María Luisa Bombal y Carolina Geel. Unidas por la tragedia del Hotel Crillón. Por Karen Punaro Majluf

por La Nueva Mirada

El Hotel Crillón, que albergó en sus salones a figuras holywoodenses como Gary Cooper y Clark Gable, fue escenario de la crónica roja nacional. Primero cuando la aristócrata María Luisa Bombal disparó contra su exnovio, acompañado por su nueva mujer; y años después, en circunstancias que -la también escritora- María Carolina Geel mató de cinco balazos a su joven amante, para luego abalanzarse sobre el cadáver y besarlo apasionadamente.

La historia registra que el 21 de enero de 1941, María Luisa Bombal caminó lentamente por las calles del centro de Santiago hasta llegar la puerta del Hotel Crillón. Allí esperó a Eulogio Sánchez, quien, casi la había olvidado tras ocho años sin saber nada de ella. Él llegó al café del lugar junto a su novia, lo que llevó a la escritora a encararlo. Cegada por la rabia, dolor y celos, le disparó con intención de matarlo, pero solo lo hirió en un brazo. Bombal fue encarcelada, pero cumplió una condena de pocos meses, pues Sánchez la eximió de toda culpa.

Años más tarde, María Carolina Geel repetiría “la hazaña”, sin embargo, para ella las cosas terminarían de manera mucho más trágica. Quería matarse, pero lo mató a él. Hace 55 años, la escritora -seudónimo de Georgina Silva Jiménez- baleó a su amante mientras tomaban el té en los aristocráticos salones del hotel Crillón.

María Luisa Bombal nació el 8 de junio de 1910 en el Paseo Monterrey de Viña del Mar. Tras la muerte de su padre, cuando solo tenía ocho años, emigró a París junto a su madre y hermanas, lugar done terminó el colegio e ingresó, posteriormente, a estudiar a la Facultad de Letras de La Sorbonne, carrera que culminó en 1931.

Concluidos sus estudios universitarios, regresó a Chile para reunirse con su madre y hermanas y fue precisamente en el momento de su arribo a las costas chilenas cuando conoció un joven amigo de la familia llamado Eulogio Sánchez Errázuriz, con quien pronto inició una intensa relación amorosa que la obsesionaría durante toda su juventud.

No duraron dos años junto y la inconformidad de la ruptura amorosa la llevó a emigrar a Buenos Aires invitada por su amigo -y cónsul – Pablo Neruda. Instalada en la capital argentina participó del movimiento intelectual de la época, reuniéndose con los escritores agrupados en torno a la revista Sur.

En 1935 inició su carrera literaria, publicando, La última niebla; tres años después lanzó La amortajada, su novela más importante. En agosto de 1940 regresó a Chile, trayendo consigo los manuscritos de «El árbol» y «Las islas nuevas». Al año siguiente, fue encarcelada tras intentar asesinar a su antiguo amante, Eulogio Sánchez.

Una carrera veloz y voraz

«¿Escribe aún? ¿No escribe ya? ¿Por qué no ha publicado más después de La última niebla y La amortajada?», se preguntaba Hernán Díaz Arrieta, -Alone- en los años 60, dos décadas antes de la muerte de la escritora (ocurrida en 1980, a los 69 años). «¿Ha muerto? ¿Es un caso como el de Rimbaud?», señalaba el crítico ante la ausencia de publicaciones de Bombal, siendo que antes de los 30 años su prolífica actividad la llevó a iluminar el camino de la literatura nacional hasta entonces conocida por sus historias realistas.

La ultima niebla (1934), fue un libro que marcó un hito e en la literatura chilena, pues mezcla la escritura realista con elementos surrealistas y fantásticos. Con esta obra, Bombal inauguró un nuevo tipo de escritura, convirtiéndose en una excepción en un país donde la novela se había movido en el campo del realismo.

La autora diría: «La ultima niebla está inspirada en haber tenido un amante que no tuve… Mi primera experiencia amorosa fue bastante espantosa, yo lo puse a él como marido, la novela tiene una base autobiográfica bastante trágica y desagradable… La experiencia sexual también; en esa época, las regulaciones eran para que las obedecieran los de la clase media… bastante trágica, pero uno no puede hablar de los secretos del corazón y del alma… Son los secretos que uno no puede estar poniendo en la mesa porque se hace algo público ¿ves tú? La novela está basada en mi primer amor, que terminó a balazo limpio«.

La amortajada, la segunda novela de Bombal, es considerada como su obra maestra por varios estudiosos y amigos cercanos a ella, incluso por el mismo Jorge Luis Borges.  La novela no es una historia lineal, sino circular. “Ana María” narra su vida a través de los espacios y símbolos espaciales, y resulta ser tormentosa; cuando está en su lecho de muerte se retoman estos elementos, y la conducen a la libertad.  El espacio está en función de un personaje: “Ana María” -la amortajada- y es a través de este recurso narrativo que nos enteramos de la transformación del personaje. El espacio no solo es físico, sino que además un reflejo anímico de la protagonista.

Bombal publicaría algunos cuentos memorables, como El árbol (1939), pero no mucho más. Luego vino el silencio y tras vivir en París, Buenos Aires y Washington, ser madre de una hija a quien llamaría llamada Brigitte y compartir amistad con Neruda, Mistral y Borges, se radica en Chile, siendo alcohólica y esperando el Premio Nacional de Literatura que jamás llegó.

«Intenta dejar de beber muchas veces. Consigue vivir algunos meses de abstinencia, pero no duran demasiado. Sigue bebiendo, pero siempre discreta, silenciosa, a pesar de que todo se hace insostenible«, escribe Diego Zúñiga en María Luisa Bombal, el teatro de los muertos.

Bombal veía en la escritura algo más que el hecho de redactar. Era algo intrínseco a su biografía: “Me asustó siempre la soledad inmensa que envuelve al escritor, no creo que exista oficio más solitario; quizás por eso no escribí más. Me pregunto si alguien verá en la soledad un placer; yo no.”

Todo lo que hizo -y dejó de hacer en su vida- fue para escapar de la soledad, un vacío que llenó a veces, a ratos, con sus amores o con sus fieles amigas. Se sintió acompañada y feliz durante los 30 años de matrimonio que pasó en Estados Unidos al lado del conde Fal de Saint Phalle. Se sintió sola cuando Brigitte hizo se mudó a en Chicago a estudiar. Se sintió sola de vuelta en Chile en 1974. Sola e incómoda, porque, para ella, una mujer debería vivir una vida en pareja, para el amor, sentimiento que le era esquivo, difícil y reacio. No es secreto que Bombal se hiciera acompañar por el alcohol durante varios años y cada vez de forma más persistente hasta provocarse daños irreversibles.

De qué me sirve ser la autora de La amortajada cuando mi soledad es tan grande”.  

¿Por qué es usted tan trágica?

María Luisa Bombal no sabe qué responder a la pregunta de su profesor de francés, que ha leído su cuento y le da el primer premio de la clase de literatura en la Sorbona. “¿Por qué es usted tan trágica?”, le ha dicho y ella, con 18 años, una educación francesa, en Viña del Mar y en París, cree firmemente que «lo lógico es lo más bueno», y por ello se aboca a la tragedia, aún cuando no comprende por qué. «Era la imaginación que se adelantaba a lo que yo era«, señaló años más tarde al recordar esta anécdota.

Y no solo al escribir era trágica. Al asumir el amor también lo era. «Los hombres se enamoraban locamente de mí, pero siempre me iba mal. Tal vez fui muy exclusivista, exigiendo que siempre estuvieran pendientes de mí».  Tras un viaje a Nueva York representando al Pen Club argentino, se encontró con un enamorado de juventud. El era conservador del Louvre, un hombre culto y buenmozo. Su hermana Blanca dijo que «él estaba realmente enamorado, pero ella lo dejó porque era su destino hacerlo todo al revés«.

A María Luisa siempre le gustaron los hombres mayores «porque sabían más que yo y celebraban mis tonterías. Y siempre me ha gustado que me protejan«. Fue así como, con 29 años, se enamoró del doctor Carlos Magnani, de 62. Pensaba casarse, pero él dudaba por su vejez. Decidieron que ella dejaría Buenos Aires y viajaría a Chile para pensarlo. La duda sobre si matrimoniarse o no la llevó a caer en el alcohol. Estando en Puerto Varas, para empezar su novela Historia de María Griselda, se enfermó de difteria y una vez en Santiago se enteró de que su médico argentino había conocido a otra mujer, de 22 años, y ya estaba casado con ella.


Sus nervios eran incalmables. Estaba «en estado de postración, pues casi no se podía expresar, y de un pesimismo total«, según contó el marido de su amiga Chela Reyes. Llevaba siempre una pistola en la cartera que le recomendaron tener «por si acaso». El estrés la hizo retomar su obsesión por Sánchez, quería recuperar las cartas que le envió cuando eran amantes. Decía que él había arruinado su vida. Siempre pensó que el amor era lo más importante para una mujer, y su primer amor la abandonó.

El 27 de enero de 1941 María Luisa almuerza con su mamá. A las 4 de la tarde va al departamento de Chela Reyes, pero no la encuentra. Entonces se va al Hotel Crillón a tomar un trago. Poco antes de las 5 sale a la calle Agustinas y ve pasar a Eulogio Sánchez. Corre tras él, grita su nombre y le dispara tres balazos.

Al matarlo a él, mataba mi mala suerte«, declaró Bombal.

El hombre más joven también traiciona

María Carolina Geel salió a la calle con tres propósitos: conseguir un analgésico, averiguar sobre los horarios de los trenes a Mendoza y comprar un arma. ¿Para qué? El remedio para la hiperestesia aguda (aumento anormal y doloroso de la sensibilidad actil); el viaje para sacar de su cabeza a Roberto Pumarino; y el arma, para dar en el blanco.

El martes 12 de abril de 1955 caminó por las calles con la pura y confusa noción de que su cuerpo, aquejado por un exceso de sensibilidad, demandaba su dosis de calmante; de que necesitaba tomar distancia real de su amante diez años menor que ella; y de que su vida a los 42 años, -dos matrimonios disueltos, un hijo que se iba al extranjero y esa progresiva aversión a la gente- no daba para más.

Aunque Georgina Silva ya era más que una promesa literaria, cada tanto la golpeaba la idea de que hacía todo mal. Con cuatro libros publicados – las novelas El mundo dormido de Yenia (1946), Extraño estío (1947) y Soñaba y amaba el adolescente Perces (1949), y el libro de ensayos «Siete escritoras chilenas»(1949)-, había captado el interés de la crítica, que destacaba especialmente la inquietante atmósfera de sus ficciones. Aunque le achacaban un castellano torturado y una gramática defectuosa, su estilo era considerado único, diestro, exquisito. Tenía sensibilidad y talento, decían. Tenía también un seudónimo con el que pasaría a la historia: María Carolina Geel.

La escritora entró esa mañana a la farmacia de calle Moneda 941, en la esquina con Matías Cousiño. El analgésico estaba agotado. Justo al frente, en la vereda del cine Cervantes, vio un depósito de armas nacionales. Caminó unos pasos hacia el local, pero se le ocurrió que la oficina de ferrocarriles debía cerrar temprano, y cambió el rumbo. En el trayecto volvió a pensar en la pistola. Supo que el tren salía el viernes a las seis de la mañana. Demasiado pronto; necesitaba más tiempo para prepararse. Tantos pensamientos revueltos. ¿Para qué quería el arma? Para protegerse de esos sujetos de aspecto torcido, se dijo. O, mejor, para no seguir sobrando entre la gente. O, mucho mejor, para que los ojos de Pumarino dejaran de huir. «Todo esto tenía cierto desvarío«, reflexionaría meses más tarde. «Mas son muchas las veces en la vida que uno desvaría así y nada ocurre«.

Pero esta vez ocurrió. María Carolina Geel volvió al depósito de armas como atraída por un imán. Le mostraron varios modelos. La escena le trajo a la memoria una situación vivida seis años atrás. «Un portero de mi oficina fue a ofrecerme un revólver usado», ordenaría las imágenes, ya consumados los hechos. «Era muy fino y valía varios miles (…). Días después leí un aviso de venta en el diario. Resolví ir a verlo, pero cuando salía de la oficina pensé que no entendía de armas y podría comprar quizás qué». Entonces decidió pedir un consejo. Trabajaba como tipógrafa en la Caja de Empleados Públicos y Periodistas. Y en eso estaba, pensando en quién acudir, cuando entró un colega que se ofreció a ayudarla. Ella notó recién ciertos rasgos en los que no había reparado. El bigote finito, la estatura. Salieron de la oficina con destino a la armería.

Aunque el revólver no les convenció, aquella salida prendió algo que más tarde Geel rememoraría como una señal: «Yo tenía cuatrocientos compañeros masculinos, ¿por qué entró él en el instante en que iba yo a enviar por éste, aquél o el de más allá, a quienes conocía mucho más que a él? Entró él. Con él salí a ver un arma; él la tuvo en sus manos; él la descalificó. Y después de esa salida noté que me abordaba para preguntarme sobre el asunto, y yo aceptaba sonriendo ese pretexto, pues de no mediar éste, él no se hubiese atrevido a hablarme«.

Él era, ciertamente, Roberto Pumarino Valenzuela, 26 años, socialista, segundo jefe de la sección máquinas de la Caja de Empleados Públicos y Periodistas, casado, un hijo, amigo de un amigo de Geel.

De Gary Copper a Clark Gable

El desaparecido Hotel Crillón albergó entre sus pasajeros a grandes figuras holywoodenses como Gary Cooper y Clark Gable.  Ubicado en Agustinas con Ahumada, el edificio fue construido en 1919 como residencia de la familia Larraín García Moreno. Después se convirtió en el Hotel Savoy.

Fue en los años 30 cuando adoptó el nombre que lo convirtió en uno de los epicentros sociales del siglo XX y competencia del hotel Carrera. Era punto obligado para bohemios, políticos, escritores y hombres de negocios. Joaquín Edwards Bello se inspiró en él para redactar su novela ‘La chica del Crillón’.

Pero el 14 de abril de 1955 una despechada escritora inscribió para siempre –nuevamente- al lujoso salón de té, con capacidad para 600 personas, en la crónica roja.

María Carolina Geel volvió a preguntarse “¿para qué demonios quería el arma?”. En el paseo Ahumada compró una pistola belga calibre 6.35. Femenina, livianita. Pagó caro por ella y volvió caminando a su departamento. Eran pasadas las cinco de la tarde. No había comprado el analgésico, no tomaría el tren a Mendoza y 48 horas más tarde dispararía con impecable puntería los cinco primeros balazos de su vida en el salón de té del hotel Crillón.

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2 comments

Grimanesa agosto 11, 2022 - 1:06 pm

Es como para hacer una pelicula si no se ha echo ya

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Yuri Pérez noviembre 27, 2024 - 8:24 pm

Cuando la vida era una novela y desataba pasiones con sentido.
Gracias por el artículo, muy interesante, me quedo con la sensación de haber leído un cuento del género negro.

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