Pendenciera, guerrera y travestida: La historia de la monja que en Chile se convirtió en Alférez.

por Karen Punaro Majluf

Sus aventuras se conocen gracias al texto Vida i sucesos que fue rescatado siglos después de haber sido escrito, sin embargo, existen dudas sobre si fue la misma Catalina de Erauso quien redactó su autobiografía o se trata de una novela caballeresca escrita a modo de diario de vida.

 «El 5 de junio vino por primera vez a mi casa el alférez Catalina Erauso, viscaína, arribada de España la víspera. Es una doncella de unos treinta y cinco a cuarenta años. (….) Alta y recia de talle, de apariencia más bien masculina, no tiene más pecho que una niña. Me dijo que había empleado no sé qué remedio para hacerlo desaparecer. Fue, creo, un emplasto que le suministró un italiano; el efecto fue doloroso, pero muy a deseo. De cara no es muy fea, pero bastante ajada por los años. Su aspecto es más bien el de un eunuco que el de una mujer. Viste de hombre, a la española; lleva la espada tan bravamente como la vida, y la cabeza un poco baja y metida en los hombros, que son demasiado altos (…). Únicamente su mano podría hacer dudar de su sexo, porque es llena y carnosa, aunque robusta y fuerte, y el ademán, que, todavía, algunas veces tiene un no sé qué de femenino.»

 Este fragmento corresponde a la decimoséptima carta que el viajero Pedro del Valle, apodado “el Peregrino”, escribe a su amigo Mario Schipano – en Roma el día 11 de julio de 1626 – sobre un particular encuentro con la ya conocida Monja Alférez.

 Y si bien Catalina de Erauso nunca tomó los votos religiosos, su fama como guerrera fiera fue tal, que la contraposición de haber vivido en un convento para luego haber pasado a formar parte del ejército conquistador de América, trascendieron las fronteras y la llevaron a ser considerada como parte fundamental de la literatura de la colonialidad.

Todo lo que se conoce sobre ella está en el texto Vida i sucesos, el cual en sí es polémico ya que no existe consenso sobre si fue ella la autora o si a un tercero se le ocurrió narrar las aventuras caballerescas de una mujer vestida de hombre.

 Considerado un relato oral que luego fue llevado al papel, la historia comienza con el nacimiento de Catalina, en la Villa de San Sebastián, en el hoy llamado País Vasco. Corría 1585 y el capitán don Miguel de Erauso y doña María Pérez de Galarraga y Arce tuvieron a una niña a la cual criaron hasta que cumplió cuatro años, edad en la que fue recluida en el convento cuya madre superiora era su tía Úrsula de Unzá y Sarasti.

 Rebelde, con ningún espíritu religioso, ansiosa por conocer el mundo, pendenciera y violenta; con 15 años se las ingenió para huir de los barrotes del convento y hacerse a la vida como el destino la fue guiando. 

(…) Salí del coro, tomé una luz y fuime a la celda de mi tía; tomé allí unas tijeras, hilo y una aguja; tomé unos reales de a ocho que allí estaban, y tomé las llaves del convento y me salí. Fui abriendo puertas y emparejándolas, y en la última dejé mi escapulario y me salí a la calle, que nunca había visto, sin saber por dónde echar ni adónde ir.

 En libertad del convento decidió vestir de hombre cambiándose el nombre a Francisco de Loyola; y si bien se encontró con conocidos de ella y su familia, nadie logró reconocerla. Una vida cargada de aventuras había comenzado. Tras trabajar en oficios varios, logra enrolarse en el ejército y a los pocos meses deja España y se embarca hacia América.

(…) Haciéndome mi diligencia descubrí allí a Juan de Urquiza, mercader de Trujillo, y acomodeme con él, y con él me fue muy bien, y estuvimos en Panamá tres meses (…). (…) Asentada la plaza en la compañía del capitán Gonzalo Rodríguez, partí de Lima en tropa de mil seiscientos hombres, de que iba por maestro de campo Diego Bravo de Sarabia, para la ciudad de la Concepción (…).

Y si bien ya se creía que la vida de la Monja Alférez era digna de las novelas que leyó el “Quijote” antes de enloquecer, fue en Chile cuando realmente finaliza su transformación identitaria. En Concepción se encuentra con uno de sus hermanos, Miguel, y se traslada junto a la tropa a Paicabí en donde participa de la batalla de Valdivia. “Sin pensárselo dos veces y, seguida por otros dos soldados, se lanza en medio de la multitud de enemigos, abate a cuantos se le ponen por delante, y dando muerte al cacique que ondeaba la bandera, la recobra y, combatiendo, se incorpora a los suyos. Este acto enardece el espíritu de los soldados, transformando la derrota, que parecía inevitable, en una victoria sangrienta pero gloriosa. Por su heroica actuación es ascendida a alférez sobre el mismo campo de batalla”, escribe Carmen Pavaneras en el texto “Catalina de Erauso Pérez, la monja que quiso ser capitán”.

Ella / Él

En Vida i sucesos la narración pasa de ser femenina a masculina, según la etapa de la vida de su protagonista.  Es ella quien habla cuando narra la fuga del convento (cap. I); comenta el robo de los quinientos pesos a su tío antes de embarcarse para Panamá (cap. II); le dice la verdad al obispo después de resistirse al arresto del corregidor en Guamanga (cap. XX); cae enferma estando ya vestida de monja en Zaragoza (cap. XXI); explica Avraham Sosa-Velasco en Vida i sucesos de la monja alférez de Catalina de Erauso: Construcción de una identidad plural”.

 El yo se vuelve masculino, precisa Sosa-Velasco, cuando “cuenta que habla con una de las hermanas de la mujer de Diego Lasarte antes de embarcarse a Concepción (capV); mata a su hermano por su amigo Don Juan de Silva quien le pide que le acompañe a batirse con Francisco de Rojas (cap. VI); apuñala a un mercader de Sevilla al jugar a las cartas en casa de don Antonio Calderón en las Charcas (cap. XI); se defiende de don Pedro de Chavarría quien lo ataca por sorpresa dejándolo malherido en la ciudad de la Plata (cap. XIV); es encarcelado por cinco meses en Cuzco tras ser acusado de un crimen que no cometió (cap. XVI); se encuentra en Roma después de entrevistarse con Urbano VIII (cap. XV)”.

Vida i sucesos tiene predominantemente un narrador masculino, con aventuras en el campo de batalla que se asemejan a las novelas de caballería del Siglo de Oro, por lo cual hay quienes consideran a Catalina de Erauso como una de las pocas mujeres escritoras del período (no comparable con Sor Juana Inés de la Cruz, aunque compartan período de sus narraciones).

 Mas, hay que destacar que si bien la obra de la Monja Alférez tiene similitudes con la novela de caballería, como lo son un protagonista valiente que viaja por el mundo con el fin de defender a su pueblo y sus ideales; no coincide en las características morales del héroe, a quien se le define como honorable, bondadoso, romántico y moral. Y es que la misma Catalina se define como “pendenciero, tahúr y calavera”. 

Jugaba conmigo la Fortuna, tornando las dichas en azares. Estábame quieto en la Concepción, y hallándome un día en el campo de guardia, entreme con otro amigo alférez en una casa de juego allí junto. Pusímonos a jugar, fue corriendo el juego, y en una diferencia que se ofreció, presentes muchos alrededor, me dijo que mentía como cornudo. Yo saqué la espada y entrésela por el pecho. (…).

 La mala vida la llevó a vivir huyendo, hasta que tras veinte años de llevar ropajes masculinos fue detenida en Perú. Casi no había opción de salvarse de la pena de muerte, por lo que Catalina optó por confesarle al obispo Fray Agustín Carvajal -en la provincia de Guamanga- que ella era mujer y que nunca tomó los votos pues no pasó de ser novicia. Así, tras ser examinada por dos matronas que confirmaron su virginidad, se le permitió regresar a España… pero vestida como una fémina. Al tiempo volvió a América y se radicó en México, en donde falleció en 1650 como don Antonio de Erauso. 

Que en el año de 1645, siendo seglar, fue en los galeones del general don Pedro de Ursúa, y que en Veracruz vio y halló diferentes veces a LA MONJA ALFÉREZ, doña Catalina de Erauso -que entonces allí se llamaba don Antonio de Erauso-, y que tenía una recua de mulos, en que conducía, con unos negros, ropa a diferentes partes. Que en ella y con ellos le transportó a Méjico la ropa que llevaba, y que era sujeto allí tenido por de mucho corazón y destreza. Que andaba en hábito de hombre, y que traía espada y daga con guarniciones de plata, y le parece que sería entonces como de cincuenta años, y que era de buen cuerpo, no pocas carnes, color trigueño, con algunos pocos pelillos por bigote.

                          (Padre fray Nicomedes de Rentería)

¿Escribió la Monja Alférez su autobiografía?

Dentro de todas las leyendas que rodean la vida de la Monja Alférez, la que más hace ruido es si ella es o no la autora de su autobiografía. Sonia Pérez Villanueva –doctora en estudios hispánicos y literatura- analiza la posibilidad de que Catalina de Erauso sea quien escribió de Vida i sucesos.

 Según Pérez Villanueva, al analizar Vida i Sucesos de la Monja Alférez: Autobiografía atribuida a Doña Catalina de Erauso –edición de Vallbona- son varias las incongruencias que hacen dudar de su autoría. El análisis parte señalando que la palabra “atribuida” plantea incertidumbre; además la doctora afirma haber encontrado incongruencias históricas que “han llevado a varios críticos a considerar apócrifo el texto de Vida i suceso. Encontramos el primer yerro en el título de la edición príncipe, donde aparece inscrito el año 1646, ya que existen pruebas irrefutables de que dicho viaje de regreso a España tuvo lugar en 1624”.

 Otra fecha errada que señala Pérez Villanueva es la del nacimiento de Catalina de Erauso: “’Nací yo, D Catalina de Araujo [sic] en la villa de S[an] Sebast[ián], Pro[vincia] de Guipúzcoa en el año 1585’, lo que no coincide con la de la partida de nacimiento (…) ‘Yo, el doctor D. Francisco Javier de Marín […] del año de mil quinientos noventa y dos […] bautizóse Cat[alin]a de Herauso en diez de hebrero deste d[ic]ho año […]’”.

Sin embargo, es pertinente señalar que durante la conquista son escasos los textos escritos por mujeres que se hayan conservado y de los que se tiene registro, la mayoría –por no decir todos- han sido manipulados, editados o censurados (como pasó en Chile con la autobiografía de sor Úrsula Suárez); por lo mismo que existan inconsistencias en algunos datos no significa que Catalina de Erauso no haya redactado Vida i Sucesos.

 Sobre este punto, Patricia Francis Cholakian – teórica y crítica feminista – afirma que “no es nada saber discernir la autenticidad en los trabajos autobiográficos de mujeres, ya que eran objeto de varias correcciones, cambios y hasta eliminación de párrafos enteros”.  

 Y para confirmar que la Monja Alférez fue además de soldado una escritora, el   profesor y ensayista francés especialista en la autobiografía, Philippe Lejeune, señala que este texto se trata de “un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de ella propia existencia, cuando enfatiza su vida individual, en particular sobre la historia de su personalidad”.

 No obstante, si dejamos de lado la autoría del texto, lo que destaca es la trama fuera de lo común para una narración del Siglo de Oro, pues la protagonista es una mujer travestida que destacó por su heroísmo en el campo de batalla e inmoralidad en la vida diaria; a quien no se le adjudicó amor alguno ni se le cuestionó sexualmente; y quien se enfrentó a la sociedad sin miedo aún cuando conoció el mundo a los 15 años. 

Multitud de escándalos y pendencias tuvo en el Perú, y, al fin, malherida en una casa de juego, estuvo a punto de morir. Logró salvarse; pero la justicia la perseguía, y en el momento de aprehenderla, doña Catalina hizo frente a los alguaciles, mató a uno, hirió a varios, y a costa de gran trabajo lograron desarmarla y reducirla las personas que en auxilio de la justicia salieron.

(Don Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos)

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