Entre los lectores existen los fanáticos de los prólogos y quienes los postergan como complementos útiles una vez terminada la lectura. También hay quienes rechazan por instinto un contacto indirecto con el libro, prefiriendo tener una reacción carnal, subjetiva, con la obra sin más conocimiento que el propio. Prefieren ir de frente al texto y la autora o autor. Desprecian cualquier preámbulo meloso o amargo sobre una obra que están dispuestos a disfrutar o soportar sin intromisiones. En este talante personalista que rehúye la conversación noticiosa, copuchenta, un tanto snob, tomé el libro Poemas Colombianos que me entregó Gonzalo Contreras editor hacedor y creador de libros valiosos junto a una indicación escueta. Léelo. Es interesante
De Camilo González Villanueva autor de Poemas Colombianos yo no sabía nada. De Colombia, aunque disimulamos, sabemos bastante. De mediados del siglo XX sus luchas, sus escritores, sus músicas, sus mafias, su violencia ininterrumpida, su pavorosa élite conservadora nos mantienen atentos. Colombia no nos deja indiferentes.
Vi los títulos de los poemas y escogí “La Primavera del Valle de Aburrá”. No conozco Colombia, pero sé que Aburrá es parte de Medellín, sabemos también que Medellín es bella y maltratada. Empecé a leer: “quiero saber: si me quedo, si quedo, si parto, si me parto… si me voy si lo intento otra vez…ahora que bajo el camino que subí… entiendo el río abajo… y el río que me mira… que me susurra lee el signo con cuidado…Te dejaré, ciudad como el cielo. Te dejaré, en la más bella de las estaciones”. La metáfora es delicada y tan genuina que se siente la proximidad de la muerte y se graban en el alma las mutilaciones llenas de moscas a la orilla del rio. Luego leí “Síndrome de Cali”: “Te quiero, pero…Los lunes… De mi índice a la tecla en que borro todo lo que he escrito en tu nombre Cali, de mi corazón al tuyo…que es como decir del laboratorio de bazuco para la casa de mi madre después del trabajo…Es que los lunes me afiebran la cabeza de puro miércoles…Y no sé si son las minas antipersonales…Eso de ya no querer ni morir doctor… Son los trucos del monte…”. Así expone el poeta, ese amor adictivo que circula alegre y trágicamente en las venas de la región. Él vocea un amor dependiente y vislumbra la posibilidad de irse y romperlo. Rompiéndose.
Ahora con más claves, leo, agitado. Los títulos, son signos de lugares, culturas, de algo que duele ver. Leo “Palabras a la flor de la Risaralda” otro valle, un gran río el poeta sigue: “eres, tú, flor, mi bastión de vida en Risaralda…Café, quemado como tu piel por el sol en forma de disparo”. En el poema brilla este verso: “El color asustado de tu piel”. Expresando el amor y la angustia de la comarca, sin separar el horror del amor, el escritor con un lenguaje de buscada sencillez y rebuscadas inserciones describe sin sugestión, hermanando como una descarga eléctrica el sub sentido de esas vidas fosforescentes, siempre en guardia, en la crueldad, en la precariedad, o en la abundancia sin límites. Revelándonos que esa vida se transforma en una forma de existencia. “Así pasan las razones, hemohidratadas por mi cabeza de sábado… y por eso que lo hago, niños de melanina…Me mantengo aquí. Entre ríos solicitando, documentos…ya eligiendo. Ya protegiendo” así termina “Razón de Protección” expresando lo absoluto humano y poético que ya puede aceptar no ser matado.
La poesía de Camilo González es una tremenda crónica de las consecuencias humanitarias de la guerra política entre la élite conservadora y los rebeldes, cruzada por la guerra empresaria del narcotráfico transnacional en Colombia.
Una vez leído los poemas, al leer la presentación supe que este libro no lo escribió un colombiano como creí durante toda la lectura. Lo escribió un chileno cuya imaginación, sensibilidad y ocupación recibió esos ramalazos de vida en las peticiones de protección de las huidas y los huidos de Colombia. Esa sensibilidad fisurada en silencio por acuerdos frustrantes, por acciones de justicieros eternos, y de comerciantes de drogas y personas nació en el escritorio de un funcionario chileno, doctor en literatura. Que en su nota de autor señala que sus poemas: “son fruto de su trabajo como oficial de protección de la Sección Refugio y Reasentamiento del Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior de Chile donde fue parte de un equipo especializado en las solicitudes de asilo de ciudadanos colombianos”
El poeta Camilo González murió en Santiago, a los 32 años, en abril del 2020.