La agresividad y descalificación verbal a la gestión del gobierno del Presidente Boric es un recurso creciente cultivado por la derecha en su apuesta al desgaste galopante de la actual administración de La Moneda y sus intentos transformadores. En ese desbande vociferante, a las huestes republicanas de José Antonio Kast le surge competencia no solo desde sus originales socios gremialistas, agregándose con singular entusiasmo disidentes más extremos en una diestra que tiene como lugar común su inocultable origen de fidelidad a los principios y prácticas de la dictadura civil militar, sin necesidad de referirse al innombrable capitán general después de 51 años, omisión solo conveniente por sus billonarias aristas delictivas.
Evelyn Matthei apuesta al silencio conveniente respecto de sus años juveniles que la vincularon hasta madurita con el legado dictatorial. ¿Para qué refregarse en aquella incómoda memoria? Sus entonces cercanos, José Antonio Kast, Marcela Cubillos y Carlos Larraín, hoy se hacen cargo de aquella renovada nostalgia, y, de paso, cuestionan los apetitos presidenciales de Matthei.
Para muestra hay más de un botón. Marcela Cubillos, abruptamente derrotada en sus ambiciones de grandeza, por aquellos cuantiosos millones pesos de más…cuya indecencia subvaloró y defendió con orgullo, dejó registrada la impronta de aquel descaro dictatorial. A punto de cumplirse medio siglo del golpe de estado (10- 09- 2023) registró en el siempre atento “El Mercurio”:” Chile tiene un Presidente que quiere completar, 50 años después de su fracaso, la obra inconclusa de Allende, que no es otra que el proyecto político de la Unidad Popular”(…) una dictadura del proletariado alejada de toda forma democrática, que abriera paso a una sociedad socialista, apoyada en el control del poder total, la asfixia de las libertades públicas, la negación de los derechos humanos, la abolición de la propiedad privada y el aplastamiento, a sangre y fuego, de todo vestigio de oposición”
Cubillos argumentaba así, como si no hubiera sabido nada de todo lo que se ha documentado de aquella época añorada de su admirado dictador. La violación sistemática de los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad, los detenidos desaparecidos, los asesinatos de dos comandantes en jefe del Ejército, el aplastaminento a sangre y fuego de la oposición, incluidos líderes políticos que animaron el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende y aplaudieron inicialmente el golpe de Estado.
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Pasaron los años y en vísperas del colapso del régimen civil militar, previo al plebiscito de 1988, cuando naufragaba la millonaria campaña del Sí, para prolongar la dictadura de Pinochet, sus cerebros comunicacionales apostaron a remozar lo impresentable con entonces jóvenes promesas políticas, entre ellas: Evelyn Matthei y los primerizos José Antonio Kast y Marcela Cubillos
Quizás Cubillos, ahora, hubiese preferido algunas clases de ética antes del silencio obligado y su vergonzante nueva salida del país. Pero en su esencia estaba aquel sesgo autoritario que marcó huella y la llevaron a montar “en cólera cuando se conoció el sueldo que había estado recibiendo en la Universidad San Sebastián, a pesar no tener los antecedentes académicos para ello y ser un establecimiento que recibe fondos públicos. Esto, porque además era de público conocimiento que durante gran parte del período en que se desempeñaba media jornada –por 17 millones, imagine cuánto sería la jornada completa– se encontraba en Madrid”. (El Mostrador, 29-10-2024).
Esta fronda autoritaria que presiona a la derecha admiradora de Milei, Bolsonaro y Bukele, cuenta con animadores de viejo cuño patronal, cuyos guiños provocadores incomodan a la propia Evelyn Matthei en su aventura presidencial. Así ocurre con Carlos Larraín, animando el apetito del primerizo Francisco Orrego. Deslenguado como siempre Larraín, disparaba al boleo (La Segunda,18-8-2023) acusando a la izquierda extrema “de estar preparando un golpe para quedarse con el poder” y en línea con su hábito conspirador animaba a sus huestes de RN” Yo creo que al Gobierno hay que apretarlo hasta hacerlo gritar”.
Ciertamente esa fronda de ultraderecha, animada a pescar a río revuelto, tiene nuevos y ambiciosos aspirantes a llevar la batuta, entre ellos Johannes Kaiser y Rojo Edwards, que se suman a los que complican los sueños de Matthei para, por fin, ingresar triunfante a La Moneda.
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En la multiplicada dispersión partidaria no faltan quienes se aferran a sus fracasados sueños de grandeza, virando galopadamente a la derecha, como la nunca bien ponderada senadora Ximena Rincón, dispuesta a sumarse a la puesta en escena de la favorita Matthei, participando en una eventual primaria que le garantize su posterior experimentado aporte en el imaginado gabinete de la favorita presidenciable de la UDI.