Por Antonio Ostornol, escritor.
Tuve ocasión de ir a Buenos Aires el año pasado a un encuentro académico en torno a la escena underground de los años 80 en América latina. Desde distintos ángulos se analizaron el impacto, propuestas y desafíos de las estrategias performativas para enfrentar los sistemas políticos que, bajo la hegemonía de las dictaduras militares de los 70 y los proyectos democráticos que les siguieron, se consolidaban en nuestro cono sur. Arte de mucha violencia, disruptivo, provocador, pero no sólo para quienes ejercieron el poder en forma brutal (la derecha y los militares), sino también para quienes intentaban seguir comprendiendo la política, lo social o lo cultural desde las categorías ideológicas tradicionales del siglo veinte. Terminado el encuentro, todavía con el recuerdo de lo que en nuestro propio país habían significado movimientos como el CADA (Colectivo de Acciones de Arte) o los inicios subterráneos de Matucana 100 y sus tan emblemáticas como transgresoras fiestas, me fui a visitar librerías, ritual imprescindible de un paso por la capital argentina.
Arte de mucha violencia, disruptivo, provocador, pero no sólo para quienes ejercieron el poder en forma brutal (la derecha y los militares), sino también para quienes intentaban seguir comprendiendo la política, lo social o lo cultural desde las categorías ideológicas tradicionales del siglo veinte.
Y así, con el chip de la memoria instalado, me dejé caer en la “Eterna Cadencia” de Palermo. Hermosa, con sus mesones voluptuosos y esos enormes libreros donde pareciera estar todo lo que uno pueda imaginar (aunque, por cierto, no es así), y con su café restorán a un costado, ofreciendo caldos y ensaladas, era el lugar ideal para una búsqueda sin propósitos definidos, por el puro placer de buscar y la ilusión de encontrar. Probablemente, dado mi estado de rememoranza, no fue extraño que me detuviera en un libro de título insoslayable: Política y/o violencia, una aproximación a la guerrilla de los años setenta (Siglo XXI Editores, 2013), de la cientista política argentina, Pilar Calveiro. Había escuchado hablar del texto (su primera edición data del 2005) pero no había dado con él. Por lo mismo, no lo pensé mucho y me lo eché al bolso (pagándolo antes, por supuesto; los libros hay que comprarlos) para empezar de inmediato su lectura. Al finalizarla, estaba conmovido. La reflexión era demoledora.
Probablemente, dado mi estado de rememoranza, no fue extraño que me detuviera en un libro de título insoslayable: Política y/o violencia, una aproximación a la guerrilla de los años setenta (Siglo XXI Editores, 2013), de la cientista política argentina, Pilar Calveiro.
Sin transformarse en juez de nada, nos ponía a todos quienes nos sentimos más o menos parte de los movimientos revolucionarios de la época, en la picota. ¿Cómo fue nuestra relación con la violencia? ¿Cuánto la pensamos y cuánto la aceptamos como una realidad incuestionada? ¿En qué medida estábamos dispuestos a ejercerla en función de los intereses superiores de la revolución? ¿Hasta qué límites? Todas estas preguntas, me parece, siguen vigentes, más allá de todos los intentos de respuesta que se han dado y que no han sido pocos.
Sin transformarse en juez de nada, nos ponía a todos quienes nos sentimos más o menos parte de los movimientos revolucionarios de la época, en la picota. ¿Cómo fue nuestra relación con la violencia? ¿Cuánto la pensamos y cuánto la aceptamos como una realidad incuestionada? ¿En qué medida estábamos dispuestos a ejercerla en función de los intereses superiores de la revolución? ¿Hasta qué límites? Todas estas preguntas, me parece, siguen vigentes, más allá de todos los intentos de respuesta que se han dado y que no han sido pocos.
El libro no se coloca en una posición neutra ni tampoco ingenua frente a la violencia. De hecho, no se le arruga la nariz frente a ella y asume que no hay política sin violencia. Pero acepta una realidad que vale la pena tener en cuenta: “Sin suponer avance o progreso alguno –en el sentido de “ir a mejor”-, es indudable que durante estos treinta años hemos presenciado enormes movimientos que comprenden la reconfiguración hegemónica del mundo como un proceso en curso”. La autora desarrolla con gran exactitud lo que llama las políticas concentracionarias y desaparecedoras aplicadas por las dictaduras, pero del mismo modo cuestiona y se pregunta por las políticas guerrilleras que se implementaron en toda América latina a partir de mediados del siglo pasado y que tuvieron su apogeo en los años posteriores a la revolución cubana, en buena medida estimuladas y financiadas por ella. Analiza estos fenómenos en el contexto de la confrontación capitalismo / socialismo, pero acepta que hoy es necesario releer sus implicancias desmarcándose de esos mismos límites.
Analiza estos fenómenos en el contexto de la confrontación capitalismo / socialismo, pero acepta que hoy es necesario releer sus implicancias desmarcándose de esos mismos límites.
Es interesante como Calveiro contextualiza las políticas represivas en un marco de disciplinamiento muy anterior de la sociedad (visto desde Argentina pero aplicable a todos nuestros países), sustentado en diversas instituciones ya presentes en las democracias anteriores y posteriores a las dictaduras setenteras. Lo militar que, como apunta Grinor Rojo en un notable ensayo sobre Milico, la gran novela de José Miguel Varas, está en el corazón de la noción de militante, se despliega desde los sectores dominantes de nuestros países e impregna toda la vida política. O sea, lo militar es parte de la política y eso explicaría los sucesivos golpes de estado que asolaron el siglo veinte latinoamericano. Y lo militar también está en el corazón de las políticas de seguridad continental que instauró Estados Unidos para nuestro América latina y que hoy, posiblemente, estén en la memoria de personajes como Bolton, el asesor de seguridad de Trump. Pero también lo militar, como un valor en sí mismo, ha estado presente en las organizaciones revolucionarias, y con especial fuerza en aquellas que se declararon guevaristas. La idea de que unos “héroes” capaces de emprender acciones que, a ojos de cualquier mortal parecerían suicidas, llevarían a muchos más a las filas revolucionarias (“Y si yo muero en el combate dejo en tus manos mi fusil”, decía una vieja canción revolucionaria), no parece sustentarse más allá de la Cuba cincuentera de Fidel. Esta teoría no le funcionó al Che ni en el Congo ni en Bolivia, y al ERP argentino tampoco, como no lo hizo con el FRMR. Y las consecuencias, según Calveiro, ayudan a explicar los altos costos que pagaron muchos militantes en los años setenta. “El rechazo a la teoría de los dos demonios no nos puede desviar hacia la de un único demonio, el poder militar, como si el resto de la sociedad hubiese sido una víctima inmóvil, ajena a toda responsabilidad”, afirma la autora, en un intento por convocarnos a una mirada menos maniquea, más sanadora y, en último término, más productiva para los sectores de nuestra sociedad que creemos en la necesidad de cambios que hagan de la vida en nuestros países un mundo más justo y generoso.
“El rechazo a la teoría de los dos demonios no nos puede desviar hacia la de un único demonio, el poder militar, como si el resto de la sociedad hubiese sido una víctima inmóvil, ajena a toda responsabilidad”, afirma la autora
Este libro, desde la rigurosidad de los análisis históricos y políticos, sin escabullir lo propio de las acciones colectivas donde se ponen en evidencia los intereses sociales contrapuestos y muchas veces antagónicos, nos convoca a mirar desde un mundo distinto. Sin dejar de lado las contextualizaciones epocales que permiten entender a los sujetos de la historia (todos éramos hijos de la guerra fría, en algún sentido), abre miradas nuevas, y propone reflexiones dolorosas pero iluminadoras, posibilidades para que imaginemos mejor lo que viene por delante. Este es un libro para militantes o ex – militantes. O simplemente, un libro para pensar la política en los tiempos de la post militancia, donde el ejercicio de lo público pareciera ser un problema técnico o procedimental, donde contar votos o escaños en un parlamento para decidir una ley fuera un fin en sí mismo y no la búsqueda de las fuerzas colectivas necesarias para que la vida humana, en los territorios y tiempos que compartimos, sea mejor.
Sin dejar de lado las contextualizaciones epocales que permiten entender a los sujetos de la historia (todos éramos hijos de la guerra fría, en algún sentido), abre miradas nuevas, y propone reflexiones dolorosas pero iluminadoras, posibilidades para que imaginemos mejor lo que viene por delante.
La valentía discursiva de Pilar Calveiro, su fructífero y provocador trabajo para restituir una memoria que no se muera en un museo y nos permita creer, es una gran contribución para repensar las militancias y, en especial, las de izquierda. Tiene sentido la discusión y esta reflexión debiera estar en el corazón de unos partidos que, por estos días, andan un poco a maltraer.
Tiene sentido la discusión y esta reflexión debiera estar en el corazón de unos partidos que, por estos días, andan un poco a maltraer.