Nuevas contradicciones y nuevas realidades. La movilidad contamina y expande la pandemia. La frustración social no suma cero. La elección de constituyentes desató un torbellino político.
Le pese al que sea estamos en “el siglo de las Nuevas Realidades”. ¿Quién iba a pensar que un gobierno norteamericano asumiría la gravedad del cambio climático? Y ocurrió. ¿Quién supuso que Biden reconocería la necesidad de fortalecer los sindicatos para que la sociedad pueda mejorar una economía convertida en una selva de inescrupulosos que solo se regulan con la riqueza personal oculta u ostentada? Y ocurre. ¿Quién iba a creer que un fenómeno natural como la pandemia frenaría la producción global, la distribución global y la movilidad humana? Y ha ocurrido por un año y medio. Antes de insertarse antenas en el cuerpo y que se vayan a Marte los de siempre, adaptaremos las formas de producir y distribuir, así como la movilidad a la nueva realidad. Todo tendrá grandes consecuencias en la vida común y corriente y en cómo se adapta y desarrolla la sociedad. Todo esto está ocurriendo. No sirve taparse la vista, los oídos y la boca como los monitos antiguos.
Pese al frenazo global aún no se frenó el vértigo financiero. Es una anomalía que reafirma el carácter virtual del dinero y el mundo financiero. Sostenido con la voluntad política de los estados de generar más dinero y distribuirlo para mantener los flujos y cubrir parte de las necesidades de la población no integrada orgánicamente al sistema. En las Américas son millones los marginados constituyendo, junto a gobernantes conservadores y religiosos, la causa de los peores resultados en la contención de la pandemia.
Los más conservadores enloquecen con estas nuevas realidades y asumen la crisis como una debilidad de sus posiciones estratégicas, observando que las salidas requieren de una activación social de cooperación, mancomunión, estimuladas por las redes que tienden a fortalecer o expandir y multiplicar la comunicación y la información. Esto ocurre ahora.
La globalización generó contradicciones estructurales en los países con economías más grandes y avanzadas. Un proceso que deshizo los lazos comunitarios en los de barrios y desplazó a los sindicatos. Otras generaciones reemplazaron el tiempo dedicado voluntariamente a la comunidad, por el tiempo para calificarse en la línea de mérito profesional para obtener más dinero y disfrutar de pequeñas ventajas. Pero no se trataba de llegar y subir una suave colina, cuando el camino está lleno de obstáculos. La concentración colosal del poder generado por el dinero, las corporaciones, las burocracias públicas y privadas, obliga a los empleados, incluidos los más calificados, a girar y girar a un ritmo impuesto por los súper administradores y éstos no dudaron en mejorar sus beneficios deshaciendo en un día una compleja red de relaciones humanas que tardó decenas de años en construir empresas. Perder esas riquezas sociales ha tenido humanamente un costo que no tiene precio en oro. La frustración social, nunca suma cero y se transforma, aunque sea por periodos, en una fuerza que de no ver nada termina descubriendo nuevas dimensiones. Y más cuando el ser actual es más curioso y versátil. Tiene más recursos para difundir lo que piensa y hace, denunciando lo que no le gusta. Ya son reconocidas las consecuencias que tiene el creciente fenómeno del feminismo. Todo ocurre hoy día y seguirá ocurriendo mañana.
Lo descrito sucedió lentamente desde fines de los noventa y aceleradamente desde el 2011. Con estas nuevas contradicciones frente a nuestras narices, es difícil pensar que Chile, seguidor estilístico del modelo neoconservador estadounidense iba a desarrollarse como país, a la sombra de grupos económicos mezquinos, a quienes ha sido necesario arrebatarles migajas de sus utilidades para paliar las desigualdades generadas con su accionar y su convencimiento metafísico de que toda actividad humana debe ser un negocio. Obtener logros estables ante esta concepción de la vida y la búsqueda de la felicidad – como suelen decir – es muy difícil, más si la institucionalidad sincronizaba con el modelo y su estilo de vida. Ello impidió que se les disputara a las elites conservadoras en el plano de las ideas. Más allá de un juego retorico y cortesano, con príncipes negros incluidos, en el cual los abogados y economistas de los grupos siempre tenían argumentos que ahora la realidad global desvirtúa y la pandemia pone en entredicho.
El pueblo chileno con costos humanos altísimos movilizó sus reclamos y con luchas civiles masivas abrió nuevos espacios para recrear la realidad política. Es un proceso cuya dirección apunta una y otra vez a cambiar los liderazgos y vertebrar movimientos y partidos, haciéndose cargo de las nuevas realidades encaminando la política a resolver apremiantes asuntos sociales como lo demostró la elección de los Constituyentes muy bien descrita por Osvaldo Rosales en su artículo del numero anterior de “La Mirada”.
Esto provocó un torbellino político. A diferencia de los años anteriores a Octubre del 2019 y al año y medio de pandemia, ahora existen ideas, propuestas y pasiones colectivas que involucran a mucha gente. Los medios masivos en manos de conservadores no logran frenar este impulso, claramente fragmentado en particiones que buscan medirse electoralmente, incluso arriesgando el futuro de sus representados. Políticos oportunistas saltan de una candidatura a otra y luego será de partido en partido. El juego de compra huevos ha sido vil y doloroso. La reparación de los daños será difícil mientras persiste la idea que las nuevas contradicciones y realidades no los afectan, siendo las causas de esta crisis de la política.