¡Que se jodan! ¿Quiénes?

por Marcelo Contreras

¿Las mujeres, los jubilados, los trabajadores, las PYMES, los jóvenes, la tercera edad, los mapuches, los inmigrantes?, ¿el gobierno, el oficialismo, la DC? ¿los que están en contra? ¿Todos los anteriores? Parece mucha gente. Y bien pueden ser la mayoría del país.

A escasos diez días del plebiscito todo parece apuntar a un nuevo fracaso del proceso constituyente, tal como lo señalan todas las encuestas conocidas, aunque varíen los porcentajes entre las opciones a favor y en contra. Desde los 22 puntos de ventaja por el rechazo a la propuesta que marca la última encuesta del CEP (con un importante nivel de indecisos), hasta la CADEM, que mostraría un acortamiento de las distancias entre una y otra opción. Es verdad que hay encuestas y encuestas. Algunas con cierta reputación y otras bajo necesaria sospecha. Como también es cierto que tantas veces las encuestas se han equivocado aquí y en la Quebrada del ají. Algunas groseramente, como en Argentina recientemente para la elección del libertario Milei.

El comando por el a favor intenta convencer de que la propuesta emanada del consejo constituyente es mejor que la actual constitución. Que simplemente es necesario terminar con la incertidumbre institucional y cerrar este proceso para concentrarse en los temas que preocupan a la gente. Y que siempre se puede aprobar para reformar (¿?)

En contrapunto se insiste que la propuesta, que lleva la impronta del partido republicano, implica un retroceso que amenaza derechos sociales conquistados (entre otros, el aborto por tres causales), asemejándose en su conjunto a su programa de gobierno, que pretende consagrar constitucionalmente los sistemas de ISAPRES y AFP, dejando en letra muerta el pretendido estado social y democrático de derechos.

Sin embargo, la campaña no ha logrado superar la acumulada desconfianza y desinterés de buena parte de la ciudadanía obligada a votar. La franja televisiva, con escaso atractivo para las audiencias, no ha aportado demasiados argumentos, salvo los meramente propagandísticos. Y es más que dudoso que los partidos y los llamados líderes de opinión logren mover la aguja en uno u otro sentido. Hasta hoy pareciera, más allá de dudas e indiferencia evidente, que una significativa mayoría se pronunciará en contra de la oferta constitucional. 

Y luego del plebiscito ¿Qué?

No parece buena noticia el fracaso reiterado de una constitución como referente de consensos esenciales y unidad nacional. Las mayorías circunstanciales que prevalecieron en la anterior convención y en el posterior consejo constituyente   incurrieron en el mismo pecado. Redactar una propuesta a la medida, sin considerar una real negociación abierta a la opinión de la minoría.

La principal responsabilidad por este nuevo fracaso recae no tan sólo en el partido republicano y su líder, José Antonio Kast, sino en el conjunto de la derecha, que no fue capaz de aprender las lecciones del proceso anterior, buscando imponer una propuesta partisana, que divide al país.

A estas alturas, el mayor riesgo sería que la opción vencedora se imponga por márgenes estrechos, profundizando la polarización y división. En ese sentido, el triunfo del voto en contra por una diferencia de diez o más puntos aparece como un mal menor y no necesariamente como una victoria del oficialismo.

Es más que evidente que no existe espacio para un tercer proceso constituyente. Al menos durante el actual mandato presidencial, pero resulta innegable que se mantendrá una incertidumbre en materia institucional. Más temprano que tarde, se deberán abordar, de manera gradual, las indispensables reformas que requiere la actual institucionalidad para asegurar la gobernabilidad futura del país y avanzar hacia un verdadero estado social y democrático de derechos. La propuesta de la comisión de expertos, aprobada por consenso, representa una base para que el parlamento, en uso de sus potestades constituyentes, pueda avanzar en esta dirección en un futuro próximo.

Cerrado temporalmente el debate institucional, cualquiera sea el resultado del plebiscito, la atención se concentra en las reformas emblemáticas propuestas por el gobierno, cuya discusión ha sido postergada hasta la definición del próximo 17 de diciembre. Entre ellas, el nuevo pacto fiscal, que afanosamente ha buscado hacer avanzar el ministro Marcel y que, hasta ahora, ha recibido un explícito rechazo, tanto de parte de la oposición como de las cúpulas empresariales cerradas a toda posibilidad de incrementar impuestos.

De igual manera, se deberá poner en debate el proyecto de reforma del sistema previsional, en donde el gobierno ha insistido en su propuesta de destinar un porcentaje del aporte del 6 % al pilar solidario, que podría contar con el apoyo de sectores de la oposición, como fórmula de compromiso para destrabar una iniciativa que lleva más de una década de discusión.

Finalmente, a partir de la crisis de las ISAPRES, cobran renovada urgencia las definiciones acerca de la reforma del sistema de salud, en donde el gobierno ha anunciado que se exploran diversas fórmulas, que no consideran un “perdonazo” a la gravosa deuda que mantienen las ISAPRES por cobros excesivos, como ha determinado un fallo de la Corte Suprema.

Queda poco más de un mes para cerrar el actual período legislativo y entrar en el receso veraniego, que el gobierno debe aprovechar para definir sus nuevas prioridades que marcarán la segunda parte de su mandato, muy probablemente con ajuste de parte de su elenco ministerial. Un período marcado por la próxima elección municipal, en donde ya las coaliciones exploran alianzas y buscan candidatos.

 No parece viable que una de esas prioridades signifique la condonación esencial de la deuda del CAE. Una vieja promesa de campaña, cuyo costo y alcance aún no se logra determinar adecuadamente. Menos su financiamiento, que compite con otras prioridades tanto o más urgentes, como la seguridad ciudadana, la salud, vivienda o educación. Ello no implica renunciar a su cumplimiento, sino buscar fórmulas, necesariamente graduales, que permitan avanzar.

Tan importante como definir estas nuevas prioridades, es elevar la gestión, especialmente en aquellas áreas que han presentado los mayores déficits en esta primera parte del mandato. Tanto a nivel nacional como en regiones.

El escenario presidencial de 2025 no está configurado

En política, dos años pueden ser una eternidad. Muchas cosas pueden pasar y pasarán antes que se configure el escenario de la elección presidencial de 2025. El resultado del próximo plebiscito contribuirá a irlo dibujando, así como la elección municipal, en donde la derecha enfrentará la disyuntiva de competir por el liderazgo futuro o integrar convenientemente una diversidad que, incluidos los marginales amarillos y demócratas, lideren los republicanos con Chile Vamos, no exentos de tensiones y divisiones durante este proceso constituyente.

Para el oficialismo, el éxito o fracaso del gobierno aparece como una condición esencial, aunque no suficiente, para intentar proyectar la actual alianza (o una más amplia) a futuro, sin desconsiderar desafíos estructurales como los que han conmovido desde el PPD hasta RD. En este sentido, los avances en la agenda ya no pueden ser promesas, exigiendo resultados.

Pese a todas las dificultades y problemas que ha enfrentado el gobierno, agravadas por el efecto del llamado caso convenios, el mandatario mantiene un no despreciable 30 % de apoyo en las encuestas, superior al de anteriores administraciones, que constituye un importante capital político desafiado, ciertamente, a potenciarse con la reactivación económica y el crecimiento, la agenda en favor de la transparencia y probidad, recientemente anunciada por el ejecutivo, así como la de seguridad ciudadana y combate al crimen organizado, no exenta de mayores y nuevas complejidades.

Mientras la derecha se esfuerza por proyectar un escenario catastrófico, eludiendo escándalos mayores de probidad en su propio entorno más cercano, y sosteniendo que atravesamos por la peor crisis en materia de seguridad ciudadana, con una economía estancada (los últimos diez años) y una gestión deficiente en la administración del estado, el Presidente Boric recorre el país intentando una inyección de optimismo en materias ignoradas por los medios de comunicación dominantes.

Los días previos al plebiscito son propicios para el acentuamiento del clima de polarización ya descrito y a ojos vista. El resultado del próximo 17 de diciembre entregará algunas señales para visualizar si es posible imaginar un sendero colectivo sin necesidad de joder a nadie.

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