La doble derrota de la izquierda chilena

por Fernando Ayala

Desde la segunda mitad del siglo XX que diversas generaciones políticas han buscado transformar la realidad social y económica de Chile. Tanto el paradigma de la revolución cubana, en 1959, como la llamada “Vía chilena al socialismo”, en 1970, ocuparon parte importante del imaginario de los partidos tradicionales de izquierda en América Latina. Si en Cuba la insurrección armada llevó a la conquista del poder a Fidel Castro, en Chile la vía electoral de la democracia burguesa, como despectivamente se le llamaba, permitió que el senador Salvador Allende alcanzara la presidencia en 1970, y diera inicio a un proceso transformador sin precedentes en el mundo. El golpe de Estado de 1973, instigado y apoyado por los Estados Unidos, junto a los partidos de derecha, sectores de la democracia cristiana y un par de generales del ejército traidores, rompieron la tradición democrática e instauraron una dictadura repudiada por el mundo civilizado que se prolongó por 17 años, cerrando con ello los sueños de justicia social, de revolución y socialismo. A partir de 1990 se sucedieron gobiernos democráticos bajo la tuición de la Constitución aprobada por el dictador en 1980 y que pese a las innumerables enmiendas a las que ha sido sometida, sigue siendo la herencia dejada por Pinochet. Durante los largos años que Chile vivió bajo el terror, los partidos de izquierda -con excepción del partido comunista- se alejaron progresivamente de Cuba y de la entonces Unión Soviética, e iniciaron lo que se llamó la “renovación socialista” fuertemente influidos por la experiencia del exilio de sus dirigentes que vivieron en los países del este europeo y en especial en la República Democrática Alemana. Asimismo, el movimiento “eurocomunista” iniciado en Italia, lo hizo en el proceso de discusión y renovación de buena parte de la izquierda chilena, la cual se abrió a ampliar la base de apoyo social y extenderla a sectores liberales y cristianos. La vía armada, como herramienta de cambio, fue definitivamente descartada. Lo mismo ocurrió con el partido comunista chileno, luego del fracaso de la insurrección promovida con apoyo cubano y el intento de asesinato de Pinochet, llamado Operación siglo XX, en 1986. Ello permitió, posteriormente, la histórica derrota del dictador en el plebiscito de 1988 que movió al país hacia una democracia en lo formal, pero con fuertes tintes autoritarios.

Mientras toda una generación que soñó con la revolución debió olvidarse y gobernar con la realidad, en un país donde el ADN social fue sustituido subliminalmente por el modelo económico neoliberal y la iniciativa individual, los nuevos hijos de la democracia, nacidos y educados en un país sin miedo y que crecieron bajo la revolución neocapitalista, cuestionaron lo obrado en 30 años de crecimiento y estabilidad política indicando con el dedo a las generaciones precedentes, culpándolas de haberse entregado al neoliberalismo y acomodado a las ventajas de gobernar olvidándose de los sueños de justicia social. Todo ello fue reafirmado con el estallido de 2019 que cambió completamente el escenario político de Chile. El país presenció movilizaciones en las calles de un millón de personas exigiendo una nueva Constitución, el fin del sistema privado de pensiones y de salud, junto con cambios en educación, respeto a las minorías étnicas y un sinfín de demandas que subyacen en el inconsciente colectivo del país. 

En ese marco no fue una gran sorpresa que un grupo de exdirigentes estudiantiles audaces, educados y comprometidos con los sueños de cambios estructurales, buscaran desde el Parlamento donde habían llegado, poner fin a la herencia de la dictadura reflejada en la Constitución de 1980 y en el modelo económico. Desde ahí fueron severos críticos y opositores a los gobiernos que, con falencias, habían gobernado durante tres décadas y reducido los niveles de pobreza como nunca se había visto en Chile. La nueva generación venció en las elecciones presidenciales de 2022 con las promesas de que, si en Chile había nacido el modelo neoliberal, aquí sería también su tumba. Gabriel Boric asumió como jefe de Estado convencido de que haría los cambios que varias generaciones de políticos de izquierda habían soñado. Su primer baño de realidad fueron los resultados del plebiscito efectuado en 2020 para escribir una nueva Constitución, iniciativa aprobada con un 78,28% de los votos. Sin embargo, dos años después, la propuesta fue rechazada por el 61,89% de la población. 

La realidad ha terminado domesticando los sueños de esta nueva generación y moviéndola hacia las premisas del reformismo social demócrata, de la cual el presidente Boric parece ser el más convencido. Las promesas de cambios profundos prometidos tampoco los han podido cumplir. Atrás quedaron el término del sistema de pensiones, así como el de salud privados. Prácticamente nadie habla hoy del ideario socialista y menos de revolución. La actual generación ha dado paso a políticos con buena formación académica y que practicando el arte de gobernar han debido enfrentar la difícil realidad y asumir que sin fuerza social amplia no hay cambios posibles. A la nueva realidad del escenario mundial para un país dependiente como Chile, se ha sumado el hecho de gobernar desconociendo la experiencia acumulada por las generaciones anteriores a la que han debido recurrir en áreas claves de gobierno como la seguridad, las finanzas o las relaciones exteriores.

Las debilidades y yerros han permitido el fortalecimiento de las fuerzas de derecha que se despliegan en el horizonte político con tres candidaturas, la llamada “división alemana” formada por Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser que se disputan cuál propone más medidas autoritarias respecto a limitar libertades, perseguir delincuentes, reintroducir la pena de muerte o levantar muros en la frontera. Probablemente terminen llegando a un compromiso con una sola candidatura.

Por la izquierda y el centro izquierda, hasta ahora hay solo una mujer para enfrentarlos: Carolina Tohá, quien deberá asumir la responsabilidad de enfrentar a esa derecha populista, identificada con la dictadura militar que gobernó el país durante 17 años y de la cual los tres candidatos de la “división alemana” se sienten orgullosos Las primeras reacciones a la candidatura de Tohá han sido positivas, como lo reflejan las encuestas, pero tiene un camino difícil que podrá enfrentar por su madurez, templanza, experiencia y conocimiento del Estado al haber sido ministra dos veces, subsecretaria, diputada y alcaldesa de Santiago. Seguramente saldrán otras candidaturas desde la izquierda y el centro, pero se requiere cohesión, sensatez y experiencia frente al crecimiento del populismo. El llamado mundo progresista tiene la responsabilidad de levantar solo una bandera para avanzar bajo un programa y candidatura común, realista y no voluntarista, que permita avanzar en el proceso de reformas que Chile necesita.  Garantizar la seguridad, controlar la delincuencia y el narcotráfico, junto al crecimiento económico son parte de las tareas prioritarias para ampliar la base de apoyo que permita continuar reduciendo la desigualdad, que es la peor amenaza a la estabilidad del país. 

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5 comments

Isabel Puig abril 3, 2025 - 12:15 pm

Fernando , eres un buen profesor , muy claro en tus análisis .
Carolina Thoa debería desmarcarse del gobierno y formar junto con el socialismo una sola fuerza

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Alfredo. Velasco abril 3, 2025 - 2:02 pm

Pragmatismo ante idealismo, realidad ante ficción

Estimado Fernando, amigo. Lo leí con detención.

Gracias por tu artículo, que encuentro muy valioso como punto de partida para el debate político actual. Sin embargo, me permito hacer algunas observaciones desde una mirada crítica y constructiva.

Hoy, la figura de Mattei representa una derecha que ya no puede catalogarse como extrema. Se alinea con principios de la derecha económica, sí, pero ha evolucionado hacia una postura más democrática, más centrada. Esto contrasta con la izquierda, que enfrenta una enorme dificultad para encontrar un horizonte común. Sus distintas raíces ideológicas —por ejemplo, el Frente Amplio y el Partido Comunista— dificultan una plataforma compartida, más aún cuando ambos partidos mantienen idearios autónomos que no convergen naturalmente con los valores democráticos liberales ni con una visión inclusiva de la sociedad.

Ambos, en sus estatutos y en su práctica política, han sido históricamente hegemónicos y poco tolerantes a la diferencia interna. Y si bien han abandonado formalmente la lucha armada, su presencia permanente en la calle deja abierta la posibilidad de una reactivación bajo ciertas condiciones. No descartaría del todo que esta vía siga siendo una alternativa latente para algunos de sus sectores más duros.

Dudo que fuerzas realmente democráticas, como el socialismo democrático o el mundo de raíz cristiana, estén dispuestas a pactar con ellos en una lista común, salvo que estén sometidos a una presión máxima o al borde de una derrota electoral inminente frente a la derecha.

Chile necesita un centro político fuerte, que permita mantener un Parlamento equilibrado, capaz de fomentar el crecimiento económico y responder a las necesidades reales de la población. Negar persistentemente el neoliberalismo, como lo hacen el Frente Amplio y el Partido Comunista, es un error. Incluso China, bajo un régimen comunista, ha adoptado elementos del neoliberalismo para permitir el crecimiento económico y mejorar el bienestar de su población.

No se trata de idealizar a la derecha ni de demonizar a la izquierda. Hay ideas valiosas en ambos sectores. La clave está en lograr una síntesis pragmática que favorezca una sociedad más justa, inclusiva y con igualdad real de oportunidades. La política debe estar al servicio de las personas, no de los intereses partidistas.

En definitiva: pragmatismo ante idealismo. Realidad ante ficción

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Horacio Durán abril 3, 2025 - 2:43 pm

Clara y precisa descripción del desarrollo político de nuestro país. Ayuda a pensar y reflexionar como seguir adelante con cambios que nuestro país requiere: desarrollo económico y social, mayor igualdad, amos por nuestra maravillosa naturaleza.

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Ricardo Varela abril 4, 2025 - 5:08 am

Un resumen pragmático.
Chile necesita un sueño, un proyecto común que trascienda al PIB y vaya más allá del reparto equitativo de lo que nuestra economía recolectora/extractiva ingrese.
Chile debe ser capaz de matar la vaca.
De crearse nuevas oportunidades de ser más grande, no de crecer.
En algún momento tuvimos una incipiente y no tan ineficiente industria. Hoy no se puede encontrar ni una aguja «made in Chile».
Seremos siempre un país dependiente mientras no forjemos nuestra independencia.
Aunque lleguemos a teber el PIB de Corea nunca seremos como Corea mientras no seamos capaces de crear realidades diferentes a la que nos da el extraer cobre, litio, peces o frutos de nuestra generosa madre Tierra, destruyéndola o cambiándola irreversiblemente de paso.
Debemos dejar de ser el basurero textil de USA y la UE en Atacama. Dejar de arrebatar tierras o, mejor aún, ser capaces devolverlas en justicia a sus legítimos dueños compensando a sus actuales poseedores, cambiando de paso el triste destino de monocultivo silvícola a esas tierras generadoras de papel.
Chile necesita industrias, Conectividad ferroviaria, es un país diseñado para el tren, como ningún otro sobre el planeta. Terminar con la mafiosa herencia de la dictadura y su compromiso de intocabilidad de gremio del rodado.
Chile necesita un sueño compartido más allá del que nos pueda volver algún día dar una selección de fútbol.
Necesitamos algo que nos una, y eso no son, ciertamente los partidos políticos, ni tampoco las corrientes económicas y tangencialmente sociales que determinan derechas e izquierdas en cualquiera de sus siempre muy gananciales y hegemónicos puntos.
Ya sólo los viejos tercios creen que los sueños sean políticos. Que las soluciones sean políticas.
Chile ha demostrado ser un país pendular, bipolar, desorientado y absolutamente impredecible en lo político contingente.
Eso se debe a un desencanto transversal, un desconocimiento vertical y una desidia, abulia, anomia y distimia política casi total en las nuevas generaciones.
Pero los políticos que viven en torno al mundillo de la política parecen no querer ver lo que no quieren ver.
Chile necesita un sueño.
Mientras no lo tengamos, es verdad que es mejor seguir marcando el paso en un lugar más a la centroizquierda que no a la derecha carente de centro.

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Felipe Vergara abril 6, 2025 - 11:50 pm

Muy buena columna Fernando.

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