Las réplicas del día después.

por Odette Magnet

El país no arranca, con dos proyectos muy distintos, sin asomo de unidad. Empatado. Entrampado. Esquizofrénico. El miedo de los unos choca con la sed de cambio de los otros.

Un analista político le dijo a Gabriel Boric, el lunes 22, que se bajara del árbol. Que tenía que sintonizar mejor con los sectores populares, que dejara de hablar con los convencidos y lo hiciera con la gente, con los millones que no votaron, con los indecisos. Como dicen los sicólogos, debía salir de su zona de confort, y trascender su nicho. Su conclusión fue lapidaria: si no lo hacía sería muy improbable que ganara en la segunda vuelta.

El día después es el peor de todos. El día después de una farra. Un parto. Un accidente. Una ruptura amorosa. Una elección en Chile, en medio de la pandemia, la incertidumbre, el suspenso que quita el aliento y el sueño.

Con la lección aprendida a fuego, José Antonio Kast y Gabriel Boric salen tempranito en la mañana a buscar aquellos votos esquivos y ocultos. La consigna de ambos ganadores de la segunda vuelta es, entonces, convocar, aunar voluntades y seducir a una ciudadanía que se ha mostrado reacia a acudir a las urnas. Más de la mitad de los electores se abstuvieron de votar.

 El día después, sin demora ni tapujos, desafiando la inercia y la indiferencia, haciendo calle, sintonizando con los sectores populares, como recomendó el analista. En busca del centro político, también del tiempo perdido. Las vecinas de Calera de Tango comparten un abundante desayuno con Kast. Hay harto pan con palta y muchos abrazos. Boric ha partido a los cerros de Valparaíso a hablar con el pueblo, pero sobre todo a escuchar a la gente porque, dice, está aprendiendo a abrir las orejas. En ambos lugares hay un mar de selfies con los candidatos que lucen felices, sonrientes, con el sol pegando en la nuca y la mascarilla intermitente. Los canales de televisión lo registran todo, siempre listos para acompañar con imágenes, como dicen los colegas.

Una cosa es cierta: el triunfo de Kast el domingo 21 no estaba en los planes del progresismo chileno, si bien la diferencia entre ambos fue apenas de un par de puntos. Después de haber sobrevivido a un tsunami electoral, no resulta fácil ser vocera de la esperanza, el diálogo y la unidad, como le gusta decir al candidato de Apruebo Dignidad. La resaca del día después. Peces muertos a la orilla de una playa desierta. Ya se viene la segunda vuelta y de nuevo la angustia porque la democracia está en juego, el mundo nos mira. Un país, profundamente polarizado, que no arranca. Con dos proyectos muy distintos, sin asomo de unidad. Empatado. Entrampado. Esquizofrénico.

Orden versus cambio

No hay punto de encuentro. Kast, el candidato del sentido común, como le gusta definirse, está en contra de la nueva Constitución, la gratuidad universitaria, el matrimonio igualitario, el aborto libre, el feminismo, entre otras cosas. O sea, buena parte de las exigencias del estallido social. Su triunfo interrumpió el giro a la izquierda que se venía dibujando en Chile desde el 18 de octubre de 2019.  A juzgar por los resultados de la primera vuelta, su discurso caló hondo. Es la respuesta a ese proceso que se ha empeñado en homologar al vandalismo. Defensor de patria, familia y propiedad, encarna el contra estallido. Promovió la campaña del terror y manipuló con gran destreza las teclas del miedo. El miedo a los migrantes, a la inseguridad laboral, a la delincuencia, el comunismo. El miedo. Basó su discurso en el orden, el crecimiento económico y la libertad, la libertad, la libertad. Propuso construir zanjas para detener la inmigración, eliminar el Ministerio de la Mujer y el Instituto de Derechos Humanos, el retiro de Chile de Naciones Unidas, reducir el Estado a su mínima expresión.

Pero los ecos del estallido social están lejos de apagarse. Boric encarna esas demandas, crítico de los gobiernos de centroizquierda tras el retorno de la democracia. Capitalizó el descontento que reclama fin a los abusos, la corrupción y promueve cambios reales en el sistema tributario, de salud, educación y pensiones. Aboga por una sociedad de mayor justicia social y propuestas dignas, inclusivas y paritarias, un Estado más presente.

El miedo de los unos choca con la sed de cambio de los otros.

En medio de este panorama sombrío, los analistas coinciden en que se hará muy difícil gobernar y conseguir mayorías parlamentarias relevantes que lleven a transformaciones profundas. Resulta difícil concebir, agregan, un proceso legislativo que funcione con normalidad y que no se vea paralizado durante los próximos cuatro años. Los resultados parlamentarios, con una derecha empoderada, llevan a suponer que las grandes reformas -pensiones, salud, educación, sistema tributaria- serán más moderadas de lo deseado. La gobernabilidad será el gran desafío.

-Podría convertirse en una bomba de tiempo de muy mal pronóstico – anticipó un experto electoral.

Al parecer, sólo cabe apostar, entonces, al trabajo contundente de la Convención Constitucional para que pueda parir una nueva carta magna que contenga las reglas básicas de gobernabilidad. Ese es el anhelo de los demócratas. No pocos temen que, si gana Kast, el proyecto de una nueva Constitución corra peligro. Su postura ha sido de constante crítica a la Convención y auguró un mal resultado.

Ordenar las filas dentro de las propias coaliciones también fue una tarea pendiente desde el comienzo, desde el día después. Gabriel Boric respondió comunistas molestos tras lo dicho por el candidato cuando se le consultó si Daniel Jadue integraría su eventual gabinete o. “Queremos gente transversal” fue la respuesta tajante. El alcalde de Recoleta estaba bien donde estaba.

El día después alcanza para todos. El propio Kast también se vio obligado a aclarar que no compartía lo dicho -hace unos años- por el electo diputado del Partido Republicano Johannes Kaiser y su discurso de odio en contra de las mujeres y minorías sexuales. Incluso llegó a cuestionar el que se haya entregado el derecho de votar a las mujeres. “Hay que ver en qué contexto salió su video”, acotó Kast, sin condenarlo.  El aludido Kaiser se defendió asegurando que fue un sarcasmo, pero finalmente debió cerrar su cuenta de twitter y emitió un comunicado en el cual se disculpó, arguyendo que se había tratado de «un malentendido». Entre muchas indignadas, la diputada Carmen Hertz lo describió como “un esperpento delirante, partidario del genocidio, de los crímenes de lesa humanidad y de los atentados a la condición humana.”

Mal comienzo.

Ni cargos ni favores

El ambiente ya estaba enrarecido con las opiniones del embajador argentino en Chile Rafael Bielsa, quien confirmó su fama de deslenguado. En una entrevista radial y, sin rodeos diplomáticos, calificó a Kast de “anti argentino” y lo comparó con Trump y Bolsonaro. Nadie defendió al aludido, pero la cancillería chilena aseguró en un comunicado que se trataba de “una intromisión inaceptable”. El gobierno de Alberto Fernández dio por cerrado el tema.

Para despejar incógnitas y calmar las aguas, los partidos que quedaron en el camino de la carrera presidencial se aprontaron a explicitar su apoyo incondicional a los dos candidatos finales. Algunos se demoraron más que otros y no todos lo hicieron con la misma cuota de entusiasmo y convicción. Hay heridas del pasado que no han cerrado. La DC anunció que dejaba la decisión final en manos de una Junta Nacional extraordinaria que sesionará el domingo 28. Evópoli guardó silencio y estudiaba la fórmula para acompañar a Kast sin perder su identidad y sello democrático. Pero no es tiempo de mezquindades y, generosos, algunos dirigentes políticos entregaban algunos consejos, sin pedir nada a cambio. No querían cargos ni favores, aclararon. Chile está primero, coreaban ante las cámaras.

El consejo compartido por los distintos bloques: la necesidad de afinar estrategias, flexibilizar posiciones, expandir el espectro económico programático integrando a nuevos profesionales. Y recuperar el centro perdido.

Entonces resultó inevitable mirar hacia el candidato virtual, el ninguneado, el que dio la gran sorpresa al llegar al tercer lugar de la carrera con un 13 por ciento nada despreciable. Franco Parisi, del Partido de la Gente, utilizó la “democracia digital” desde Alabama, Estados Unidos, para captar adherentes. Su universo: aquellos que denuestan a los partidos, a las viejas prácticas políticas, al establishment. No pisó nunca Chile durante la campaña porque, explicó, “tengo que trabajar”. No participó en ningún debate y acarrea una deuda millonaria por no pago de pensión de alimentos. Pero bien podría definir la elección.

Ese mismo lunes, en Valparaíso Boric hacía un llamado a los votantes de Parisi. “¡Queremos hablar con ustedes!”, les aseguró.

El día después Parisi informaba que llamaría a una votación online para definir el apoyo de sus partidarios a los candidatos de la segunda vuelta. Una encuesta de Pulso Ciudadano y Activa Research ya anticipaba que un 80,6% de su electorado no tiene una posición política definida y un 23 por ciento reconoció que no votará.

-Para llegar al paraíso hay que pasar por el infierno-me dice un amigo extranjero.

Como diría Boric, seguimos.

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