Trump

por Mario Valdivia

Quienes sufrieron fracasos grandes en tiempos pasados cuentan con viejas amistades desperdigadas por el mundo, encaletadas en alguna parte que las ha distanciado, pero que igual las reciben de vacaciones, plan turista, con una excitación anticipatoria que termina por no realizarse del todo. Tengo un amigo doctor en sociología de la pobreza instalado en una hermosa caleta de Maine, además de una distinguida carrera en alguna oficina de la ONU, hizo un buen (segundo) matrimonio en gringolandia, y ahí está, contento el compadre navegando en su mareador yatecito, engullendo lobsters de mil maneras, y leyendo en forma desordenada y sin propósito, aunque debe soportar fríos y suegros americanos que se me ocurren complicados. Nos reunimos en zoom para que me explique lo de Trump.

El neoliberalismo dejó la cagada en el mundo, parte declarando, produjo riqueza ferozmente concentrada y una globalización que destruyó venerables industrias nacionales en las que millones tenían una existencia asegurada de por vida, los gringos que saben usar el lenguaje con gran efecto hablan de la sustitución del proletariado por el precariado (capaz que fueran los franceses, reflexiona), y arrasó transaccionalmente con instituciones y prácticas solidarias y éticas que le daban sentido a la vida, produciendo individuos solos, frágiles, aterrados ante un futuro inseguro, resbaloso y chúcaro. El compadre venía de las tierras gredosas de Parral, en Maule, y me percato de que le gusta usar un lenguaje medio huaso con sus viejas amistades, quizás qué es el Maule que hay en su cabeza hoy día.   

Pero no fue tan malo, porque las necesita, con masas de gente con educación superior, managers, expertos, tecnócratas, contadores financistas y leguleyos que se colaron como el 9% más bajo del 10% más rico (inusitadamente rico), gente exitosa que acumula patrimonios, quizás llega hasta el 20% más pudiente, por ahí, no poca y muy influyente por su educación, intelectuales y expertos que se meten en la elite, que cuentan cuentos seductores y manipuladores, tipos que arrastran con la convicción matriz de que hay que tener mérito, es cosa de esforzarse, el sistema está abierto por arriba a los que quieran si se educan bien y trabajan duro. Resueltas inimaginablemente bien sus preocupaciones económicas, para ellos adquieren irritada relevancia prácticas que atropellan el éxito meritocrático que merecen, falencias democráticas, exclusiones étnicas, quizás, prejuicios de género, identidades minoritarias, medioambientes sucios e incómodos, mal estado físico, así como se apropian de moralidades fáciles para sentirse bien, dietas alimentarias santas, cuidado solidario de la vida animal y vegetal, ecologismo reciclador. La preocupación por la pobreza – riqueza deja paso a la preocupación por la inclusión- exclusión, intelectualmente, por atender a las múltiples maneras como el poder domina excluye y segrega en los circuitos más cotidianos e íntimos. Culpa de Foucault, dice mi interlocutor, poco amigo de los postmarxistas franceses, pensador que trató de entender cómo es que una sociedad que arregla radicalmente el diferencial ricos – pobres, como La Unión Soviética, o Cuba, sigue siendo injusta y autoritaria, para devenir en un liberal progresista, progressive liberal, lo llaman en Estados Unidos. Es el fino descubridor de maneras en que se ejerce el poder que son tan sutiles, que recubren tan invisiblemente los quehaceres diarios, que somos ciegos a ellas, relaciones sociales heredadas que nos resultan tan naturales que debemos become awake a ellas, percibirlas mediante un despertar, hacernos woke. Para sacarnos de la oscuridad están los esquemáticos profesores universitarios que han leído textos sobre lo que dijo Foucault, y lo hacen con la pasión de lazarillos luminosos. 

Ahí está una madre del cordero, enuncia mi amigo, el neoliberalismo genera la política cultural woke, que es la política de las capas intelectuales y expertas ricas de las nuevas elites globalizadas producidas por aquel. Atrae y domina por un tiempo, pero a la larga debe enfrentar la destrucción que produce: (a) instituciones y prácticas solidarias históricas que le daban sentido a la existencia como un convivir compartido, que, arrasadas, buscan una preservación o restauración ya imposible, (b) masas precarias inestables desprotegidas, atemorizadas ante lo que viene. (a) + (b) = Trump. Una mescolanza de preocupaciones progresistas y reaccionarias que tiene una cosa clara, mucho más clara que las nuevas elites woke, el sistema es injusto, deja atrás sistemáticamente a cierta gente antes de que puedan desconocerse injustamente sus méritos, gente jodida de entrada que no logra colarse por la puerta de entrada a la carrera meritocrática. 

Y muy por encima, hay que despabilarse al cuadrado para cacharlo (casado con gringa, con suegro gringo platudo e hijos gringos que hablan el castellano de Terminator, le gusta hacerse el popular conmigo), está el 1%, los mandarines reales de los grandes capitales invertidos en las nuevas tecnologías, poderosos ilimitados hasta hace poco, amenazados hoy por primera vez  en serio, por capitalistas chinos, que necesitan del apoyo del estado gringo para protegerse, nada nuevo bajo el sol, pero potencialmente violento. El neoliberalismo termina por dañar a una clase capitalista nacional entera, como lo hizo el laissez faire con los capitalistas franceses, alemanes e ingleses en su momento. He ahí esos capitalistas de tecnologías de punta que ahora apoyan a Trump y ruegan por protección tal como lo hacen los precarizados. Capaz que el capitalismo más potente termine por ser el chino, el anti -liberalismo producido por el neoliberalismo. 

También te puede interesar

Deja un comentario