La perversidad de Poe

por Karen Punaro Majluf

En su literatura es posible encontrar el concepto de forma reiterativa, ya sea con personajes, ideas o acciones; lo que lo ha llevado a ser un autor abrumadoramente atractivo para los directores de cine y televisión. Sin embargo, ese deseo de violentar lo establecido el autor estadounidense lo hace real en su vida, cuando, por solo citar un ejemplo, contrae matrimonio con su prima de 13 años, teniendo el 26, y falseando los documentos de ella para evitar habladurías.

       Edgar Allan Poe es considerado el padre” de la literatura policial, aunque sus obras partieron siendo más bien una mezcla de terror y juego psicológico. Lo que sí es un hecho, es que en tanto en sus cuentos como novelas es posible encontrar un concepto en común que hace de su escritura la propuesta perfecta para adaptar en cine y televisión y trascender al tiempo y al papel: la perversidad.

Este año se estrenó La caída de la casa Usher, serie creada por Mike Flanagan que en su primera semana ya acumulaba más de seis millones de reproducciones; que es la favorita de Quientin Tarantino; y que es tan atrayente pues hace una versión moderna de ocho clásicos de Poe teniendo como hilo conductor la historia de los hermanos Usher. 

Llevar fielmente la literatura al cine es una utopía y es quizá por ello que el cine –y la tv- ha desarrollado un lenguaje propio cuando se trata de Poe. José María Latorre plantea en Las sombras del horror que “hacerla (la obra) no solamente cognoscible, trocando sus estilemas, signo de una experiencia creadora vivida, en un arsenal de convenciones terroríficas/fílmicas (…) son tanto una abstracción como una traducción de su práctica narrativa”.

Y si hablamos específicamente de La caída de la casa Usher, Howard Phillips Lovecraft ya lo planteó casi 40 años antes de que Netflix emitiera la serie en El horror en la literatura, cuando explica que este cuento “alude de manera estremecedora a la existencia de una vida oscura en realidades inorgánicas, y revela una trinidad de seres anormalmente unidos al final de la larga y aislada historia de la familia: el hermano, la hermana gemela y la casa increíblemente antigua; los cuales comparten una única alma y encuentran una común disolución en el mismo momento”. 

Se hace más fácil comprender la “necesidad” del cine de usar la obra de Poe gracias a lo que plantea Noël Carroll en Filosofía del terror o paradojas del corazón, quien explica la experiencia estética específica del miedo afirmando que “el discurso literario y el audiovisual se hallan a menudo trabados en este género, bien a través de la adaptación directa o de la influencia temática y estética”. 

Al leer a Poe quizá esa perversidad y dilema de los personajes entre la maldad y el deber ser, no se hace tan patente porque se diluye en una narrativa típica decimonónica. Esa valorización oscura se la dio primeramente el cine con versiones para la pantalla grande de La caída de la casa Usher (Jean Epstein, 1928), El cuervo (Lew Landers, 1935), El péndulo de la muerte (Roger Corman, 1961), El péndulo de la muerte (Roger Corman, 1961), La máscara de la muerte roja (Roger Corman, 1964), Los ojos del diablo (Dario Argento, George A. Romero, 1990), Lunacy (Sílení) (Jan Švankmajer, 2005), El enigma del cuervo (James McTeigue, 2012), Asylum: El experimento (Brad Anderson, 2014), y Extraordinary Tales (Raúl García, 2015). 

¿Es el gato el malo?

El gato negro es un cuento que deja patente la perversidad en cuanto juega con las interpretaciones del lector. En una primera etapa del relato, un protagonista, a punto de morir, explica cómo pasó de ser un amante de los animales a un cruel castigador y maltratador atribuyéndoselo a una fuerza sobrenatural: “Demonio Intemperancia”. 

Nuestras amistades duraron, de esta manera, durante varios años, durante los cuales mi temperamento general y mi carácter -a través de la instrumentalidad del Demonio Intemperancia- habían experimentado (me sonrojo al confesarlo) una alteración radical para peor. Me volví, día a día, más malhumorado, más irritable, más indiferente a los sentimientos de los demás. Me permití usar un lenguaje intemperante con mi esposa. Finalmente, incluso le ofrecí violencia personal. Mis mascotas, por supuesto, sintieron el cambio en mi carácter. No sólo los descuidé, sino que los usé mal.

Según explica el mismo Poe, la perversidad en este cuento es un impulso primordial e indivisible del carácter humano. “Es el impulso de cometer una cierta acción por el simple hecho de que no se debe cometer, por el simple hecho de que quebranta una ley”. Sin embargo, también es posible adjudicar la locura del protagonista al gato negro, a quien define como un “monstruo”, capaz de delatarlo ante la policía tras sobrevivir varios días enterrado entre cal y ladrillos en la pared.  

“Los monstruos han de entenderse como violaciones de categorías culturales vigentes. Desde este punto de vista, el enfrentamiento y la derrota del monstruo en las ficciones de terror podría leerse sistemáticamente como una restauración y defensa de la concepción del mundo establecida que se halla en los esquemas culturales existentes”.

(Noël Carroll).

Un chico con mala suerte

Poe siempre creyó que nació con mala estrella. Sus padres fueron actores de teatro que jamás llegaron a la cima. El papá abandonó la familia cuando el niño tenía un año y antes de cumplir tres su madre fallecía de tuberculosis. 

Fue acogido por una familia rica dedicada a los negocios radicados en Richmond, Virginia. El apellido Poe lo tomó de ellos, aunque nunca se legalizó el trámite de adopción. Creció como un niño de alcurnia con el fantasma constante de la orfandad, sin embargo, apoyaba ideas clasistas del sur de Estados Unidos como la esclavitud, la continuidad del feudalismo o el rol de la mujer como esposa y amante. 

Antes de la debacle económica alcanzó a estudiar en Londres, aprender latín y francés, y sociabilizar con los descendientes de las mejores familias inglesas en Chelsea. Sin embargo, las malas decisiones tomadas en los negocios llevaron a la familia de regreso a Virginia lo que coincidió con el deseo de Poe de dedicarse a la escritura, opción a la que su padre adoptivo se opuso, mientras que la madre apoyó fielmente. 

Dentro de este ir y venir económico, Poe se crio entre nodrizas y esclavos negros lo que nutrió su imaginario de folclore, magia y cuentos fantásticos. Es posible atribuir su oscuridad narrativa a lo que absorbió de los relatos de la servidumbre más lo que acostumbraba a leer en las revistas: relatos sombríos protagonizados por familias malditas. 

“Así que ha sido un fantasma el que ha corrido los cerrojos -dijo Emily tratando de reírse de sus propios temores-, ya que dejé esa puerta abierta anoche y me la he encontrado cerrada esta mañana. Annette empalideció y no dijo una palabra”.

(Fragmento de Los misterios de Udolfo de Ann Radcliffe –autora que influyó en la literatura de Poe).

Incorpórea e intangible

En 1827 Poe publica su primer libro, Tamerlán y otros poemas, pasando inadvertido por la crítica. Cinco años después gana un premio por Manuscrito hallado en una botella, lo que lo lleva a trabajar como redactor en el Southern Baltimore Messenger. En medio de su creciente carrera como escritor, comienza un romance con una vecina, Mary Devereaux, siendo Virginia Eliza Clemm – en ese momento de 11 años- la mensajera entre el escritor y su enamorada; relación que no prosperó pues Poe dejó Baltimore.

Estando en Richmond, el autor comienza a pensar en Virginia ya no como una niña y le hace saber a algunos cercanos que deseaba contraer matrimonio con su prima de solo 13 años.

El matrimonio no quedó ajeno de las habladurías, mientras unos criticaban el parentesco entre ambos, otros se impactaban por la juventud de la novia (quedando estipulado en el acta matrimonial que ella había cumplido los 21). La relación, considerada en la actualidad como un acto de pedofilia, ha sido investigada por los biógrafos Arthur Hobson Quinn, Joseph Wood Krutch y Kenneth Silverman; la psicoanalista Marie Bonaparte; y su exjefe George Rex Graham. Todos coinciden en que se trató de un amor platónico, incorpóreo, que de una admiración a la belleza e incluso que jamás habrían consumado sexualmente, teoría que no se comprobó.

En cuanto a lo que Virginia sentía por Poe se puede inferir, de un poema que ella escribió el 14 de febrero de 1846, que su amor lo veía a largo plazo en brazos de su protector.

Deseo vagar siempre contigo, / queridísimo, mi vida es tuya. /Dame una cabaña por hogar/ cubierta de una espesa enredadera, / lejos del mundo con sus pecados/ y sus preocupaciones/ y del cotilleo de muchas lenguas. /Sólo el amor nos guiará cuando estemos allí, / el amor curará mis débiles pulmones;/ qué tranquilas horas disfrutaremos/ sin cuidarnos de los demás, / en perfecta calma gozaremos, / apartados del mundo y sus reclamos. /Siempre tranquilos y felices viviremos.

(Virginia Eliza Clemm).

“Lío de faldas” que termina en tragedia

Sin embargo, un “lío de faldas” entre Poe y las poetisas Frances Sargent Osgood y Elizabeth F. Ellet, desencadenó un escándalo social y de celos que afectaron profundamente a Virginia, lo que permite inferir que la relación con Poe fue más que platónica.

En este período Virginia manifestó los síntomas de tuberculosis. Era enero de 1842 cuando comenzó a toser sangre, sin poder remontar ya nunca más, falleciendo cinco años después tras períodos de invalidez y otros de ligera mejoría. Poco antes de morir, la joven responsabilizó a Mrs. E. (Elizabeth) de “ser mi asesina”.

Poe escribe cuando su esposa enferma de tuberculosis:

“Desde el tiempo de mi niñez no he sido/como otros eran, no he visto /como otros veían, no pude sacar/mis pasiones desde una común primavera (…)

Entonces -en mi niñez- en el amanecer/de una tormentosa vida, se sacó /desde cada profundidad de lo bueno y lo malo /el misterio que todavía me ata

(…) desde el trueno y la tormenta, /y la nube que tomó la forma/(cuando el resto del cielo era azul) /de un demonio ante mi vista”.

(Fragmentos del texto de Julio Cortázar en el prólogo de Edgar Allan Poe, Ensayos y críticas, de 1973).

Tras la muerte de Virginia, Poe escribe Annabel Lee, poema del cual Marie Bonaparte se basa para afirmar que la joven habría muerto virgen: 

Hace muchos, muchos años/en un reino junto al mar/vivió una doncella que tal vez conozcas/llamada Annabel Lee. / Y esta doncella vivía sin otro pensamiento/que amarme y ser amada por mí.

Ambos éramos niños/en este reino junto al mar/pero amábamos con un amor que era más que amor/ yo y mi Annabel Lee/ con amor que los alados serafines del cielo/ nos envidiaban a ella y a mí.

Y por esta razón, hace mucho tiempo, /en este reino junto al mar/de una nube sopló un viento/que heló a mi amada Annabel Lee. / Y sus parientes de alta cuna vinieron/y se la llevaron lejos de mí/para encerrarla en un sepulcro/ en este reino junto al mar.

Los ángeles, descontentos en el cielo, /nos envidiaron a ella y a mí. / ¡Sí! Por esta razón (como todos saben/en este reino junto al mar) / el viento salió de la nube por la noche/ para helar y matar a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era mucho más fuerte/que el de aquellos mayores/o más sabios que nosotros. / Y ni los ángeles arriba en el cielo/ni los demonios debajo del mar/jamás podrán separar mi alma del alma/ de la hermosa Annabel Lee.

Pues la luna nunca resplandece sin traerme sueños/de la hermosa Annabel Lee/ y las estrellas nunca brillan sin que yo sienta los ojos radiantes/de la hermosa Annabel Lee/y cuando llega la marea nocturna, me acuesto justo al lado/ de mi amada -mi amada- mi vida y mi prometida/ en su sepulcro allí junto al mar/ en su tumba junto al ruidoso mar.

             No se sabe si fue por su difícil carácter o su supuesto alcoholismo que Poe no volvió a tener relaciones estables tras enviudar. Sin embargo, en 1849 sorprendió a sus amistades tras contraer matrimonio con Sarah Elmira Royster, con quien llegó a verse entusiasmado. 


 Pero nuevamente el misterio y la tragedia llegan a su vida, por última vez, pues tras desaparecer por varios días, Poe es encontrado –el 3 de octubre de 1849- delirando en las calles de Baltimore. Su viejo amigo James E. Snodgrass lo llevó al Washington College Hospital donde murió cuatro días después sin explicar jamás dónde estuvo, por qué alucinaba y cuál era la razón de vestir ropas que no eran suyas… Así, la muerte del “padre” de la literatura policial quedó envuelta en un enigma que nunca se ha logrado resolver.

También te puede interesar

Deja un comentario