Inventando almas.
Hace unos meses, un conocido y reconocido comentarista con nombre de humorista, recriminaba a diversos músicos de haber politizado el folclore. En el saco cabían desde Violeta Parra hasta Eduardo Gatti. La crítica también involucraba al expresidente Piñera quien, para una celebración en La Moneda, había invitado a Los Jaivas y no a Los Quincheros. Estos últimos, excelsos folkloristas, jamás habían involucrado su música con el qué hacer político. Curiosa la reflexión de este columnista, puesto que el folklore, como toda obra humana, tiene un punto de vista, es decir, es política. Más allá de que cualquiera puede decir lo que desee, se omitirán las observaciones del circunspecto crítico para centrarse en parte de la obra de algunos autores.
El folclor (o folklor) viene del inglés folk, «pueblo», y lore, «acervo», «saber» o «conocimiento».Es el cuerpo expresivo de una cultura compartida por un grupo particular de personas e incluye tradiciones orales, como cuentos, leyendas, proverbios, chistes, música tradicional y cultura material, desde los estilos de construcciones tradicionales hasta los juguetes hechos a mano. El término fue acuñado en 1845 por el inglés William Thoms (1803-1885) y su objetivo era denominar lo que, hasta entonces, se llamaba «antigüedades populares» o «literatura popular».
Respecto de la política, no olvidemos que Franz Fanon, (1925 – 1961), en su obra “Los condenados de la tierra”, dice: “hacer política es inventar almas” ¿Podemos decir que esa no es también la función del folklore?
Todo pueblo requiere dar a conocer su voz y establecer la construcción de su mundo, tanto imaginario como real. A esto se refiere el estudioso del folklore Oreste Plath (1907 – 1996) en su libro: “Folklore chileno” publicado por la Biblioteca Nacional en 1962, donde dice:
“El pueblo chileno es un complejo mosaico en que se han incorporado, sobre una base indígena araucana, con menor o mayor fuerza, rasgos de la tradición indígena quechua y de la cultura hispánica. Además, habría que considerar la entremezcla de poblaciones de muy diversos orígenes que contribuyeron a la formación de los pueblos americanos. Múltiples transculturaciones se notan en los países de América, donde se juntaron en sus arremolinadas confluencias, viejos decires y haceres” (Pág. 7)
Más adelante, Plath destaca cuales son algunas de esas comunidades que constituyen lo chileno:
“Chile, con sus variadas zonas, climas y caracteres geográficos, presenta distintas actividades a la vez que una curiosa gama del tipo laboral. En los minerales está el trabajador del salitre, cobre, azufre, plata, bórax, sal, carbón. El minero es lavador de oro, como cateador, barretero, tropero y marucho. En la agricultura está el huaso costino o cordillerano, el peón, el mejorero o inquilino, el gañan, el arriero y el carretero. En el mar, en la costa, el pescador, el mariscador, el balsero de Chiloé o del Maule; el lobero, el nutriero, el cazador de ballenas, Los buzos, el trabajador del guano blanco y rojo, el vaporino, el botero, el cargador de los puertos. En la montaña, el; el baqueano; en la zona de los bosques, los aserraderos, el trabajador de la madera; en el extremo sur, loa ovejeros, los puesteros. Y de Norte a Sur, el roto que viaja por todo el país sin ningún oficio es maestro sin maestría. Este roto sabe ser pampino en la pampa, en el ejército, saldado, milico; y carrilano en el ferrocarril. La ciudad, como la calle, tiene sus personajes, sus tipos populares: los vendedores callejeros. El comerciante ambulante es una estampa característica que puede estar determinada por su actividad, su vestimenta, su picardía.” (Pág. 11/12)
¿Alguien puede decir que cada uno de estos grupos humanos no tiene una voz propia y un mundo representado que los identifica y distingue?
Con los pies en la tierra
Al revisar el folklore en sus distintas realidades notaremos que la tierra es un elemento fundante.
Nuestras percepciones de la tierra no son sólo una respuesta al mundo exterior, sino también forman parte de una causa y un efecto cultural. El significado y el valor de la tierra van a cambiar respecto de nuestro estado actual. En nuestro país, la diferencia de apreciaciones sobre la tierra se hace evidente al observar la relación que tienen con ella las poblaciones rurales y las urbanas. La correspondencia con la madre tierra es uno de los orígenes de los conflictos con los pueblos ancestrales. El mapuche es el hombre de la tierra. Ángel Parra cantaba, en los años 70, diciendo que mapu significa tierra.
La tierra está iluminada con un sentimiento de soberanía y jurisdicción. Estos factores influyen en las actitudes con respecto al uso de la tierra y la manera en que se gestiona. Es por lo anterior que mantenerla en estado saludable es una contribución esencial a la seguridad humana: acceso a alimentos y agua, estabilidad del empleo y los medios de subsistencia, resiliencia ante el cambio climático y los fenómenos climáticos extremos y, en última instancia, estabilidad social y política.
La relación con la tierra es uno de los conceptos donde se manifiesta el punto de vista. Lo primero que se debe destacar es que “la tierra” es femenina y no pocas veces hemos visto un trato patriarcal sobre ella. El cantante Arturo Millán, en uno de los primeros festivales de Viña post golpe, cantaba “Tierra, tierra, que bonita es mi tierra” Enfatizando el adjetivo posesivo “mi”.
Profundizando lo anterior, se tomará una estrofa de la conocida tonada “Campo lindo” de Los Quincheros, que nos emociona diciendo:
Tengo mi rancho en el cerro,
entre un sauce y un rosal.
Tengo mi perro en fortuna
y mi caballo alazán.
Tengo un arroyo que canta,
cuando me riega el trigal,
pero no estoy muy contento…
Aquí se propone una relación concreta con la tierra. Observamos la constante utilización del verbo “tener” en primera persona singular. La voz hablante es clara y nos relata: Yo poseo un rancho, un perro, un caballo y un arroyo que le canta. Lo define como un campo bueno, para él lo es; sin embargo aclara que no está muy contento porque le falta una mujer: “pero cuando tenga dueña, campo lindo lo voy a llamar”. Esta visión de la tierra, como se decía más arriba, forma parte de una causa y un efecto cultural.
El hablante requiere de otra posesión. Otra fémina.
Esta canción de Los Quincheros se debe haber escuchado en el mismo tiempo – y en las mismas radios -que el tema del cantor uruguayo Daniel Viglietti, popularizado en Chile por Víctor Jara.
Yo pregunto si en la tierra
Nunca habrá pensado usted
Que si las manos son nuestras
Es nuestro lo que nos den
A desalambrar, a desalambrar
Que la tierra es nuestra
Es tuya y de aquel
De Pedro y María
De Juan y José.
Aquí tenemos la misma tierra, también en ella hay una posesión, pero el sujeto poseedor se colectiviza. La tierra ya no es sólo mía, sino es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María de Juan y José. Para su posesión ideal, para transformarse en el campo lindo, no se necesita una mujer o dueña, sino en una acción concreta, la que está señalada por el verbo activo “desalambrar”, sacar el alambre, liberar.
El anterior es sólo un ejemplo que encontramos a diario no solo en nuestra música folklórica, también está presente en otras áreas del acervo popular ya sean cuentos, leyendas, proverbios y chistes, Alguien puede negar que Condorito no plantea una visión de mundo o que la leyenda de El Trauco es neutra. Demás está decir que también están presentes en los otros géneros musicales.
Se puede decir, dependiendo de la valoración estética, que no hay otra que se la iguale, aunque busquen con vela y que en la Alameda de las delicias Chile limita al centro de la injusticia.Ambas cosas pueden ser ciertas. Lo que a estas alturas lamentamos es informarle al comentarista que, desde nuestro punto de vista, ambas canciones hablan del mismo país y que sólo las diferencia la mirada de su autor.