Trump a los 100

por Jorge A. Bañales

El gobierno revolucionista del presidente Donald Trump cumple sus primeros cien días cubiertos de controversias y trastornos. El mandatario ha cumplido pocas de sus promesas más grandiosas y otras que no fueron prioridad para sus votantes.

El calendario

En el folklore político de Estados Unidos los primeros cien días de un mandato presidencial son cruciales y pueden marcar la suerte del inquilino en la Casa Blanca por los próximos tres años y medio.

El 20 de enero, el nuevo presidente, que llega vigoroso, impulsado por la victoria electoral en noviembre anterior, cuenta con apoyo en el Congreso y, al menos, con la expectativa de la ciudadanía acerca de lo bueno por conocer. Lo malo conocido ha perdido la elección y, por cortesía obligada, le da al ganador su tiempito.

La expresión “cien primeros días” la usó en junio de 1933 el presidente Frankiln D. Roosevelt en referencia a los cien primeros días de la sesión del Congreso, no a los de su propio mandato. Durante ese período, los legisladores aprobaron una quincena de leyes para lidiar con la Gran Depresión, y pusieron en marcha innovaciones y cambios contra los cuales los republicanos han estado batallando por décadas.

La historia tiene sus matices: en la elección de 1932 el demócrata Roosevelt recibió el 57,4 % de los votos y ganó en 42 estados, en tanto que su rival, el alicaído Herbert Hoover, obtuvo el 39,6 % de los votos que le dieron apenas seis estados.

En noviembre de 2024, Trump recibió el 49,8 % de los votos y ganó en 31 estados en tanto que la candidata demócrata Kamala Harris obtuvo el 48,3 % de los sufragios ciudadanos y la victoria en 19 estados.

Si se suman los votos depositados para otros candidatos y un casi 35 % de los habilitados para votar que se quedaron en casa, Trump no alcanzó el triunfo con el respaldo masivo de los estadounidenses que su propaganda reclama.

Aunque en el Senado los republicanos tienen una mayoría de 53 curules frente a 47 votos demócratas, en la Cámara de Representantes la diferencia es de apenas siete votos: 220 republicanos y 213 demócratas.

Tras un centenar de días de un mandato presidencial, los aliados del mandatario ya han hecho lo posible por apoyarlo, y los adversarios ya le han visto sus bregas más enérgicas. Y todos, senadores y representantes, con la mira ya en las elecciones de medio término, empiezan a calcular cuánto les conviene el abrazo o el repudio del presidente de turno.

Trump a la baja

Cuando en 2016 Trump cumplió los cien días de su primer mandato, el nivel de aprobación ciudadana para su gestión era del 42 %, el más bajo desde que en 1945 se inició esta toma de pulso de la opinión pública.

Esta semana, cuando alcanza el hito similar en su segundo mandato, Trump bate su propio récord con un índice de aprobación de poco más del 41 %.

Según una encuesta de la firma SSRS para la cadena CNN de televisión, la medida de aprobación de la ciudadanía para la gestión de Trump ha bajado cuatro puntos desde marzo y está ahora siete puntos por debajo de la registrada cuando el presidente retornó a la Casa Blanca.

En la encuesta de SSRS sólo un 22 % de los entrevistados indicó que aprueba firmemente la gestión de Trump en tanto un 45 % sostiene que la reprueba con igual firmeza. Los índices de reprobación van a la baja tanto entre todos los encuestados como entre las mujeres, los votantes independientes y los votantes hispanos.

El disgusto de los encuestados ronda por el 55 % en los datos de la cadena ABC y el diario The Washington Post, el 55% en la consulta de CBS News, el 54 % en la del diario New York Times, el 66 %en la de la cadena FOX News, y el 59 % en el sondeo del Centro Pew.

En buena medida el enfado de la ciudadanía refleja el torbellino de medidas con las que Trump y su equipo han agitado los casinos financieros con amenazas de tarifas comerciales, y revuelto el avispero con declaraciones acerca de la anexión de Canadá, la “recuperación” del Canal de Panamá, el cambio de nombre del Golfo de México y otras decenas de medidas, prometidas o aplicadas, que poco tienen que ver con las prioridades de los votantes.

Trump prometió que desde el primer día de su segunda presidencia pondría fin a las guerras en Ucrania y Gaza. Prometió que los precios bajarían, que millones de inmigrantes indocumentados serían expulsados en la mayor deportación de la historia al tiempo que los inversionistas y manufactureros se atropellarían para crear empleos en Estados Unidos.

Las guerras de Ucrania y Gaza continúan, las deportaciones –muy publicitadas con imágenes de hombres aherrojados y arreados a un gulag centroamericano- por ahora suman cientos y no millones, las inversiones y fábricas todavía no aparecen.

En cambio, lo que sí preocupa a los votantes es el estancamiento de los salarios y una inflación por la cual ahora, según una encuesta de Lending Tree, el 25 % de los consumidores usa tarjetas de crédito o préstamos para pagar por las compras en el mercado, comparado con un 14 % en 2024.

La misma encuesta encontró que, en el último año, el 41 % de estos consumidores se ha visto obligado a pagar con atraso por uno de esos préstamos.

Mucha gente tiene dificultades y recurre a diferentes maneras para cubrir su presupuesto”, dijo a la cadena NCBC, Matt Shulz, el analista financiero principal de Lending Tree, “La inflación sigue siendo un problema. Las tasas de interés siguen siendo realmente altas. Hay mucha incertidumbre en torno a las tarifas y otros aspectos de la economía y todo se combina para hacer que la gente estire su presupuesto como sea”.

Los revolucionistas

Durante su campaña electoral, Trump dijo que sería “dictador en el primer día”, y desde entonces ha multiplicado los empujones contra los límites que establecen la división de poderes, las leyes y la Constitución.

Trump amenaza con cortar los aportes del gobierno federal a las grandes universidades que no obedezcan sus órdenes en materia de cursos, admisiones de estudiantes y contratación de personal. Sigue desafiando las órdenes de Tribunal Supremo de Justicia y varios tribunales federales en casos de deportación expedita. Ha ordenado medidas punitivas contra firmas de abogados que emplean a profesionales vinculados a casos judiciales contra Trump.

En tiempos normales el descenso en las encuestas de opinión pública y las multitudes emborrascadas que los miembros del Congreso encuentran en las visitas a sus distritos recomendarían una pausa y un cambio de rumbo en la política presidencial.

Pero con Trump en medio del escenario estos tiempos normales no son. Todo caudillo expresa a un segmento de la opinión pública y no tiene que alcanzar la mayoría para ser eficaz. Basta con que sea resuelto.

A diferencia de 2017, cuando era un recién llegado a la presidencia y por meses tuvo cambios en su gabinete, esta vez Trump retornó con un programa claro y un cuadro de funcionarios que han ocupado la dirección de ministerios y agencias federales y llevan adelante ese programa.

Una encuesta reciente de la firma Ipsos para la agencia Reuters coincidió con otras acerca del índice general de respaldo a la gestión de Trump: un magro 42 %

Ese mismo sondeo de opinión encontró que el 23 % de los votantes republicanos opina que el presidente debería desacatar las órdenes de tribunales con las cuales no esté de acuerdo, y un 28 % está de acuerdo con que el presidente corte los fondos federales para las universidades que con él discrepen.

Otra encuesta, ésta de la firma YouGov para CBS News, halló que el 44 % de los votantes republicanos opina que los jueces federales no deberían tener atribuciones para revisar las decisiones de Trump.

Unas semanas atrás, una encuesta de YouGov, ésta para el diario The Washington Post, indicó que casi la mitad de los votantes republicanos sostiene que un régimen con un “hombre fuerte” y sin Congreso sería, por lo menos, un sistema de gobierno aceptable. Entre estos encuestados, los que se identificaron como, principalmente, leales a Trump, esta aprobación subió al 55 %.

Y el sondeo del Centro Pew encontró que el 55 % de los votantes republicanos cree que muchos de los problemas del país podrían resolverse de mejor manera si Trump “no tuviese que preocuparse mucho por el Congreso o los tribunales”.

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