De acuerdo con todos los pronósticos y desafiando todos los maleficios, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, ha sido nuevamente investido presidente del gobierno de España, y esta vez, con mayoría absoluta, al conseguir el apoyo de 179 escaños de los parlamentarios.
Sánchez consigue el apoyo del PSOE, SUMAR, ERC, JUNS, BILDU, PNV, BNG y CC. Esto significa que, aun no siendo el partido más votado, pone tras sí a 12,6 millones de votos. No es poco. Y tampoco es poco que consigue, a pesar de los tiempos turbulentos que se viven en Europa y el mundo, renovar por otra legislatura el gobierno de Coalición Progresista, otrora considerado ilegítimo por albergar a una izquierda que con PODEMOS y los comunistas llevaba décadas satanizada. Todo ello ahora se ha naturalizado, en parte, porque los nuevos satanes son de las regiones y en parte porque ni unos ni otros tienen programas revolucionarios. Por el contrario, recordemos que la comunista Yolanda Díaz ha sido la líder de los acuerdos sociales y apreciada no solo por los sindicatos sino también por los gremios empresariales.
Además, el presidente español ha obtenido apoyo en todo el arco parlamentario sumando votos de la izquierda, la centro izquierda, el centro y la derecha. Y, adicionalmente, ha sumado votos de partidos que en la anterior legislatura se abstuvieron como ERC y BILDU, o votaron en contra: JUNS PER CATALUNYA; y COALICIÓN CANARIA. De hecho, los socialistas han conseguido unir a todos los partidos políticos con representación parlamentaria menos el PARTIDO POPULAR, VOX, y UNIÓN DEL PUEBLO NAVARRO.
Lo anterior muestra algo importante: la coalición gobernante, ha conseguido ampliar la alianza que constituye el apoyo que el gobierno necesita para ser precisamente eso: un gobierno capaz de gobernar, lo que en democracia equivale a aprobar leyes para implementar presupuestos, y programas de políticas públicas que permitan conforme a sus definiciones estratégicas favorecer a la gente. Se discute si los apoyos de estos partidos constituyen solo un respaldo para la investidura o se extenderá a toda la legislatura. Ya veremos. Por de pronto el abanico parlamentario, en una España políticamente atomizada después de fenecido el sistema binominal, es amplio y parece dispuesto a sostener al gobierno.
Sin embargo, como casi siempre ocurre en política, los procesos son más importantes que los resultados, casi siempre efímeros, cambiantes, muchas veces imperceptibles.
Y este proceso; el de la negociación, debate, acuerdos y desacuerdos, articulaciones de interpretaciones diferentes entre diferentes ha sido complejo, difícil. Eso es cierto. Y ha dejado heridos por el camino. Pero sobre todo no ha cerrado las conversaciones. Lo que ha hecho es abrir las conversaciones que estaban interrumpidas. Porque ni los golpes, la represión, las sentencias, los exilios ni la represión cancelan las conversaciones sociales. Por el contrario, lo que hacen es confundirlas y envilecerlas. Reemplazarlas por las interpretaciones sectarias, y reacciones nihilistas.
Pedro Sánchez se ha atrevido a reabrir esas conversaciones para que las posibilidades de encontrar sus espacios de común interés vayan reemplazando poco a poco el resentimiento de los vencidos.
Y el primer problema es que los vencidos están representados por dos diferentes detrás de una misma corona: Ezquerra y Juns. Los primeros son como su nombre los define de izquierda y republicanos. Los segundos son de derecha. Provienen de un partido catalanista pero que bajo el gobierno de Jordy Pujolfundador del partido Convergencia i Unió gobernó durante décadas promoviendo una política de colaboración con el estado español y no rupturista. Esto se produjo después de su mandato cuando desaparecido ese partido se crea su continuador Juns per-Catalunya y tras el liderazgo de Arthur Masse embarcan en políticas del independentismo radical. Y en esa vía rupturista es cuando Carles Puigdemont llegó al presidir la Generalitat, o sea el gobierno catalán, provocó el sismo del primero de octubre del año 2017, cuando este proclamó unilateral e inconstitucionalmente la independencia de Catalunya, después de la realización de un referéndum igualmente ilegal.
Ezquerra Republicana, en cambio, es una formación histórica fundada el año 1931. Tiene un largo derrotero en la historia de Catalunya y, al igual que JUNS, raigambre en la población, aunque hasta hace poco, superaba a los primeros en apoyo popular. Esto tenía incidencia en los escaños parlamentarios, y como es lógico en las cuotas de poder para conseguir representar a los catalanes en el Parlament y la Generalitat. Entre unos y otros perdieron medio millón de votos, como resultado de la estrategia de encuentro del socialista Salvador Illa. Esto los llevó a librar una feroz competencia que, por supuesto, tuvo una evidente incidencia en las negociaciones para conseguir la investidura del candidato socialista.
Porque más allá de las escenificaciones, con Yolanda Díaz trasladándose a Waterloo para conversar con Puigdemont, y después las intensas conversaciones del factótum de Pedro Sánchez, Santos Cerdán, que consiguió obtener la aprobación del líder independista en el exilio y las posteriores revisiones del acuerdo por parte de los republicanos, ambos partidos se empeñaron en mostrarse como los más activos y exitosos en la obtención de beneficios para los catalanes.
Y, por eso también los acuerdos son algo diferentes. Las negociaciones con JUNS empiezan con la constatación por las partes de la incidencia del malogrado estatuto de Catalunya por el tribunal constitucional que dejó a los catalanes como la única autonomía sin un estatuto votado por sus ciudadanos y a partir de allí, los desencuentros que por razones de incomprensión política llevaron a los momentos de ruptura con el referéndum y la declaración de independencia como se ha dicho.
Las partes se muestran contestes en que la brutalidad de la represión perjudicó la imagen del país dentro y fuera de España.
Pero es, sin duda relevante, que los independentistas de JUNS por primera vez acepten someter un referéndum futuro dentro de los marcos legales del artículo 92 de la Constitución de España. Vale decir, aceptan proseguir su acción política dentro y no fuera de los márgenes constitucionales. Un giro copernicano en las estrategias políticas de los catalanes más nacionalistas se diga lo que se diga. Y un logro de los socialistas imposible de desconocer.
Del resto de tópicos en discusión lo más importante es por supuesto la ley de amnistía y dentro de ella, el ámbito temporal y las consecuencias para los favorecidos por la misma: Esta ley debe incluir tanto a los responsables como a los ciudadanos que, antes y después de la consulta de 2014 y del referéndum de 2017, han sido objeto de decisiones o procesos judiciales vinculados a estos eventos.
El texto se orienta a que la norma favorezca a todos aquellos que tengan condenas administrativas, penales, civiles o de cualquier clase por razón de su participación en los acontecimientos políticos descritos.
Con ello, el acuerdo buscará devolver a la política las discrepancias para que sea en el espacio del debate, y posterior decisión del sufragio donde se resuelvan los conflictos políticos y no la judicatura.
Y a propósito de judicatura se hace una mención explícita a que en la próxima legislatura se tendrán en cuenta en la aplicación de la ley de amnistía en la medida que pudieran derivarse situaciones comprendidas en el concepto lawfare o judicialización de la política, con las consecuencias que, en su caso, puedan dar lugar a acciones de responsabilidad o modificaciones legislativas.
Por esto último los jueces conservadores han puesto el grito en el cielo.
El texto firmado con ERC es mucho más extenso. Destaca igualmente la necesidad de devolver a la política los conflictos de esa naturaleza, pero incorpora, además, un intenso programa de medidas de carácter jurídico administrativo para transferir a Catalunya facultades en ámbitos económicos, presupuestario, financieros, tributario, policiales, penitenciarios, de gobernanza, etc. se ha destacado lo que tiene que ver con el traspaso definitivo de la administración de los trenes de cercanía por catalanes, así como las quitas de deudas generadas en la época de la crisis económica y su tratamiento neoliberal por el gobierno de Rajoy.
Hasta ahora las conversaciones sobre estos pactos se reducen a la descalificación que hace la derecha, empeñada en acorralar al gobierno en una batalla cultural anti independentista y la estigmatización por parte de los jueces conservadores. El debate propiamente tal sigue siendo pobre y sordo como todos los debates que pierden su sentido al convertirse en lugares de enfrentamientos sectarios y hostiles.
Y ese fue en general, el tono y el modo del debate de la investidura.
Mientras el candidato explicaba poco y no muy bien la necesidad de aceptar los acuerdos y sobre todo los cambios de opinión política, que en tan poco tiempo lo habían llevado de pronunciarse contra la amnistía al acuerdo de esta con los independentistas para obtener los apoyos que le permitieran formar gobierno el debate bronco y polarizado empobrecía las ideas.
A pesar de ello algunos parlamentarios como Gabriel Rufián (ERC) con sus acostumbrados recursos dialécticos le preguntaba al presidente en funciones ¿sabe usted que es lo único que nos une en verdad a todos nosotros? y se respondía inmediatamente señalando a las bancadas de la derecha ellos señor presidente, señalando el peligro que suponía que la derecha y la ultraderecha gobernaran en España, como empiezan a hacerlo en otras partes de Europa.
Y acaso esté allí la clave para entender la coyuntura política y sus paradojas. Porque en verdad, si bien Pedro Sánchez ha conseguido unirlos a todos contra la derecha, por eso mismo, requerirá de contar con todos, cada vez que quiera aprobar presupuestos, legislar, y en definitiva implementar políticas públicas progresistas. Con el senado y más de la mitad de las comunidades autónomas en manos de la derecha y ultras, esto no será fácil. Y pocos creen que se pueda conseguir en esta legislatura como en la que termina la aprobación de doscientas leyes.
Hasta ahora, no obstante, el PSOE ha tenido dos grandes ventajas: la primera, sin duda, el extravío del PP y su representante Alberto Núñez Feijoo. Porque consiguiendo después del desastre para el gobierno en las elecciones del 28 de mayo y la obtención de mayorías de derecha en tantos municipios y comunidades autónomas, solo él era capaz de echarlo todo a perder acordando apresuradamente gobiernos con VOX y permitiendo la entrada de mamarrachos que expresaron directa y explícitamente a la gente su decisión de retrotraer a España a las épocas más oscuras poniendo en riesgo derechos que hoy la mayoría de los españoles, independientes en su inmensa mayoría, no estaban dispuestos a perder.
Las siguientes elecciones de Julio los descolocó porque el PSOE aumentó su votación y su exigua diferencia con este partido no le permitía formar gobierno ni aún juntando sus votos con los ultraderechistas. Como dice el dicho: Si lo hacen a propósito no les queda mejor.
Y la segunda ventaja es, por supuesto, la fortaleza, habilidad y capacidad prospectiva del liderazgo político de Pedro Sánchez, del que ya quedan muy pocos que no reconozcan. Basta con leer la prensa mundial y especialmente europea, para constatarlo.
En frente un Alberto Núñez Feijoo insistía en repetir como un mantra que los apoyos para conseguir la mayoría se hacían sobre la traición a España.
La idea de meter la conversación en esa variante maniquea no era suya sino de José María Aznar el líder intelectual de llevar la discusión pública al despeñadero. El expresidente nunca se recuperó de la frustración de perder el gobierno a causa de sus mentiras sobre las consecuencias de la guerra de Irak, acusando falsamente a la ETA de los atentados del 11 de marzo del 2004 y como ocurre en esos casos, vive encontrando por doquier síndromes Iraks donde compensar su mal curada frustración política. Aznar jura que la ley de amnistía será la guerra de Irak de Pedro Sánchez.
Esto tiene consecuencias para el seguidismo de Núñez Feijoo. Consecuencias fatales. Como la de soliviantar a la gente para reacciones violentas contra los socialistas que incluyen vandalismo, acosos violentos en las manifestaciones frente a la sede de los socialistas, agresiones a los policías aún cuando hasta ahora los han reprimido con guante blanco. La derecha española parece olvidar que cuando se abusa de los paseos al precipicio se corre el riesgo de que el abismo te devuelva la mirada.
De primer curso de oposición política es que el líder de la oposición debe ser percibido, -subliminalmente que sea-, como posible sustituto del gobierno al que se opone, y esto no se hace desde las trincheras.
Además, el líder popular perdió la oportunidad de participar en el debate mostrando soluciones alternativas al candidato de gobierno sobre los temas que preocupan a la sociedad española: Entre los insultos y las descalificaciones solo quedaron en la memoria de los millones de telespectadores los rifirrafe sobre textos de Machado y otras discusiones bullangueras.
En realidad, la F de Feijoo empieza a sonar como la F de fracaso.
Entre tanta disputa inútil y discusión barata Alberto Núñez Feijoo aparece desdibujado y mostrando una personalidad lábil. Tironeado por los varones, y dubitante entre ser un líder institucional o exaltado, y cómplice pasivo de los vandalismos callejeros no acaba de desprenderse de la carga pesada de sus asociaciones implícitas o explícitas con VOX.
Este último partido, tras el liderazgo de Santiago Abascal, vive su momento de gloria no por la política sino por todo lo contrario: poner la protesta violenta en la calle y la impostura en el parlamento, algo que solo funciona en los golpes de estado, cuando los militares ponen los disidentes en su lugar. El sueño húmedo de los ultras españoles.
Como esto no ocurre, Abascal, pasa más bien por un personaje excéntrico.
Lo que viene será con toda seguridad una legislatura que traerá crisis permanentes, coyunturas difíciles, quiebres políticos; mares turbulentos -incluidos entre ellos, las pugnas internas en SUMAR por la pérdida de hegemonía de PODEMOS en la coalición-, conflictividad política en la que Pedro Sánchez suele mostrarse cómodo y seguro. Como cualquier líder que vislumbra que hoy son los quiebres y no la violencia las parteras de los cambios. De los cambios que pueden, por ejemplo, poner la transición española del 78 en modo 2.0 y orientar al país hacia una prosperidad compartida en una comunidad histórica que como decía el historiador Pierre Vilar es esencialmente la unidad en la diversidad.
Cuando al final del debate y en medio de una prolongada ovación al presidente elegido por mayoría absoluta, Alberto Núñez Feijoo, le decía con voz queda: Esto es una equivocación, el presidente parecía responderle: Ya no hay caminos equivocados o correctos, chaval. En los tiempos actuales se hace camino al andar.
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Preocupante la situación de España