Páginas Marcadas de Antonio Ostornol. La valentía de Javiera. El derecho a cambiar y pensar con libertad.

por La Nueva Mirada

¡Javiera Parada –en su tiempo ícono de Revolución Democrática- se integra al comando presidencial de Briones! La decisión, por supuesto, le costó la virulenta respuesta de ex camaradas y otros y otras izquierdistas de distintas cofradías. En alguna entrevista dijo que sabía que sería así y, cualquiera que haya enfrentado (en Chile o más allá) a esas viejas, conservadoras y anquilosadas organizaciones políticas de izquierda, sabe que Javiera tenía razón: la disidencia, el cambio, el pensamiento autónomo es duramente sancionado. Acaso, ¿no es posible cambiar?   

Hoy me gustaría marcar un texto que difundió Zurita en las redes. Cuando lo vi en Facebook, pensé que no era original. Busqué información y, hasta donde he podido establecer, sería una carta pública que Raúl dirigió a Javiera Parada, a propósito del manifiesto por la paz que ella respaldara y presentara frente a la Moneda, solo unos días después del 18 de octubre. Ahora estaría circulando el mismo texto, pero con un encabezamiento ad hoc para referirlo a su decisión de participar en el equipo de campaña de Briones. Desde ya les digo que no sé si ese añadido cuenta con la autorización del poeta. Pero el resto del texto tiene su marca: un texto conmovedor, desde una emocionalidad descarnada pero brutalmente agresiva y cuidada. Comienza afirmando que “Yo no soy nadie para hacerte reproches, pero son cientos de miles de nadie, millones de nadie que vemos los rostros de los muertos cubriendo el horizonte, vemos sus caras que ya no son, vemos sus brazos y sus manos hechas para el amor y no para ser una masa sanguinolenta y no podemos entender.

El primer movimiento propone una trampa: el poeta sabe que él “no es nadie, sino alguien”, más aún, sabe que es uno de los mayores poetas chilenos contemporáneos, destacado merecidamente con las más altas distinciones, embajador cultural de nuestro país desde antes del regreso a la democracia, en la forma clandestina y marginal de la gran poesía y por su heroica permanencia en nuestro país durante los años de la dictadura, y luego formalmente a través del servicio exterior chileno en los primeros años de la democracia. Entonces, cuando dice que él no es nadie para hacerle reproches, construye una figura literaria para potenciar el reproche al domiciliarlo en los “miles de nadie, millones de nadie que vemos los rostros de los muertos”. Luego el texto hace un giro e interpela a la reprochada: “ tú niñita, sí, tú que has llorado tanto tienes el derecho de irte y estar con quien quieras y abrazándote te diríamos mucha fortuna niñita de blanco, mucha fortuna a ti con tu vestidito lleno de sangre”. Aquí el reproche se hace mucho más intenso: le endosa a su decisión hacerse cómplice de la sangre de los caídos que, en ese momento, en una primera lectura, serían las víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante el estallido y que, por conexión histórica, serían también los de la dictadura. Pero el reproche incorpora otra connotación: la infantilización de la mujer. “Niñita”… ¿Cuál podrá ser el sentido de esa imagen? ¿Ingenuidad, incapacidad, ignorancia? No lo sé, cualquier interpretación podría ser arbitraria. El problema es que, al igual que hoy, en ese momento Javiera Parada estaba ejerciendo su derecho a manifestarse políticamente, convocando a lo que ella, estuvieran o no de acuerdo los demás, legítimamente pensaba: llamar a construir una política de acuerdos políticos democráticos y distanciarse de la movilización violenta. No, no era una “niñita con el vestidito manchado de sangre” (la imagen es fuerte para referirse a alguien a quien la dictadura secuestró y asesinó a su abuelo y a su padre). Era una mujer que pensaba, que no estaba anclada a las categorías políticas de la segunda mitad del siglo XX, que quería desarrollar sus proyectos. Y eso no la convertía en cómplice ni de los asesinos, ni de los torturadores, ni de los que capturaron nuestra democracia durante 17 años instalando una dictadura feroz. Aceptar el “reproche” a Javiera, sería algo parecido a sostener que todos y todas las militantes de izquierda que homenajeamos a las revoluciones socialistas y comunistas del siglo XX, fuéramos cómplices de los campos de concentración, las prohibiciones de los partidos políticos, las ejecuciones sumarias, las censuras a la prensa, por mencionar algunas cosas.

Sin embargo, más allá de lo injusto que me parece el reproche, el texto cierra con una línea fundamental y que nos conduce a lo que, esencialmente, pone en evidencia el episodio de la decisión de Javiera: “¿Por qué no estás aquí bailando Bella Ciao? ¿Por qué, Javiera, no estás bailando con tus compañeros?”. Tal vez este debiera ser el punto de partida. ¿Qué procesos, que circunstancias, qué evidencias y nuevos conocimientos hicieron que Javiera ya no comulgara con las viejas ideas de su tronco militante y de su nueva militancia en el Frente Amplio? ¿A qué conclusiones habrá llegado Javiera para tomar estas decisiones? Y, por último, ¿es legítimo que tome estas decisiones sin que eso implique transformarla en una especie de paria del espacio político del cual es tributaria? Es ella quien debe contestar y lo ha hecho. Su decisión –nos guste o no- está fundada en sus convicciones, en su apreciación de la coyuntura política, en los nuevos descubrimientos que ha hecho y, finalmente, porque cierta política le hace más sentido.

Como escribió Manuel Guerrero a propósito de esta polémica, “solo me animo a comentar que es un error pensar que el vínculo de sangre implica identidad política”. Y agregó que “cuando la izquierda se secularice un poco y asuma que la militancia es un devenir y no una herencia, se llevará menos sorpresas”. La política no es una religión, no es un pacto sagrado de un día para siempre. Otras son las prácticas que tienen esa condición. Cuando la política se vuelve una religión y una obligación identitaria, se pierde autonomía personal (y no hablo de estar asociados para la acción colectiva común, sino a la adscripción obligatoria e irrenunciable). Cuando junto a varios camaradas en los años ochenta advertíamos de los problemas del socialismo real, de su franca incompatibilidad con la democracia y su sustento en la estructuración de estados policíacos, nos acusaban de favorecer al “enemigo”, o sea, a la dictadura. Pocos años después, el socialismo desaparecía en la mayoría de los países donde había gobernado por décadas. Teníamos razones, buenas o malas, para ver la realidad de esa manera y actuar en consecuencia. Y Javiera también las tiene y valdría la pena escucharlas. En una entrevista dada a CNN Chile, explica su decisión. Frente a las cámaras afirma que “Precisamente porque sé los horrores que vivió este país durante 17 años como dictadura, creo que como generación, que nosotros no protagonizamos ni la Unidad Popular, ni el golpe de Estado, ni la dictadura (…), tenemos la responsabilidad de hacer que eso no se vuelva a repetir.” Suena razonable. A fin de cuentas, alguna cuota de responsabilidad tuvieron todos los actores políticos en la crisis del 73, y las lecturas de esas responsabilidades pueden ser diversas y legítimas. También dice que se ha convencido de que “hoy día en la centroderecha hay una nueva generación que para los 40 años del golpe escribieron una carta comprometiéndose con los DD.HH., que han hecho lo posible por instaurar una cultura de los DD.HH. dentro de su sector político”. Si uno acepta esta premisa, es lógico que dichas opciones estén disponibles en el juego político. ¿O podemos creer que todos los derechistas son asesinos, torturadores, dictadores, etc.? Que los hay, los hay; pero no son todos. Los tiempos cambian y la realidad no puede seguir viéndose en blanco y negro. Por último, Javiera cree que “que dentro de la izquierda y la centroizquierda hay sectores que creen que la derecha no tiene legitimidad para gobernar. ¿Habrá algo de verdad en aquello? Ella tiene la convicción de que “la democracia significa alternancia, que cuando gobiernan tus adversarios políticos, tú respetas esos mandatos del pueblo que los eligió”. ¿Será cierto esto que dice? Algunos creerán que sí, y otros que no. Pero las posiciones son legítimas.

Desde la aceptación de su derecho (y el de todos) a pensar diferente, cambiar de opinión, asumir nuevas convicciones, sería legítimo discrepar de ella. Pero la censura puramente emocional, con cierta carga de extorsión histórica y personal, me parece inadmisible. Por eso, valoro el gesto de Javiera. Por su valentía y por su honestidad.

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8 comments

Mireya Silva abril 23, 2021 - 1:28 am

Todo, debo decirte que me asombra tu comentario. He leído tus » Miradas semanales » muchas veces, desde que eli la primera. Las veía en Facebook y no me atrevía a abrir el link para leerlas. Porque lo que yo he leído y las agresiones que me han regalado desde el segundo gobierno de Bachelet, .e hacía huir de leerte. La primera vez fue de algo que no recuerdo pero es la sensación de que ese tema no debiera generar muchos insultos ni ofensas. Y me atreví. Lo abrí y lo leí. Y me sorprendiste. Lejos de ese » fascismo » que , para mi, ha sido la tónica. Una vez compartirán texto porque no solo me cautiva como escribes, sino que en muchos análisis concuerdo y en los que no, son tan bien escritos que siempre hay puntos de concordancia. Ahora te leo esto. Y déjame decirte esto. Eres la única persona de izquierda que yo conozco, que ha podido decir eso. El resto de lo queda en el anaquel dw los recuerdos, han sido peor que los propios inquisidores. Porque lo que ha vivido desde octubre el que no está con la violencia como yo, ha sido denigrado de muchas formas. Mi voz si es la de nadie. Pero desee ahí quiero decirte que me emocionaste. Y que agradezco haberte leído aquella primera vez. Cariños.

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Amparo Sáez Arroyo abril 23, 2021 - 3:01 am

Agradezco mucho tu comentario/defensa deJaviera. Se puede discrepar de ella, pero no condenarla. Buen análisis y gesto también, Antonio.

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Mono Carrasco abril 23, 2021 - 10:16 am

En general estoy de acuerdo con tu artículo, lo importante es no perder el norte… debemos defender el derecho sacrosanto de pensar distinto, de hacerlo con nuestras proprias convicciones….tengo la impresión que de alguna manera lo de Javiera es un gesto de un cierto heroísmo….y eso es loable. Yo personalmente hice un paso al costado pero no me fui para el otro lado…

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Fernando Aldea abril 23, 2021 - 9:37 pm

Que las emociones del poeta se notan…se notan. Que sus versos están cargados…lo están. Que su belleza inflama la propia emoción y que, parece, mi emoción se enlaza irremediable y hermosamente con su opus, me habla de poesía y empatía, de franco dolor y pérdida, del símbolo ultrajado pornográficamente..
Parada y cualquiera puede cambiar de opinión y podemos tener un juicio de ello sin temor a esconderlo. Pero me cuidaría de poner palabras cruzadas en un buen verso o responder en otro idioma lo que te ofrecieron en esperanto, en poesía…

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Marcelo Farah abril 24, 2021 - 6:18 pm

100% de acuerdo con el Toño. No se trata de estar de acuerdo con Javiera Parada. Se trata de defender su derecho a tomar el camino que quiera, sin recriminaciones ni descalificaciones de ninguna clase, lo que no impide plantear las discrepancias políticas a su postura. Personalmente, admiro su valentía, porque el coro de desaprobaciones y, posiblemente, insultos y funas (ojalá que no sea el caso) era predecible.

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Ximena del Carmen Moya Astorga abril 25, 2021 - 1:30 am

Pienso que una persona debe apoyar un sector político sin traicionaste a si misma , Si Jsviera siente que debe hacerlo así y no se anula como persona al hacerlo está regio para mí !!! Lo que importa es que ella se sienta bien consigo misma y el resto ch as o !!!!
???⭐⭐⭐????

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Leon Cohen abril 25, 2021 - 3:57 am

El cambio es vida aunque a la mente no le acomode. No es posible mutar, pero los modos de sobrevivir llevan a cambios que a veces parecen mutaciones. El cambio como expresión de un desarrollo y del pensar es lento e infrecuente pero puede ser potente y drástico, sobretodo si es la huida frente al dolor.

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Hugo Bello mayo 27, 2021 - 9:37 pm

Me gusta mucho el el principio que mueve el texto de Antonio. Defender la libertad de acción y decisión de una persona. Se llame como se llame y venga y vya a donde sea. Pero no me gusta, y eso no es de Antonio, el carácter manipulador, extorsionador, victimazante de Zurita. Su propensión a la manipulación es parte de la retórica que lo caracteriza y su tendencia totalitaria, manipuladora y fetichista es un resabio deleznable de una izquierda que no se ha permitido ni una pizca de autocrítica. Marx no es ni tienen responsabilidad de lo que se haya hecho con su legado, y eso es en gran medida la renuncia que la izquierda ha hecho de una de las armas del pensamiento: la crítica y la autocrítica, Por último, si Marx no tiene nada que ver con la izquierda (me temo que es el caso de hoy), en malahora podremos crecer y ofrecer un proyecto a una nación explotada y cansada como la que vemos hoy.

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