Rodrigo de Arteagabeitía y la opción por la solidaridad. Por Jaime Esponda F.

por La Nueva Mirada

Procedente de un hogar de adultos mayores donde se contagió de Covid 19, este lunes falleció en una sala común del Hospital del Salvador el periodista Rodrigo de Arteagabeitía, uno entre miles de adultos mayores con enfermedades preexistentes, para los cuales solo cabe un tratamiento paliativo aplicado con devoción por el personal de salud.

uno de los más destacados representantes de la Vicaría de la Solidaridad

A partir de su deceso, en las redes sociales proliferaron las manifestaciones de pesar de personas contemporáneas suyas, que lo conocieron como uno de los más destacados representantes de la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago.

Sin embargo, pocos fueron los jóvenes que se sumaron a esas manifestaciones. Esto es comprensible en cuanto respecta a las personas. Somos pasajeros y toda vanidad es inútil, porque nuestros nombres, indefectiblemente, se irán borrando. Sin embargo, no me resigno a que se borre en el futuro la historia del país y, particularmente, esa obra colectiva que fue la Vicaría de la Solidaridad, el organismo creado en enero de 1976 por el Cardenal Raúl Silva Henríquez para socorrer a los perseguidos por la dictadura, buscar el esclarecimiento y la sanción de los crímenes, y denunciarlos nacional e internacionalmente. La creación misma de la Vicaría significó un acto de valor de don Raúl, mediante el cual dio contundente respuesta a la embestida de Pinochet que lo había obligado a cerrar el ecuménico Comité ProPaz, en diciembre de 1975, mientras los emblemáticos abogados Zalaquet y Duffau, hoy fallecidos, fueron hechos prisioneros y debieron después sufrir el exilio.

Somos pasajeros y toda vanidad es inútil, porque nuestros nombres, indefectiblemente, se irán borrando.

Es explicable que la Vicaría fuese conocida en Chile y adquiriese fama internacional, principalmente, por la actuación de su área jurídica, que enfrentaba día a día la acción del aparato represivo y era la fuente de la denuncia nacional e internacional. Sin embargo, esa institución, cuya misión se extendió al resto de las diócesis del país, fue una obra común de todos sus trabajadores, donde cada área cumplía una labor indispensable, en armonía con las demás, como ocurrió con la pastoral social encaminada a socorrer a los pobres en las poblaciones, o la defensa de los derechos de los trabajadores urbanos y de los campesinos.

En esta obra común, durante los catorce años de existencia de la Vicaría, cumplió un rol central y multiplicador la revista Solidaridad. Desafiando la censura, transmitía la verdad de la represión y de la acción social no solo a la Iglesia Católica, sino también a las demás confesiones religiosas, las organizaciones sociales y sindicales, las embajadas, los organismos internacionales, las universidades e, incluso, a los medios de comunicación que callaban esa verdad y alimentaban la mentirosa excusa de personajes importantes que, hasta pasada la dictadura, señalaban “no saber” de las desapariciones de personas ni de la sistemática práctica de la tortura. También, la revista llegaba a las comunidades de exiliados, desde Caracas hasta Moscú.

Rodrigo de Arteagabeitía fue el tercer director de “Solidaridad”, después de Augusto Góngora y Arturo Navarro, y el que más años desempeñó tal función. Ayudado por su simpatía natural y su capacidad de escucha, hizo de ese trabajo periodístico una tarea colectiva, que incluía a los abogados, las asistentes sociales, los médicos y demás profesionales, funcionarios y funcionarias del organismo diocesano.

Ayudado por su simpatía natural y su capacidad de escucha, hizo de ese trabajo periodístico una tarea colectiva

El mismo Rodrigo escribió páginas memorables que, lamentablemente, no llevan su nombre en las hoy amarillentas hojas de los trescientos ejemplares de Solidaridad, ya que por razones de seguridad ningún periodista firmaba sus crónicas o columnas.

Rodrigo de Arteagebeitía, como la inmensa mayoría de los trabajadores de la Vicaría de la Solidaridad, formó parte de la memorable generación de los sesenta, que se extendió a los setenta. Ello explica, en gran medida, su compromiso con los derechos humanos y su historia se repite en muchos jóvenes de aquella época.

Educado en los liceos N° 7 y Comunal de Ñuñoa, típicos establecimientos de clase media, ya en su adolescencia se interesó en lo que le podría entregar, a través de la pastoral juvenil, una Iglesia católica que comenzaba a desembarazarse del peso de la larga noche en que había dado la espalda al mundo. Como a tantos jóvenes católicos de su generación, las jornadas de formación, las discusiones e incluso el teatro, donde él destacaba, condujeron naturalmente a Rodrigo a asumir posiciones políticas contestatarias al statu quo del país, que tuvieron su hito nacional en la Marcha de la Patria Joven, que inspiró su incorporación a la marea de la “Revolución en Libertad”.

Partícipe de la rápida evolución ideológica y política de esa generación de militantes católicos, como estudiante de Periodismo en la Universidad de Chile y participante de la Reforma Universitaria de 1967-68, la avalancha rebelde lo condujo a la formación del MAPU, con casi la totalidad de la Juventud Demócrata Cristiana, descontenta con las reformas de Frei y cada vez más proclive al socialismo, una postura a la cual también se sumaba un sector del clero.

Entusiasmado con el Gobierno de la Unidad Popular, Rodrigo fue un militante activo de aquel proceso revolucionario y, como ocurrió con muchos jóvenes “cristiano-marxistas” de entonces, experimentó una crisis de fe religiosa. Algunos de esos “descreídos” devinieron en agnósticos, pero luego del golpe de Estado, Rodrigo, como otros, superó la crisis y la conciliación entre la militancia de izquierda y la condición de creyente lo llevó a participar en la Comunidad Cristiana de Profesionales, cuyo guía espiritual era el religioso jesuita José Vial y su supervisor el “Obispo de los Pobres”, Enrique Alvear, a quien sucedió monseñor Jorge Hourton.

En tales circunstancias, la incorporación de Rodrigo de Arteagabeitía a la Vicaría de la Solidaridad fue algo natural, pasando a formar parte de ese grupo de trabajadores de derechos humanos de la Iglesia, respecto a los cuales, con cierto escándalo, un periodista preguntó al obispo Carlos Camus, cómo era posible que fueran todos “marxistas”, olvidando que también hubo un grupo menor de connotados demócrata -cristianos comprometidos con la tarea. La respuesta del prelado fue un homenaje a la osadía y el valor que significaba la opción de esos jóvenes, tanto los creyentes como los no creyentes. Como tantos, un primero de mayo, Rodrigo fue detenido, pero luego de salir en libertad y liberado del gran temor al exilio, persistió en su tarea, que concluyó al advenir la democracia, cuando ingresó a las filas del socialismo.

La muerte de Rodrigo de Arteagabeitía es oportunidad propicia para rescatar la memoria de la Vicaría de la Solidaridad y de una generación chilena de jóvenes representada singularmente en quienes asumieron la histórica tarea de la solidaridad.

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3 comments

Beatrice Ávalos junio 11, 2020 - 5:10 pm

Gracias Jaime por recordar con tanto aprecio a Rodrigo de Areteagabeitía y, a través de ese recuerdo, mover a no olvidar la tremenda labor de la Vicaría de la Solidaridad que en verdad permitió que los que buscaban a sus familiares desaparecidos, como fue mi caso, pudiesen contar con un apoyo que no se puede olvidar. Sí, fueron los jóvenes de los sesenta quienes se jugaron especialmente en los setenta y ochenta desde la Vicaría por los derechos humanos expresados en los derechos de cada muerto, desaparecido, torturado en la época cruel de la dictadura. Los jóvenes de hoy pueden mirar con orgullo a esos jóvenes de ayer, y mantener vivo el recuerdo de la gran institución que fue la Vicaría.

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Gustavo Montaldo L junio 13, 2020 - 6:46 pm

Gracias Jaime por el testimonio de vida de Rodrigo, un cristiano y un socialista comprometido con su pueblo y quien en todo amó y sirvió a su prójimo. Que descanse en paz.

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Patricio Orellana Vargas junio 14, 2020 - 1:10 am

En pocas páginas llenas de dolor y admiración describes el rol que fue capaz de jugar un joven de aquella época, que inspirado en principios cristianos llegó a una posición socialista, experiencia que logró realizar en la institución que unió principios de ambas fuentes. Es verdad que los nombres de muchos que integraron esta magnífica obra serán olvidados, pero la Vicaría de la Solidaridad no podrá ser olvidada en la historia de Chile y en historia de la lucha universal por los derechos humanos y detrás de esta historia estarán personas como el director de SOLIDARIDAD.

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