Las primeras señales del nuevo Gobierno Mexicano

por La Nueva Mirada

En rigor, Andrés Manuel López Obrador no es un populista, como interesadamente lo califican sus opositores. Tampoco chavista o partidario del gobierno venezolano, acusación que debió enfrentar en la pasada campaña presidencial.

Puede que sea un líder un tanto mesiánico, que abriga grandes sueños para su país. Como impulsar la cuarta gran transformación de su historia, enfrentando la violencia extrema y la corrupción sistémica que aflige a México desde tiempos inmemoriales. Pero ha demostrado que sabe gobernar. Ya lo hizo en la gobernación del distrito Federal hace algunos años. Y mantiene convicciones sólidas.

Una de sus primeras medidas fue no ocupar “Los Pinos”, la faraónica mansión reservada a  los Presidentes mexicanos, hoy abierta al pueblo, que la visita por primera vez con asombro por el lujo excesivo.

Su llegada al poder, luego de una contundente victoria electoral, era esperada con temores y aprehensiones de las cúpulas empresariales, que se opusieron activamente a su candidatura, resistiendo la llegada del líder del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que cerró el círculo de la tradicional alternancia  en el poder.

Una de sus primeras medidas fue no ocupar “Los Pinos”, la faraónica mansión reservada a  los Presidentes mexicanos, hoy abierta al pueblo, que la visita por primera vez con asombro por el lujo excesivo.

En paralelo, bajó su propio sueldo a la mitad. Igual que el de los altos cargos de la administración del Estado, incluido el poder judicial – que ha resistido la medida – entregando señales claras de austeridad.

En paralelo, bajó su propio sueldo a la mitad. Igual que el de los altos cargos de la administración del Estado, incluido el poder judicial – que ha resistido la medida – entregando señales claras de austeridad.

Tampoco AMLO tardó mucho, consistente con sus promesas de campaña, en desactivar una de las medidas emblemáticas de Enrique Peña Nieto, la llamada reforma educacional, que buscaba atenuar la influencia del gremio de maestros. Reimpulsó la empresa estatal PEMEX y resolvió que el nuevo aeropuerto no sería construido, pese a los avances que registra el proyecto y las expectativas cifradas en ello por sectores empresariales.

Una política pragmática y responsable

Pero Andrés Manuel López Obrador sabe que tiene muchos frentes abiertos. No puede librar todas las batallas a la vez, enfrentando grandes poderes fácticos, al tiempo que debe lidiar con Donald Trump y su agresiva política, incluida su obsesión por construir un muro divisorio en la frontera y pasarle la factura al gobierno mexicano.

Afortunadamente para el nuevo gobierno, el tratado de libre comercio con EE.UU. y Canadá, fue renegociado exitosamente durante el  largo proceso de transición que media desde la elección hasta el traspaso del poder en México (4 meses). Una renegociación que el gobernante electo siguió muy de cerca y en donde claramente tuvo injerencia.

Pero Andrés Manuel López Obrador sabe que tiene muchos frentes abiertos. No puede librar todas las batallas a la vez, enfrentando grandes poderes fácticos, al tiempo que debe lidiar con Donald Trump y su agresiva política, incluida su obsesión por construir un muro divisorio en la frontera y pasarle la factura al gobierno mexicano.

AMLO no busca mantener una política abiertamente confrontacional con Donald Trump, por más grandes que sean las diferencias. En especial con respecto al muro y la pretensión de pasarle la factura a su  país.

Más bien al contrario. Busca persuadirlo para colaborar en temas sensibles y de mutuo interés. Como es la ola migratoria que viene del llamado triángulo del norte (Honduras, el Salvador y Guatemala), que hoy está instalada en la frontera con EE.UU. y que el nuevo mandatario mexicano plantea acoger en su país en base a un acuerdo de cooperación económica con su poderoso vecino, que inyecte inversiones en el empobrecido sur de su país, buscando generar nuevos empleos que permitan acoger la ola migratoria.

De la misma manera, López Obrador ha optado por sumar a las FF.AA, de su país a la tarea de combatir la violencia y el narcotráfico a través de la creación de una Guardia Nacional.

El presupuesto presentado al Congreso por el nuevo gobierno no contempla alzas de impuestos, confiando en un mayor dinamismo del crecimiento, incluido el  incremento de los ingresos petroleros, recursos que el nuevo gobierno destinará no tan solo a financiar el gasto sino también a disminuir la gravosa deuda externa y estabilizar las cuentas fiscales.

En relación al sector empresarial, el nuevo mandatario mexicano se ha esforzado en transmitir señales de tranquilidad y estabilidad hacia el mundo de los negocios, las que quedaron reflejadas en el proyecto del presupuesto nacional presentado al parlamento, que se fija una meta de crecimiento del 2 % para 2019 y una estimación del dólar en torno a los 20 pesos mexicanos.

El proyecto de presupuesto de 2019. Austeridad, responsabilidad fiscal y prioridad social

Un presupuesto austero, con responsabilidad fiscal, acento social y superávit primario, todas claves más que tranquilizadoras para el sector empresarial, pese a que contempla mayores ingresos y gastos, especialmente en el terreno social, acorde con sus promesas de campaña.

Como para que el sector empresarial aplauda de pié, de no mediar la desconfianza ancestral de estos sectores hacia la izquierda y la propia persona del nuevo mandatario mexicano.

La prioridad está centrada en ese 44 % de la población mexicana que aún vive en la pobreza, a través de diversos programas gubernamentales de inversión (en donde se destaca el llamado Tren Maya, un circuito turístico en la provincia de Yucatán, y la conversión de la base militar de Santa Lucía  en un nuevo aeropuerto civil), asistencia a los mayores de 68 años- un total de 13 millones de personas, de las cuales el 70 % no cuenta con pensiones- y becas para jóvenes en busca de su primer empleo.

El presupuesto presentado al Congreso por el nuevo gobierno no contempla alzas de impuestos, confiando en un mayor dinamismo del crecimiento, incluido el  incremento de los ingresos petroleros, recursos que el nuevo gobierno destinará no tan solo a financiar el gasto sino también a disminuir la gravosa deuda externa y estabilizar las cuentas fiscales.

Los desafíos son enormes, sus metas ambiciosas y las dificultades múltiples, pero nadie dijo que la tarea de la presidencia de la República sería fácil. Considerando los vecinos y sus propios jinetes del apocalipsis que recorren el largo y rico territorio.

Como para que el sector empresarial aplauda de pié, de no mediar la desconfianza ancestral de estos sectores hacia la izquierda y la propia persona del nuevo mandatario mexicano.

López Obrador lleva escasas semanas en el poder, pero ya ha entregado potentes señales de austeridad, responsabilidad fiscal y compromiso con sus promesas de campaña. Los desafíos son enormes, sus metas ambiciosas y las dificultades múltiples, pero nadie dijo que la tarea de la presidencia de la República sería fácil. Considerando los vecinos y sus propios jinetes del apocalipsis que recorren el largo y rico territorio.

AMLO se tiene confianza. La misma que comparten sus partidarios y que progresivamente busca ganar entre quienes no lo apoyaron.

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