Los gobernadores de desconocidos deben pasar a ser reconocidos. Una agotadora discusión setentera de la política de alianzas. La voluntad popular tiene que manifestarse masivamente.
Ganaron la oposición y la abstención. La gran mayoría de los gobernadores electos el domingo 13 de junio son partidarios de la Constituyente y tratarán de mejorar la vida de los habitantes de Chile desde el gobierno de las regiones. Un nuevo e ineludible desafío. El centralismo y el presidencialismo no resolvieron desigualdades y desequilibrios que ya muy pocos desconocen. La sociedad ha madurado y la responsabilidad del gobernador puede evolucionar desde un gran desconocimiento a un bien reconocido y provechoso para la población. Ojalá sean apoyados por otros personeros que sienten celos políticos con la figura de los gobernadores elegidos directamente.
La gran abstención ante la reciente convocatoria se puede explicar con una diversidad de razones. Los votantes menos politizados no vieron los beneficios particulares de elegir Gores; la abirragada parrilla de elecciones de este año derivó en un asunto monótono sin consecuencias para mucha gente atrapada y sin salida en las poderosas consecuencias de la pandemia. La polémica electoral entre los dirigentes opositores, salvo excepciones, asemejó a un bochinche por autoproclamarse despreciando la construcción de mayorías. Ello podría continuar hasta las primarias. El ring de calificación está en la plaza pública. La gente formada en el binominal se intranquiliza con la variedad de enjuiciamientos, mientras los emergentes buscan distinguirse en su viraje. Una de las consecuencias es la división de las izquierdas, evidenciando una dificultad para construir mayoría y gobernar con el apoyo de la población para controlar la pandemia, e impulsar un desarrollo que permita salir de las crisis que profundizó la derecha.
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Si no fuera porque el gobierno tiene el control presupuestario y la represión nadie se referiría a él. El pueblo no siente que alguien gobierne ni la crisis sanitaria ni la política, y en lo económico está demostrado que Piñera es un entusiasta del litigio. Mantuvo al senado esperando durante semanas por lo obvio e inevitable. Confundiendo a la población con regateos y corre corres sin sentido, para una población que está dispuesta a ordenarse relativamente frente a la pandemia, pero que ve alarmada como su situación laboral e ingresos empeora. Los gobernantes lucen cansados sin iniciativa ni capacidad para resolver los problemas diarios que angustian lo cotidiano. Las deudas bancarias y comerciales mantienen a la población en una precariedad forzada. Se instalaba la costumbre de sacrificar el futuro hasta que llegó la pandemia y el presente se hizo más angustioso y duro. Ya no había futuro. Así es difícil volver a confiar en las mismas promesas. Entonces muchos prefieren abstenerse ante un poder que no los acoge y solo les impone deberes. Así los electos lo consiguen con la participación de pocos, satisfechos y principalmente insatisfechos que se resisten a nuevos cantos de sirena.
Lo que ocurrió con los votos emitidos en la elección de gobernadores no permite proyecciones contundentes, ni marca suficientes tendencias para la próxima contienda presidencial. Hasta los que no fueron a votar por gobernadores sabían que la DC se postularía a las presidenciales. Las y los presidenciables se medirán en sus propios procesos; primarias, primera vuelta, debates, mediciones y análisis de opinión publica a partir de esa dinámica.
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Hoy agota la persistencia de una discusión algo “setentera”, donde, como en aquellos tiempos pretéritos, se perpetúan polémicas por unas comas de más o menos. Los jóvenes y las mujeres que se han expuesto tanto durante la última década en búsqueda de un proyecto más inclusivo y crítico no deberían imitar este cacareo que pierde sentido en la realidad del este siglo. Urgen hoy procesos masivos y luchas decididas por la tolerancia, la diversidad y los cambios económicos para el desarrollo social.
Así no es ocioso analizar los votos que no se obtuvieron y la tendencia prolongada a la abstención. Resulta estéril pensar que la comunicación resuelve lo que no hace la política. Como hizo TVN el día de las elecciones, exhibiendo unos cuadros de los resultados electorales, atribuyendo los votos de lo(a)s candidato(a)s a los partidos, en circunstancias que se trataba de postulantes de coaliciones y que las segundas vueltas se caracterizan por la votación cruzada. La abstención es un problema político contundente para un país donde las fuerzas políticas tradicionales y emergentes han optado por la democracia, la alternancia, las elecciones periódicas y el pluralismo para constituir gobiernos. La participación mayoritaria es un desafío trascendente de la democracia chilena y no se resuelve con una decisión administrativa.