Inventariando el amor en Benedetti

por Karen Punaro Majluf

Su obra no puede analizarse sólo como literatura y dejar de lado el carácter político- social. Lo que sí es una constante es el amor, y es que para él no existió más mujer que Luz; su musa, esposa y compañera eterna. 

“(…) Cuando la conocí

tenía apenas doce años y negras trenzas

y un perro atorrante que a todos nos servía de felpudo.

Yo tenía catorce y ni siquiera perro

calculé mentalmente futuro y arrecifes

y supe que me estaba destinada

mejor dicho que yo era el destinado

todavía no sé cuál es la diferencia

así y todo tardé seis años en decírselo

y ella un minuto y medio en aceptarlo (…)”

(Fragmento de “Bodas y Perlas” de El amor, las mujeres y la vida).


   Cumpliendo 30 años junto a la que fue el gran y único amor de su vida, Mario Benedetti le escribe el poema “Bodas y Perlas” a Luz López, recordando el día en que se conocieron para ya no volver a separarse nunca más. Si bien tuvieron períodos de distancia física, cuando el estuvo exiliado y ella se quedó en Montevideo cuidando de la madre del escritor; siempre se mantuvieron unidos, a través de cartas y con la certeza de que lo de ellos trascendía lo banal.

Es una pareja que está basada en ese pacto de confianza y en una especie de pacto del amor, un amor diferente, un amor casi de compañeros que construyen una vida a partir de lo que la vida les da, (…) esta relación (…) no está basada en emociones pasajeras. Públicamente no eran una pareja afectiva, amorosa del contacto físico y de la demostración permanente en público. (…) Su vínculo está basado, utilizando dichos de Mario, en “amores a largo plazo” y esto se ve reflejado en la relación que tuvieron”, explica Andrés Varela, director del documental Benedetti, 60 años con Luz.

Pero para comprender por qué Benedetti y Luz tuvieron esa relación tan duradera, es necesario adentrarse en la biografía del escritor uruguayo; quien pasó desde estudiar en un colegio alemán de elite a ver como su padre tras perderlo todo se reconstruyó desde la miseria, siendo un referente constante en su obra.

De Julio Verne a Emilio Salgari

Benedetti aprendió a leer a los cinco años y desde ese entonces se convirtió en un devorador de aventuras, pasando de Julio Verne a Emilio Salgari. El futuro escritor nació en 1920 en Tacuarembó  (la misma ciudad uruguaya que muchos afirman es de donde viene Carlos Gardel) en una familia que ensamblaba las costumbres de la bohemia con la élite cultural.

Sus padres lo bautizaron como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, casi como si de la realeza se tratara. Y es que su madre, Matilde, provenía de una familia acomodada que acostumbraba a viajar a París como la tradición latinoamericana exigía para los miembros de la élite. Retrocediendo en el árbol genealógico, la abuela del escritor, Pastrora Rus, nació en Marsella, no fue querida por la familia, enviudó dos veces y su muerte dio origen al cuento “Retrato de Elisa en 1956.


“(…) Pero Elisa no había tenido en cuenta el sexo. Es cierto que en sus dos matrimonios había disfrutado menos que una tabla. Pero las hijas estaban mejor dotadas y no desperdiciaban sus buenas noches. Los yernos eran derrotados en la vigilia con los argumentos que ponía Elisa en labios de sus hijas, pero vencían en el lecho con los argumentos que les diera Dios. Era —es cierto— una lucha despareja. Con vergüenza, pero sin titubeos, con la convicción de que se jugaban en eso su más deseado placer, las hijas le suplicaron que no viniera más, que preferían ir ellas a verla de cuando en cuando. Josefa, que había sido su preferida, no apareció nunca, pero Clarita a veces le escribía o se encontraba con ella en el Centro (…)”.

(Fragmento).


En cuanto al padre, Brenno Benedetti, enólogo y químico, venía de una familia italiana que había dejado todo por arriesgarse a trabajar con Francisco Piria, un empresario dueño de negocios inmobiliarios, un hotel y bodegas. Y quizá es porque así lo vivió desde niño es que no dudó en comprar una farmacia en Tacuarembó para independizarse… negocio que lo llevó a la quiebra. 

En Tacuarembó ocurrirían algunos hechos que marcarían de un modo indeleble la vida familiar. El padre decide independizarse laboralmente y compra en el centro de la ciudad la farmacia Magnone, que, a pesar de tener enfrente la competencia de otra, parecía un buen negocio. De este modo, tendrán una amplia casa, además de las dependencias adyacentes a la farmacia. Pero la estafa sufrida cuando descubre un negocio vaciado enteramente de medicamentos por su anterior propietario hunde a Brenno Benedetti en una quiebra económica reconocida por él en la Liga Comercial, ante la cual deberá responder con cualquier ingreso que vaya a tener en los años siguientes”, explica Hortensia Campanella en Mario Benedetti, un mito discretísimo: biografía.

Fueron tiempos de escasez que terminaron cuando Brenno descubre una fórmula para ganar en la ruleta; actividad que no convirtió en vicio, sino que sólo jugaba hasta obtener lo necesario para vivir durante un mes. En este período Mario Benedetti es inscrito en el Colegio Alemán, algo fuera de lo común en el Uruguay de los años ‘20 que privilegiaba la educación pública, de excelencia, gratuita y laica.

A los ocho años dejó de ser hijo único, mas nunca sintió celos de Raúl sino que más bien fue su compañero de juegos y luego un compañero de vida, amigo y cómplice. Entrando en la adolescencia deja el Colegio Alemán e ingresa al bachillerato en un instituto público, el Liceo N.° 2 Héctor Miranda, el cual abandona a mitad de año. “A partir de ese momento la educación (…) dependerá exclusivamente de su libre esfuerzo y disciplina, y de la antigua pasión por la lectura”, señala Campanella. Y, lo que sería más trascendental en esta fase, conoce a Luz López.


“(…) la conocida sombra de nuestros cuerpos

ya no acaba en nosotros

sigue por cualquier suelo cualquier orilla

hasta alcanzar lo real escandaloso

y lamer con lealtad los restos de silencio

que también integran nuestro largo amor (…)”

(Fragmento de “Bodas y Perlas” de El amor, las mujeres y la vida).

Largo camino al éxito

Para llevar adelante su noviazgo, Benedetti debe trabajar en tres empleos simultáneos: encargado de ventas, taquígrafo y traductor; además fue vendedor viajero de libros. El exceso de esfuerzo físico lo debilita y enferma de tifus y se le acrecienta el asma. 

De esta época destaca una anécdota, ya que una vez recuperado Benedetti acude a un centro de fotografías a retratarse, en donde el encargado le solicita colgar su imagen en la entrada de su negocio pues sería una perfecta foto de tuberculoso”. Corría 1940 y entra a trabajar a la Contaduría General de la Nación, en donde haciendo su mayor esfuerzo logra mantenerse durante cinco años.

La renuncia coincide con la publicación de su primer libro en 1945 –pagada por él-, un poemario que tituló La víspera indeleble y que en su portada llevaba un dibujo hecho por Luz.  De esta obra no existe segunda edición ni tampoco recuento de los versos, pues Benedetti renegó de él. Un año después la pareja se casa y recorren Europa junto a los padres de ella, paralelamente trabajaba para el semanario Marchaen donde se forma como periodista junto a Carlos Quijano.

Tuvieron que pasar ocho años para que la crítica –y el mismo Benedetti- reconociera el talento del uruguayo en Poemas de oficina, obra con la que hizo estallar los cánones establecidos “al cultivar unos motivos considerados hasta entonces como no poéticos”, explica Jaime Ibañez, en su texto Poemas de la oficina: La poesía burocrática de Mario Benedetti”. 


“ (…) Voy a cerrar la tarde/ se acabó/ no trabajo/ tiene la culpa el cielo/ que urge como un río/ tiene la culpa el aire/ que está ansioso y no cambia/ se acabó/ no trabajo/ tengo los dedos blandos/ la cabeza remota/ tengo los ojos llenos/ de sueños/ yo que sé/ veo sólo paredes/ se acabó/ no trabajo/ paredes con reproches/ con órdenes/ con rabia/ pobrecitas paredes/ con un solo almanaque/ se acabó/ no trabajo/ que gira lentamente
/ dieciséis de diciembre (…)”.

(Fragmento de “Verano” de Poemas de oficina ). 


Benedetti afirma que entre 1945 y 1953 sus libros “como el de buena parte de los escritores de la época y anteriores, se editaban y permanecían en las editoriales durante varios meses almacenados en cajas sin venderse apenas, para posteriormente ser recogidos por sus autores que terminaban regalándolos o guardándolos en sus casas”. 

Posterior a Poemas de oficina los expertos le alabaron el llevar a las letras un retrato social cargado de críticas ante la injusticia de la desigualdad. La consolidación definitiva la obtuvo al publicar dos importantes novelas; La tregua (1960) y Gracias por el fuego (1965), y deja en evidencia la corrupción del periodismo como aparato de poder.

Los ‘70 llegaron convulsos y en 1973, tras el Golpe de Estado, Benedetti debe dejar Uruguay para exiliarse en Buenos Aires. Luego viajó a Perú desde donde lo deportaron, pero tras ser amnistiado se instaló en Cuba donde escribió los libros Con y sin nostalgia (1977), Pedro y el Capitán (1979) y Cotidianas(1979). 


¿Cómo compaginar/la aniquiladora/ idea de la muerte/ con ese incontenible/ afán de vida?
¿cómo acoplar el horror/ ante la nada que vendrá/ con la invasora alegría/ del amor provisional/ y verdadero?

(Fragmento “Esa batalla” de Cotidianas).

La nueva década la comenzó en Madrid y luego se trasladó a Mallorca, para volver a Montevideo recién en 1983. Explicando el por qué de su exilio, el autor en 1974 explicó que “mi vocación cardinal fue, sigue siendo y creo que será siempre la literatura, y si accedí a participar en la actividad política fue porque creí, y sigo creyendo, que con esa incorporación podía dar y recibir, enseñar algo y aprender mucho, pero sobre todo  porque el proceso de fascistización que en aquel momento empezaba a tener caracteres definidos en Uruguay, exigía que todos sin excepción aportáramos nuestro esfuerzo, por modesto que  fuera, para tratar de que el fascismo no se consolidara y no llegara a adquirir su tan ansiada base social”.

Así, en Benedetti, es imposible separar el rol político del carácter literario. Al respecto, el poeta cubano Roberto Fernández afirma que al leer al uruguayo hay que tener en cuenta “la indoblegable conciencia de autor (…) una conciencia alerta y valiente que nos ilumina enseña y enorgullece. (…) Para un escritor lo primero es lo literario, independientemente del tema abordado. A la vez que depende que nada es ajeno a la literatura, y por lo tanto la temática sociopolítica tiene cabida en ella, matiza que la primera (el envase) siempre ha de tener prioridad sobre la segunda (el contenido). Lo primero es lo literario y luego lo demás


“… pero si hay una de las contestaciones con la que me siento especialmente solidario, es la que deja caer el chileno Gonzalo Rojas: ‘Tenemos que pasar a asumir una conducta tal, que por un lado tengamos fuerte el ocio, y por otro tengamos firme la amarra con la revolución’. Sé que muchos  pensarán que el logro y el mantenimiento de esta doble fidelidad representan sencillamente un imposible, pero, ¿qué habría sido hasta ahora de la poesía y de la revolución si solo se hubieran  propuesto la conquista de lo posible?” 

                     (Los poetas comunicantes, entrevistas de Benedetti, 1972).

El dolor del olvido

Benedetti sobrevivió a los castigos físicos en el Colegio Alemán, a la repentina pobreza tras la estafa que sufrió la familia, al exilio y la lejanía física con su esposa, pero lo que no pudo sobrellevar fue el Alzheimer que le robó a Luz los recuerdos de una vida juntos.

El escritor le ocultó a sus cercanos la enfermedad de ella, como si negarlo al mundo hiciera desaparecer el mal. Vivían en Madrid y él buscaba excusas en la incipiente sordera de Luz para explicar sus olvidos, pero  el tiempo hizo lo suyo y el 13 de abril de 2006 ella falleció.

Tras la muerte de quien fuera el único amor de su vida, Benedetti se recluyó en el séptimo piso de un edificio ubicado en la intersección de las calles Zelmar Michelini con 18 de Julio, en el centro de Montevideo. Casi nunca salía del 702, en donde se refugiaba junto a su hermano y su secretario, Ariel Silva.


Antes de su final inmerecido
Luz abrió por última vez sus ojos
y su mirada fue una despedida
nunca podré olvidar
esos ojos tan míos
resumiendo una vida
dando un amor postrero
más o menos consciente.

(Escribió Benedetti a Luz el año en que falleció)


Tres años después el asma, la misma enfermedad con la que convivió durante 88 años, se lo llevó poco después de las 18 horas del domingo 17 de mayo. 

Ha muerto un referente de la literatura contemporánea. El poeta Mario Benedetti ha fallecido en su casa de Montevideo a los 88 años. Murió en casa, con los suyos. Y tan discreto como siempre. Aunque ya avisaban sus habituales ingresos en el hospital, el final llegó anoche. A Mario Benedetti le acompañan sus 80 novelas, cuentos, ensayos. Títulos tan emblemáticos como ‘La tregua’, que en el cine casi gana un Oscar. Y esas poesías que fueron su gran pasión. Obras que le convirtieron en un icono. Y cuyo premio fueron sus lectores, porque no esperaba otros”, informó El País en conjunto con una detallada biografía.

Y como si se tratara de una premonición, sus lectores deciden recordarlo con su “Sonata para adiós y flauta”, del libro La vida ese paréntesis, escrito en 1998, y que encara abiertamente lo inevitable: la muerte.


Te vas tan sola como siempre/ te echaremos de menos/ yo y los abrazos de la tarde/ yo y mi alma y mi cuerpo

larga sombra se resiste/ a abandonarnos pero/ has decidido que se fuera/ contigo a todo riesgo

de todos modos no querría/ que enterraras tu sueño/ aquel en que tu amor de nadie/ era como un estreno

te vas de nuevo no sé a dónde/ y tu adiós es un eco/ que se prolonga y nos alude/ como un último gesto

nunca guardaste la ternura/ como pan para luego/ estoy seguro de encontrarla/ liviana entre tus pechos

te vas con paso de derrota/ pero no me lo creo/ siempre has vencido en tu querella/ contra el odio y el miedo

quién sabe allá lo que te aguarda/ ese allá tan desierto/ que se quedó sin golondrinas/ todo erial  todo invierno

mas si una tarde te extraviaras/ entre el mar y el espejo/ recuerda siempre que aquí estamos/ yo y mi alma y mi cuerpo.


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