ciudadanos españoles varios de los derechos perdidos por la contrarreforma laboral de los populares.
La cosecha legislativa ha sido también buena y destaca por su impronta progresista: Además del incremento del salario mínimo y la reforma laboral progresista, están la ley de vivienda; la ley de regularización de la eutanasia; el ingreso mínimo vital; la ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual; el plan operativo para la protección de los derechos humanos de mujeres y víctimas de la trata, la bajada del IVA del diez por ciento al cuatro por ciento de los productos de higiene femenina, preservativos y anticonceptivos no medicinales. Agréguese el incremento de las pensiones; entre otras muchas.
¿Por qué perdió entonces?
En primer lugar, no se puede desconocer que Pedro Sánchez, cometió errores de bulto en la campaña como poner en clave nacional la contienda electoral (como quería la oposición) sometiendo así el escrutinio sobre la gestión de los municipios y comunidades autónomas gobernados por socialistas a la valoración del gobierno central. Peor aún, en los días previos a la elección se realizaron muchas iniciativas legales de última hora anunciadas en mítines eleccionarios que a ratos parecía la puja de una feria, ofreciendo beneficios a jóvenes, ancianos, consumidores, etc.
Pero hay también una razón más desconocida y que en muchas partes sirve de combustible a las formaciones populistas de ultraderecha: la gente, aunque no sepa articular bien su malestar social, siente una nostalgia de los tiempos inmediatamente anteriores, en que podía esperar del crecimiento de sus economías beneficios que aseguraban un trabajo estable, adquirir una vivienda, tener salud y educación gratuita y de buena calidad, pensiones dignas, vacaciones y que ello no repercutiera en los impuestos.
Esa misma gente al observar que ese mundo se va demoliendo delante de sus ojos, se pone en guardia a los cambios que afectaron ese mundo en el que encontraba seguridad y cobijo. Y como resulta complejo entender que hay un mundo que está experimentando quiebres muy profundos en todo el tejido social, cultural, y en las estructuras económicas de los países desarrollados, tiende a buscar culpables de la pérdida de ese mundo protector y amigable. Así aparecen los inmigrantes, la ideología de género, los terroristas musulmanes, las pandillas, y toda clase de nuevos enemigos a eliminar.
Donald Trump fue el primero en implementarlo con éxito porque también comprendió más y mejor que nadie que si identificaba a China y la invasión de sus productos baratos, masivos y arrolladores, junto a los inmigrantes -para él- igualmente invasivos, como la causa de todos los males la gente encontraría por fin el chivo expiatorio que necesita. La industria de la mentira puso el resto.
Lo siguieron Bolsonaro y otros y la derecha empezó a articular discursos ideológicos con una mezcla imbatible de nacionalismo xenófobo, anti-izquierdismo, patriarcalismo y miedo.
Así ocurrió en España. Usando como pretexto que como Pedro Sánchez había llegado al poder mediante un voto de censura, y después que cuando ganó las elecciones para gobernar debía hacerlo en coalición con partidos izquierdistas, las derechas calificaron al gobierno como un gobierno ilegítimo.
En ese contexto ideológico, encontraron el pretexto para cultivar la bronca, la crispación, el insulto directo, la grosería, para mostrar que -en la democracia televisiva de estos tiempos- se podía desafiar directa y brutalmente al poder constituido.
El paso siguiente fue convertir falsa pero convincentemente, todo apoyo a las iniciativas legislativas progresistas que tuviese el apoyo de BILDU, ERC, u otro partido catalán o vasco en una suerte de pactos independentistas para azuzar el chovinismo más trasnochado.
Perdido el respeto por las autoridades y las instituciones todo era más fácil. Era cosa de esperar que los errores no forzados, las contradicciones y las inconsistencias públicas de la coalición hicieran su parte. Y, como era de esperar, no tardaron en manifestarse.
Eso explica que la coalición progresista, que tenía a su izquierda a Unidas Podemos, se desfondase con mayor virulencia por ese lado, en las elecciones del 28 de mayo: PODEMOS pierde la inmensa mayoría de su poder territorial, quedándose con solo 14 diputados autonómicos y perdiendo toda su presencia en gobiernos autonómicos de España con la sola excepción de Navarra. O sea, PODEMOS no pudo, SUMAR no sumó, porque JUNTAS no estuvieron. Y durante la campaña, hicieron todo lo que estuvo en sus manos para que los ciudadanos se enteraran de que no se querían y no estaban juntos.
Hubo otras causas que explican el desastre izquierdista.
La alianza izquierdista compuesta por Juntas Podemos e Izquierda Unida estaban en el gobierno en ministerios diferentes y también resultados muy diferentes. Porque mientras Yolanda Díaz ministra del Trabajo y segunda vicepresidenta del gobierno obtenía las mejores valoraciones de la opinión pública, como consecuencia de sus éxitos indiscutibles en la implementación de medidas y leyes orientadas a la protección laboral y social; las ministras Ione Belarra e Irene Montero, de Derechos Sociales e Igualdad, respectivamente, eran las ministras peor evaluadas por la ciudadanía. Con escasa prolijidad en la gestión política Irene Montero no supo administrar con inteligencia y humildad los errores en la redacción de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual también conocida como «Ley solo sí es sí», que elimina la distinción entre abuso y agresión sexual, y que tuvo como consecuencia directa, la puesta en libertad de decenas de reos condenados por violaciones y otros delitos de agresión sexual con las mujeres. La ministra, en vez de reaccionar con prontitud y valentía para enmendar el error, mostró tal arrogancia infantil que finalmente hubo de ser el propio presidente que hiciera ambas cosas: modificar el texto y pedir perdón. Pero ya el mal estaba hecho y la derecha se dio un festín. Las elecciones le pasaron la factura a Podemos que prácticamente desaparece de varias comunidades autónomas.
La derecha, cosechó, en cambio, un sonado éxito, incrementando su número de votos, parlamentarios, y gobiernos autónomos: El Partido Popular arrebató a los socialistas casi todo el poder autonómico. Los populares lograron recuperar gran parte de los gobiernos autónomos en manos de los socialistas, aunque necesitarán a VOX para gobernar en varias comunidades autónomas como la comunidad Valenciana, Cantabria, Baleares, Extremadura y Aragón. La presidenta de la comunidad autónoma de Madrid Isabel Días Ayuso arrasó consiguiendo la mayoría absoluta para gobernar en solitario al igual que el alcalde de la capital José Luis Martínez-Almeida, ambos populares.
Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente político es, probablemente, el partido VOX, la ultraderecha española, el que consigue, a mi juicio, el éxito mayor: a la generosidad de los números (VOX consigue entrar en todos los parlamentos autonómicos y se convierte en un partido clave para permitir el gobierno del PP en 6 comunidades autónomas.
Pasó de ser a nivel municipal del quinto a tercer puesto entre los partidos más votados, doblando su votación anterior, consiguiendo 1,5 millones de votos, y 1700 concejales), debe agregarse el que se convierte en la bisagra sagrada: Sin VOX el PARTIDO POPULAR no suma la mayoría absoluta de parlamentarios y por tanto no gobierna. Así de simple. Tiene en sus manos el futuro de la derecha.
Esta realidad política, empero, provoca otra de signo contrario: si el PP se junta a VOX no puede pactar con nadie más: La derecha vasca y catalana no aceptarán jamás un gobierno de ultraderecha porque eso sería posibilitar un gobierno hostil cuando no enemigo de sus respectivos países o regiones.
Por eso, los problemas del futuro y el futuro de los populares, vendrá de sus monstruos engendrados: la posibilidad de radicalizar nuevamente a los catalanes; empujar a los vascos a fortalecer las alternativas abertzales; radicalizar a la izquierda social.
Y si bien es cierto que han cambiado las tornas ideológicas de movilización social no es menos cierto que los problemas estructurales que se encuentran en las aguas profundas siguen siendo los mismos: el vaciamiento de los pueblos; el envejecimiento de la población y la crisis de la seguridad social futura; la desestructuración que en el mercado inmobiliario ha provocado la industria turística; la depresión de las posibilidades de realización laboral y profesional de los jóvenes; la obsolescencia de las empresas españolas rezagadas en la internalización de la robotización de sus procesos; la vergonzosa lacra de los femicidios; las consecuencias del cambio climático y las atrocidades antiecológicas como el Parque de Doñana; la carencia de una legislación adecuada y eficiente para regularizar a los inmigrantes, etc.
Para superarlos se necesita de amplios consensos, pero ese camino fue dinamitado por el Partido Popular que en su deriva de competir con VOX, lo llevó a la política suicida de negar la sal y el agua al gobierno de la España que hoy pretende gobernar.
Ahora, la batalla final se presenta con un Partido Popular que según la demoscopía se encuentra con ventaja sobre los socialistas, pero necesitará de los escaños de VOX para formar gobierno. Sin embargo, esa posibilidad podría ahuyentar votos potenciales de traspaso del desaparecido partido Ciudadanos hacia el PP y movilizar al PSOE los votos de centro.
Sin embargo, en lo que todos los sondeos y análisis coinciden es que si SUMAR y PODEMOS van en una sola lista, el PP y VOX no alcanzarán la mayoría absoluta para gobernar, porque la izquierda no socialista sería la tercera fuerza política, y VOX la cuarta.
Eso, probablemente, obligaría a repetir las elecciones y allí, Sánchez, podría movilizar en su caladero los votos indecisos.
Si eso ocurre, seré el primero en llamarle Pedro el Grande (todos los que lo hagan después de mí me habrán copiado) y si no ocurre y pierde, se retirará de la política contingente de España, y al poco tiempo, podrá decir como el caudillo castellano cuando partía al exilio:
“non sentiredes mi ausencia
Fasta la primer batalla
Que el bien no es necesario
Fasta que nos face falta”
(Mio Cid)
1 comment
“Mediafare” 1, democracia 0. Sin duda Sánchez es un gran estratega, animal político puro, habrá que esperar el resultado de las nuevas elecciones, pero nada hay que esperar de los mass media y sus estrechos lazos con la derecha española. También hay que esperar cuando la historia nos cuente la manera vil e intransigente con la que han querido desaparecer a PODEMOS.