Como no sea por las populares teleseries turcas, los chilenos sabemos muy poco de Turquía. Y, sin embargo, pocos países tienen en su territorio y en su historia, tanta incidencia en las tensiones del mundo. Y esta es una vieja historia. Esto lo pueden constatar los impresionados turistas que, en el tour por el Mediterráneo, al momento de transitar por el Bósforo escuchan por los parlantes del barco: “En este lugar único en el mundo se encuentra el límite entre dos continentes: A su izquierda está Europa y a la derecha el continente asiático.” Y, si, en ese lugar privilegiado, se junta una geografía, una larga historia y prácticamente todas las culturas que engendraron la mixtura entre pueblos y civilizaciones orientales y occidentales. De hecho, en el territorio turco tuvieron cobijo Hititas, frigios, lidios, asirios, persas, griegos, romanos, armenios, kurdos, selyúcidas, otomanos, entre otros.
La política internacional estuvo siempre presente en esa área del mundo, desde que el emperador romano Teodosio dividió el imperio romano entre sus dos hijos: Honorio en la parte occidental y Arcadio en la oriental. Pero mientras en la parte occidental el imperio duró poco, y los bárbaros hicieron su entrada pacíficamente a Roma; en oriente el imperio se prolongó casi por un milenio, siendo Bizancio, o sea Constantinopla, la actual Estambul, su capital. Fue algo así como el custodio del legado histórico y político de Roma. Este fue el momento de mayor esplendor del llamado imperio bizantino, que tenía a esta como su centro político y cultural.
Los dos estrechos que cruzan su geografía, el Bósforo y los Dardanelos era por entonces el paso de la ruta de la seda y de las especias como hoy es el del gas, el petróleo, y un sinnúmero de materias primas y productos agrícolas. Sus límites actuales hablan de sus posibilidades históricos: limita al norte con Georgia, al este con Armenia, Irán y Azerbaiyán, al norte con las aguas territoriales ucranianas en el mar negro, al noroeste con Bulgaria y Grecia, al oeste con las islas griegas del mar egeo, al sur con las islas chipriotas del Mediterráneo y Siria y al Sur oeste con Irak. Turquía es un país transcontinental pues los estrechos del Bósforo y los Dardanelos que sirven para delimitar la frontera de Asia y Europa pasan por su territorio. La península de Anatolia es uno de los pasadizos comerciales más fecundos y envidiados del mundo. Es la puerta de Europa hacia el Asia menor y viceversa.
Cuando el año 1453, Constantinopla cae ante Mehmed II Faith, sultán de los turcos otomanos, se instala allí la religión musulmana y la lengua de los pueblos túrquicos. Este imperio que se prolongó por cerca de 600 años y se extendió por el norte de áfrica, el oriente medio y el sureste de Europa, Estambul vivió una época de esplendor cultural que todavía se pueden apreciar en los monumentos de lujosos y espléndidos palacios. La cristiandad transformó al imperio otomano en algo así como el demiurgo de todos los males de la época. La batalla de Lepanto marcó el declive de su poder en el mundo. Posteriormente, y conseguida la independencia de Grecia en 1830, las naciones de los Balcanes se contagiaron con la desafección y la independencia. Este proceso de decadencia se consumó, cuando en la Primera Guerra Mundial, lo que hoy es Turquía apostó por el bando alemán, o sea los perdedores, el imperio otomano se vino abajo.
En el año 1923, en medio del caos y la decadencia, llega un personaje fundamental de la historia contemporánea de Turquía: Mustafa Kemal, denominado Atatürk, padre de los turcos, por constituir el fundador de la República de Turquía.
Si bien durante la segunda guerra mundial Turquía supo mantenerse neutral se benefició de la tolerancia con el bando aliado conscientes de su importancia estratégica y militar. La declaración de guerra que Turquía hizo al eje al finalizar la guerra fue solo un saludo a la bandera.
Con la llegada de la Guerra Fría, Turquía fue el epicentro del enfrentamiento entre los dos mundos en pugna: el capitalista liberal liderado por EE. UU y el campo socialista dirigido por la URSS. En ese conflicto Turquía optó por ingresar a la OTAN, permitir la entrada de bases militares norteamericanas en su territorio y recibir la cooperación y por ende la modernización del país mediante la contribución económica de los norteamericanos. Hoy pertenece a varias organizaciones occidentales como el consejo de Europa, la OCDE, y el G20. Comenzó las negociaciones para su adhesión plena a la Unión Europea en 2005.
Pero Turquía no solo debe cuidar y aprovechar las tensiones exógenas sino también debe equilibrar con deleite artesano sus conflictos internos que son el resultado también de una historia abirragada y atomizada de culturas, creencias y etnias. También se encuentra allí parte importante de sus capítulos más trágicos y reprochables: la persecución, exterminio, holocausto de armenios y kurdos.
De estas contradicciones mal resueltas y vivas esta hecha en gran parte la hegemonía actual del Partido del Desarrollo y la Justicia que lidera el actual presidente Recep Tayyip Erdoğan, un político que trajo al gobierno, torciendo la historia de casi un siglo, a los conservadores musulmanes al poder político. Esto no ha impedido, sin embargo, que, con habilidad, el presidente turco, se haya colocado en una difícil equidistancia entre el Estado Islámico, a quien declara su enemigo y su adhesión al islamismo por actitud confesional.
Pero lo más significativo ha sido, sin duda, la capacidad de equilibrar sus impulsos occidentales, europeístas y atlantistas con las relaciones de confianza con el líder ruso Vladimir Putin, que parece fácil, pero no lo es y lo saben los jefes militares rusos cuando observan las imágenes de un dron turco Bayraktar TB2 destruyendo tanques rusos BMD-3.
Unos y otros saben que los turcos no pueden ser ignorados y no solo por el lugar estratégico que ocupa y del que ya hemos hablado, sino porque con sus más de 88 millones de habitantes, un PIB que se sitúa en el lugar décimo primero del mundo y un ejército de más de quinientos mil efectivos, puede ser gravitante en un conflicto más o menos abierto. Además, Turquía, tiene la capacidad de impedir o, al menos postergar, la entrada de Finlandia y Suecia a la Alianza Atlántica, como de hecho lo está haciendo, de momento bajo pretexto del refugio de kurdos extremistas perseguidos por el gobierno de Ankara en uno de esos países postulantes.
Acusado de autócrata y violador de los Derechos Humanos, especialmente, por la forma en que ha perseguido y reprime a la minoría kurda de ese país, se siente cómodo e identificado con el liderazgo de Putin, pero mantiene buenas relaciones con el presidente Ucranio Volodímir Zelenski, mostrado hasta ahora, poner equilibrio para equilibrarse, algo no fácil en política internacional y en política en general. El mejor ejemplo, lo constituyó la aceptación de Putin y Volodimir Zelenski para que el presidente turco fuese el anfitrión de las conversaciones de paz entre Ucrania y Turquía, actualmente suspendidas. Y no solo eso, porque cuando como resultado de los ataques ucranios a la flota rusa en Sebastopol y esta última canceló el unilateralmente el acuerdo que permitía el traslado marítimo del grano ucranio por el mar controlado por Rusia, Erdoğan conversó directamente con el líder ruso y consiguió la reposición del acuerdo para permitir el libre tránsito de los granos a condición de que se garantizase la seguridad de los barcos rusos.
Recordemos que gracias a ese acuerdo Rusia y Ucrania han exportado cerca de diez millones de toneladas de grano aliviando la crisis alimentaria de los países más desfavorecidos, especialmente africanos, consiguiendo, además, una significativa disminución en el alza de precios de los cereales en todo el mundo.
También y aprovechando las sanciones económicas de la Unión Europea contra Rusia , Recep Tayyid Erdoğan firmó un acuerdo por el que Turquía se convertiría en un eje para la distribución del gas ruso hacia terceros países: “crearemos un nodo aquí con el gas procedente de Rusia” anunció, en un discurso ante miembros de su partido y agreguemos que la agencia de Rusia, Rosatom, ha comenzado las negociaciones con socios turcos para la construcción de una nueva planta nuclear en la costa del mar negro.
Cuando el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg visitó a Turquía declaró: “Genial haber sido recibido por el presidente Erdoğan en Estambul. Le agradecí al presidente por su papel vital en asegurar la continuación del acuerdo de grano de Ucrania. También discutimos la finalización de la membresía de la OTAN de Finlandia y Suecia. La OTAN fortalecerá nuestra Alianza” toda una confesión de su importancia estratégica.
La guerra entre Rusia y Ucrania terminará en algún momento. Ojalá pronto. No sabemos cuándo, exactamente, pero lo que si sabemos es que Turquía, como en los tiempos antiguos, jugará un papel fundamental en sus acuerdos, condiciones y términos. Porque como las teleseries turcas sus conversaciones se distinguen por manejar con sencillez y profundidad los impulsos fundamentales de los seres humanos. Aquellos que suelen ser comunes a culturas, etnias, religiones, y naciones como el amor, la espiritualidad, y la necesidad de ser reconocidos por los otros.