La resistencia dentro del Partido Demócrata a la candidatura de Joe Biden para la reelección nunca germinó, y la oposición en el Partido Republicano a la candidatura de Donald Trump para la reelección pronto se marchitó.
Super martes
Las elecciones primarias, demócratas y republicanas, en quince estados y un territorio confirmaron esta semana que, salvo por imprevistos, Joe Biden y Donald Trump serán los respectivos candidatos presidenciales en las elecciones del 5 de noviembre.
En el caso de Biden, de 81 años, el resultado sorprende a nadie y desalienta a muchos porque no hubo, realmente, una alternativa viable en las campañas del representante de Minnesota, Dean Phillips, y de la autora Marianne Williamson.
El presidente ha ganado ya 1.564 delegados a la Convención Nacional Demócrata que se celebrará en agosto en Chicago (Illinois) y necesita 1.968 para asegurarse la candidatura. Hay todavía una decena de delegados que no se han comprometido.
Por su parte, Trump, de 77 años, amaneció el miércoles con 1.057 delegados a la Convención Nacional Republicana que se celebrará en julio en Milwaukee (Wisconsin) y en la cual necesita 1.215delegados para llevarse la corona.
La ex gobernadora de Carolina del Sur y exembajadora ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, que fue la rival que por más tiempo encaró a Trump, había logrado 92 delegados antes de anunciar que abandona la contienda.
De acuerdo con el promedio de encuestas que elabora Fivethirtyeight.com, el 56,3 % de los votantes desaprueba la gestión del presidente Biden y apenas el 38,1 % la aprueba.
La misma fuente indica que el 52,1 % de los votantes tiene una opinión desfavorable de Trump, y el 43 % tiene una opinión favorable del expresidente.
Según una encuesta del Centro NORC para Investigación de Asuntos Públicos el 56 % de los adultos en EE.UU. indica que estaría insatisfecho si el candidato presidencial demócrata fuera Joe Biden, y el 58 % estaría igualmente descontento si el candidato republicano fuera Donald Trump.
Los descontentos
Las complejidades del sistema electoral estadounidense, o mejor dicho las diferencias de los cincuenta sistemas electorales del país, ocultan algunas señales más variadas que el resultado global.
La distribución de delegados es, en algunos estados, proporcional y en otros bajo la regla de que “el ganador se los lleva a todos”.
Haley no acumuló muchos delegados, pero en muchas de las primarias recibió entre el 35 % y el 40 % de los votos, un dato que anuncia una posible debilidad de la candidatura de Trump.
Esa porción de votantes republicanos marca el límite del atractivo electoral de Trump entre toda la ciudadanía. Su movimiento Make America Great Again está bien consolidado, pero ha dejado de crecer, y si un tercio de los votantes republicanos decide quedarse en casa el 5 de noviembre Trump recibirá la tercera paliza consecutiva en el voto popular que ya perdió en 2016 y en 2020.
Cuando anunció su retirada el miércoles en la mañana, Haley no declaró su apoyo a Trump y dijo que a él le corresponde ahora ganarse los votos que para ella fueron. La disciplina partidaria exige que, pasadas las elecciones, todos los republicanos declaren su lealtad al ganador, algo que Haley hará o no con su mira puesta, ahora, en la campaña presidencial de 2028.
Una situación similar encara Biden quien, aunque no tuvo rivales de mucha monta en las primarias, tiene que lidiar con alrededor de un 10% a un 15% de votantes demócratas que apoyaron a Phillips o Williamson o votaron “no comprometido” (voto en blanco).
Esta oposición llegó a casi el 20 % de los votantes en las primarias de Minnesota y marcó un 13,2 % en Michigan, incluye a los descontentos con el apoyo del gobierno de Biden a Israel en el conflicto de Gaza, y a muchos votantes jóvenes.
Y ahora los dos ancianos marchan, a tropezón y exabrupto, sostenidos por las facciones más militantes de sus respectivos partidos, a una campaña electoral que disgusta a la mayoría de los votantes.