Iqbal Masih, el niño esclavo. La niñez sometida, el futuro robado. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

¿Podemos llegar a imaginar, desde la comodidad de nuestras casas, la realidad de un niño de 4 o 5 años trabajando encadenado 12 horas sin parar, agachado o encorvado casi todo el tiempo, y así, 6 días y medio a la semana?

 “¡No compréis ninguna de esas alfombras!»  (frase emblema de Iqbal Masih en su campaña contra la esclavitud)

Caminar sobre tapetes persas, imaginando volar en mágicas alfombras voladoras, visualizar lujosas tiendas de jeques árabes cubiertas de tapices o soñar en hacer el amor tendida en una mullida estera, son imágenes tentadoras que nos evocan las maravillosas alfombras persas (generalmente pakistaníes) que se exhiben en tiendas y bazares.   Admiro sus diseños, la delicadeza de los tejidos y las miro con cierta nostalgia sabiendo que, probablemente nunca tendré una porque es un objeto de deseo y colección de pocos afortunados que son capaces de pagar sus elevados costos.  Pocas veces, en todo caso, nos ponemos a pensar en el origen de estas maravillas. 

Hace pocos días se conmemoró el Día Internacional contra la esclavitud infantil que se celebra desde 1997.  Y cuando lo hicimos, nos pasó como con tantos temas sobre los cuales poco o nada sabemos acerca del por qué se ha instituido este recordatorio.  Es más, nos parece inconcebible aceptar que en pleno siglo XXI exista la esclavitud que, en nuestro imaginario más recurrente, asociamos a imágenes de personas afroamericanas trabajando en los campos de algodón o a aborígenes mutilados al servicio de los conquistadores.   Rara vez pensamos en los niños esclavos que hoy se calculan en el mundo en 152 millones. Una cifra extraordinariamente alta que se concentra en países como India y Pakistán, pero que no está ausente de todos los continentes.

Es en la confección de alfombras donde se encuentra la mayor cantidad de niños esclavos que son vendidos, en la mayoría de los casos, por sus propias familias, extremadamente pobres y como una forma de solventar gastos o saldar deudas.

Iqbal Masih fue un niño pakistaní esclavizado cuando apenas tenía cuatro años y al que su padre vendió a una fábrica de alfombras de Punjab a cambio de un préstamo de 600 rupias que permitirían financiar la boda de su hermano mayor.  Iqbal pasó toda su infancia trabajando seis años encadenado a un telar y sufriendo golpes y maltratos diarios, mientras la deuda, en vez de disminuir, aumentaba día a día hasta llegar a 13,000 rupias al momento en que, cuando cumplió 10 años, logró escapar con la ayuda de Ehsan Khan, un luchador contra el trabajo esclavo, creador del «Bhatta Mazdoor Mahaz» (Frente de los trabajadores de ladrillos) otro de los focos de trabajo esclavo.

Sacudidas que hacen
temblar sus huesos
que siguen creciendo,
no sirven los lamentos,
y se plantarán en el medio
no olvidando el pasado,
exigiendo lo que les pertenece por derecho.
(Anónimo)

Iqbal tenía una gran habilidad con el telar por lo que recibió mejores tratos que los demás niños que trabajaban encadenados junto a él; sin embargo, las muy duras condiciones que debió soportar afectaron a su crecimiento y a los doce años de edad tenía la estatura de un niño de seis.

Con el apoyo del sindicato de los trabajadores del ladrillo, logró que el dueño de la fábrica fuera condenado por la justicia y que los niños que estaban allí fueran liberados. A partir de ese momento Iqbal se dedicó a denunciar la situación de esclavitud en la que vivían muchos chicos de su país en charlas a través del mundo y, a partir de 1993 se convirtió en un líder infantil que denunciaba las condiciones laborales, los horarios y el régimen de esclavitud en el que viven los niños trabajadores en algunos telares de alfombras.

Iqbal, poseedor de un gran carisma que calaba profundo en las audiencias, se empezó a hacer popular, y numerosas asociaciones humanitarias comenzaron a prestar oídos a una situación que contravenía los derechos infantiles y que el Gobierno de Pakistán había preferido ignorar hasta la fecha a pesar de los acuerdos internacionales suscritos. En 1992, Pakistán firmó la Convención contra el trabajo infantil, poco después de que hubiera prohibido la esclavitud por deudas. Pero el trabajo infantil y los trabajos por deudas a pesar de todo se seguían y se siguen practicando.

A causa de sus denuncias y de su activismo, Iqbal se convirtió en un personaje cada vez más incómodo para aquellas personas que se beneficiaban del trabajo infantil esclavo, especialmente para el gremio de tapiceros. A pesar del riesgo que adquiría a causa de su combatividad y creciente notoriedad, a pesar de las amenazas de muerte que recibió, siempre rechazó la escolta policial, incluso se negó a trasladarse a la capital o a un lugar más seguro. Prefirió quedarse entre los suyos.

En 1994 Iqbal ganó el “Premio Reebok a la juventud en acción”, instituido para reconocer las actividades en pro de la infancia. Un premio otorgado por Reebok, una multinacional que paradójicamente estaba utilizado mano de obra infantil en sus fábricas de Pakistán (la concesión del premio coincidió con un reportaje de la cadena CBS en el que se denunciaba esta paradoja).

Iqbal soñaba con ser abogado, para poder defender con más eficacia su causa. Pero en 1995, Iqbal Masih recién regresado de un viaje a Suecia y Estados Unidos, invitado por varias ONGs para participar en una campaña de denuncia internacional por la situación de la infancia en Pakistán, fue asesinado a balazos mientras se dirigía a su casa en bicicleta.

El caso de Iqbal es emblemático y una inspiración, pero la pobreza en los países en vías de desarrollo y la necesidad de mano de obra barata en los países desarrollados siguen fomentando el tráfico de niños trabajadores para explotarlos en fábricas e industrias de todo tipo. Para luchar contra el problema de los niños esclavos y ayudar, debemos tomar conciencia y pensar de dónde sale el café que nos tomamos cada mañana o dónde y en qué condiciones se fabrica la ropa que nos ponemos o el móvil con el que hablamos o las alfombras que decoran nuestras casas.

En países de Asia y de Sudamérica muchos niños trabajan en minas y canteras arriesgando cada día su vida.  Por ejemplo, en la República Democrática del Congo miles de niños son explotados para la extracción de minerales que luego se emplean en la fabricación de ordenadores o teléfonos móviles.

El trabajo doméstico, desarrollado principalmente por niñas esclavas, sigue existiendo (particularmente en México y los Restavek en Haití). Estas niñas y niños, que permanecen ocultos y olvidados, sufren en ocasiones castigos muy crueles como golpes con planchas calientes o quemaduras con agua hirviendo y golpes variados.

En el año 2000 se otorgó el “Premio de los Niños del Mundo” por primera vez. A título póstumo, se concedió a Iqbal Masih.

Para ahondar en la historia de Masih se puede leer el libro titulado La historia de Iqbal por Francesco D’Adamo, una historia ficticia basada en hechos reales, desde el punto de vista de una niña llamada Fátima.

También, si se logra acceder a cine de Italia o Alemania, está la preciosa película Iqbal… sencillamente Iqbal coproducción ítalo-sueca, dirigida por Cinzia Torrini en 1998, apenas tres años después del asesinato de Iqbal Masih. Narra su historia, reflejando las condiciones de vida de los niños esclavizados por la industria de las alfombras siguiendo la mirada y la vida de este niño paquistaní.

No debemos olvidar a Iqbal, pero más importante aún es recordar que hay millones de niños sometidos, esclavizados y abusados en el mundo.  Una pandemia de la que pocos se preocupan, una pandemia que solo sanará si aumenta la conciencia sobre este gran y doloroso tema.

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1 comment

Eva abril 22, 2021 - 6:32 pm

La realidad que aborda este artículo es extrema, además de todos los sufrimientos infantiles que se mantienen en la actualidad, se suma la privación del entrenamiento social de niños y jóvenes a raíz de las medidas de prevención extremas del CoVid.
Quien responderá por las consecuencias en la sociabilidad de estas generaciones?
Cómo no va a ser posible idear un sistema mixto orientado a permitir el desarrollo de estas habilidades ? Y proteger Lo más que se pueda a las generaciones futuras, donde están los abogados, los psiquiatras los psicólogos y los defensores de los DDHH frente a todos estos detalles no considerados?? En un escenario mundial.

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