«A veces creo que podríamos /conciliar los contrarios /hallar la centritud inmóvil de la rueda / salir de lo binario /ser el vertiginoso espejo que concentra / en un vértice último / esta ceremoniosa danza que dedico / a tu presente ausencia. /Recuerdo a Saint-Exupéry: “El amor /no es mirar lo que se ama /sino mirar los dos en una misma dirección”. / Pero él no sospechó que tantas veces / los dos mirábamos fascinados a una misma mujer /y que la espléndida, feliz definición / se viene al suelo como un gris pelele”. (Poema de Cortázar a Cristina Peri-Rossi).
Un par de décadas atrás empecé a leer a Cristina Peri Rossi y a través del tiempo sus versos, sus palabras, fueron tomando un lugar destacado …curiosamente una y otra vez surgía entre la información sobre ella -escritora abiertamente lesbiana desde su adolescencia- referencias a la amistad amorosa y cómplice que la unió a Julio Cortázar durante los últimos diez años de la vida del gran Cronopio… una amistad que la convirtió en musa del argentino que para ella escribió quince poemas, los mas bellos, aunque algunos digan que la poesía de Cortázar es lo más débil de su escritura y que le envió en tres entregas (a través de 1977): Cinco poemas para Cris, Otros cinco poemas para Cris y Cinco últimos poemas para Cris.

Cristina Peri – Rossi, uruguaya y exiliada en Barcelona, es una mujer fuerte, notable y desafiante en su escritura que el año 2021, culminó convirtiéndola en la sexta mujer en obtener el Premio Cervantes. Audaz desde siempre, Evohé, su primer libro publicado hace cincuenta años causó escándalo, con una poesía erótica, crítica, subversiva y sonora, con énfasis en la mujer como objeto de deseo donde el lenguaje se transformaba en arma cargada de deseo, de crítica y de belleza. Fue la primera en dedicar tantos versos a otra fémina, antes incluso que el feminismo abriera esa puerta y renovara la escritura femenina.

Me gustaría poder decirte:
Esta mañana llueve,
te estaré esperando
como si nada hubiera pasado nunca
como si Pinochet no hubiera asaltado la Casa de la Moneda
como si te hubieras ido hace solo media hora
a comprar tabaco. (Cristina Peri Rossi)
Cristina y Julio se conocieron en 1972 cuando ella estaba en los treinta y él en los sesenta…ella había publicado hacía poco su novela El libro de mis primos, por el cual obtuvo el premio Marcha. Cortázar recibió de su librero un ejemplar en París y después de leerlo le escribió a Cristina para comentarle lo mucho que le había gustado. Fue el inicio de una amistad donde no importó la diferencia de edad, la distancia ni el físico -ella es menuda y él era altísimo, casi dos metros-, menos que él fuera heterosexual y ella lesbiana. Los unía el gusto por la música en general y Joan Báez, en particular, las visitas a los museos de arte, las ciencias ocultas o “disciplinas oscuras” como las denominaban, la poesía y una extraña fascinación por los dinosaurios y monstruos míticos como el del Lago Ness. A través del tiempo su amistad quedó registrada en cartas que intercambiaron hasta la muerte de Cortázar en 1984… y después.

“El libro me buscó a mí, Cristina: fíjate vos que yo estaba escribiendo entonces una novela que se iba a llamar El libro de Manuel y voy y me topo con el tuyo, y esa noche, cuando me lo puse a leer —porque lo empecé a leer de noche, entre el humo de la pipa y un disco de Ray Charles que sonaba como los dioses— me di cuenta de que mi libro era uno de tus primos”, leescribió Cortázar en su primera carta.
Dos meses después de esa carta, acordaron encontrarse en París y compartieron una semana, tras la cual ella regresó a Barcelona encontrando una carta manuscrita de Julio (eran otros tiempos, nadie pensaba en un correo electrónico), donde él le decía: “Pero, además, Cristina, ayer hubo tu pequeña mano siempre un poco fría, un poco gorrión en la llovizna, que se posó en mi pelo y me acarició brevemente, deliciosamente […] algo me dice que vos y yo venimos ya de una especie de relación anterior, avatares de otra remota amistad. Déjame ser el unicornio que bebe de la mano de la doncella en los tapices medievales; a su manera él es feliz, está colmado”.
Fue el comienzo de esta amistad cómplice pintada de amor, fuera de toda norma y que, pese a lo reservado que era Cortázar le permitió compartir con ella sus problemas amorosos con Ugné Karvelis tras divorciarse de Aurora Bernárdez, de su amor por Carol Dunlop y cómo el dolor por su pérdida lo destrozó o de su frustración por no haber sido recibido por el presidente de argentina Raúl Alfonsín en su última visita a su país de origen en 1983.

“Estuvieras donde estuvieras (porque viajabas muy a menudo: huías de París, a veces, a lugares remotos, no solo a Cuba o a Nicaragua), siempre encontrabas algún libro sobre dinosaurios para enviarme, o una postal del Monstruo del lago Ness, o una maqueta”, Peri – Rossi, en Julio Cortázar y Cris, 2014, treinta años después de la muerte de Cortázar.
Aunque es posible que Cortázar haya deseado una relación amorosa plena, ella dejó en claro desde un principio su orientación sexual. “(El sexo) no siempre es indispensable –afirmó- el amor puede tener muchas maneras.”
“Era una novela lírica y política (sigo pensando que todo es político, hasta no serlo) de mucha difusión en Uruguay, pero yo creía que nula en el extranjero: al fin y al cabo, éramos solo un pequeño país culto y civilizado, pero en el culo del mundo”, Cristina Peri – Rossi, comentando su novela El libro de mis primos.
Peri – Rossi fue testigo de los últimos años de Cortázar y la distancia que había entre Barcelona y París fue eliminada a través de una nutrida correspondencia que se mantenía incluso cuando estaban bajo el mismo techo, en la misma ciudad y también más allá de la muerte porque en 2014, treinta años después que Julio muriera, Cristina publicó una memoria breve: Julio Cortázar y Cris, donde inicia el relato diciendo “No fui al entierro de Julio Cortázar. No estoy en la foto”.
“No he vuelto a París, como tú no has podido volver a Barcelona. Pero te cuento que nuestro restaurante favorito (el Amaya) sigue en las Ramblas, la Fundación Miró continúa con su olivo central y estoy segura, completamente segura, de que te fascinarían La vie de Adèle (me dirías: ‘¿por qué no escribiste vos el guión?’) y La venus de las pieles, de Polanski”, Cristina Peri Rossi en carta a Julio escrita poco antes de la publicación de Julio Cortázar y Cris e incluida en el libro.

La sensualidad de Cristina Peri – Rossi es notable y en sus poemas reunidos en Detente instante, eres tan bello, publicado recientemente, indica que el amor está presente en la vida de la poeta, pero intentar rastrear el nombre de alguna pareja con nombre y apellido es prácticamente imposible… varios nombres femeninos aparecen en sus versos, pero nunca apellidos ni datos que permitan identificarlas. Solo se puede afirmar que dos hombres la quisieron y admiraron mucho: Ángel Antonio Rama Facal, escritor y editor argentino que la conoció muy joven y que la bautizó como La Rimbaudcita, después de leer Habitaciones privadas y, por supuesto, Julio Cortázar, sobre quien, por lo estrecho de su amistad, muchas veces los medios especularon que ella era su novia, lo que provocaba la risa de ambos.
La de Cristina y Julio no fue una relación vertical, sino que fueron “cronopios semejantes”.
“Creo que no te quiero, / que solamente quiero la imposibilidad / tan obvia de quererte / como la mano izquierda /enamorada de ese guante /que vive en la derecha”,fragmento de uno de los poemas que Julio Cortázar le escribió a Cristina.
Años después de la muerte de Julio, ella le escribió un poema que empieza diciendo “En el amor y en el boxeo/ todo es cuestión de distancia”, recordando la pasión de Cortázar por aquel rudo deporte, que ella no compartía, pero sí podía describir la relación entre ambos.
“Solo entonces me di cuenta de que la distancia justa no la habías aprendido ni en Buenos Aires ni en París, sino en el ring, de los boxeadores que admirabas”, afirma Peri – Rossi.
Indudablemente, esta amistad/amorosa entre ambos, desarrollada más allá de las preferencias sexuales, pero no exenta de erotismo, se extendió en lo intelectual, en una sintonía de sensibilidades e identidades, también una forma del erotismo.

“Cuando pienso –dice Peri – Rossi- que han pasado treinta años, no me lo puedo creer. Ya sabemos que el tiempo es algo muy subjetivo. Cuando ya estaba enfermo solía decir que él era inmortal. No en el sentido figurado de la fama y todo eso, sino en el de una persona que nunca se va y eso es lo que me pasa con él, que es como si no se hubiera ido».
Y comparto con Cristina Peri – Rossi, que hay personas inmortales en la vida de cada uno. Nunca se van y siguen presentes en el día a día, como si no hubieran dejado esta existencia.
1 comment
¡Me encantó tu crónica! Transmites muy bien, insertando fragmentos de versos o cartas, el tipo de relación que tuvieron estos dos grandes intelectuales.
Gracias.