La mayoría de los estadounidenses piensa que su país no debería mezclarse en el conflicto de Ucrania, y entre la minoría que sí le ve pertinencia predomina una simpatía por los ucranianos, por aquello de David y Goliat. Una de las tantas tareas para el presidente Joe Biden, que intenta convencer a sus conciudadanos de que esa guerra importa.
Mejor no meterse
Cuando para siquiera saber quiénes son los contendientes en una guerra hay que leer 500 años de historia los estadounidenses –exceptuadas las élites ilustradas- prefieren mantenerse al margen. En gran medida, porque casi la totalidad de los estadounidenses de ascendencia europea son descendientes de quienes aquí llegaron en los últimos 500 años huyendo de las guerras, matanzas, persecuciones religiosas, pogromos, “limpiezas étnicas” y reacomodo sangriento de las fronteras en ese apéndice continental al otro lado del Atlántico.
Europa la civilizada, desde la Península Ibérica a los Urales, desde Irlanda al Cáucaso, desde Polonia a Italia, desde los Balcanes a Francia, desde Minsk a Lisboa es un catálogo de violencias en nombre de credos, etnias, ideología o el nacionalismo. Y más o menos cada tres décadas, esa violencia estalla en alguna parte de su mapa.
Una encuesta de opinión realizada por la cadena CBS de televisión entre el 8 y el 11 de febrero – antes de que Vladimir Putin ordenara la invasión de Ucrania – reflejó que el 53 % de los consultados prefería que Estados Unidos se mantuviera lejos de lo que entonces todavía eran negociaciones entre Rusia y Ucrania. El 43 % se inclinaba por la simpatía con Ucrania, y el 4 % favorecía a Rusia.
Otra encuesta, realizada por Associated Press entre el 18 y el 21 de febrero cuando Rusia aprestaba su asalto multi fronterizo, halló que el 20 % de los entrevistados opinaba que EE.UU. no tenía papel alguno que desempeñar en aquella situación, y otro 52 % creía que la intervención de Washington debería ser menor.
Ya invadida Ucrania, un sondeo de opinión llevado a cabo por Yahoo News entre el 24 y el 26, encontró que el 74 % de los encuestados piensa que la invasión rusa no tiene justificación. Y aunque el 56 % de aquellos consultados apoya la imposición de “sanciones más severas” contra Rusia, concuerda con la promesa de Biden de que no enviará tropas estadounidenses a Ucrania.
Y otra encuesta hecha por la firma de estudios de mercado SSRS para la cadena CNN, ya en marcha la invasión, reafirmó la misma tendencia, con un 58 % de oposición a una respuesta militar estadounidense.
Estas divisiones en la opinión pública estadounidense no son novedosas ni sorprendentes. Aunque entonces no habían tomado tanto vuelo las encuestas, también hubo fuerte oposición al ingreso de Estados Unidos en la Primera y la Segunda Guerra Mundial y los gobiernos de entonces tuvieron que bregar duro para convencer a la población de que lo que ocurría allá importaba aquí.
De imágenes y realidades
En un análisis para la cadena NBC de televisión, el coronel retirado del Ejército de Estados Unidos y ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional, Jeff McCausland, escribió que “los dirigentes políticos a ambos lados del Atlántico pronto han levantado el espectro de la mayor guerra en el continente europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.
Los medios estadounidenses no solo advierten amenazas, sino que describen la acción militar de Rusia en territorio de su vecino como el mayor conflicto armado en Europa desde 1945 y la peor amenaza al “orden mundial” desde aquel entonces.
Aparentemente no cuentan como importantes las invasiones soviéticas de Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968), la crisis de los misiles en Cuba (1963) y, específicamente en Europa, los varios conflictos étnico-religiosos-nacionales que siguieron al derrumbe del bloque soviético, particularmente en los Balcanes.
Y, sin embargo, el “orden mundial” no se alteró demasiado ni por esas contiendas, ni por sus soluciones eventuales.
El presidente Biden dedicó toda una alocución a la nación explicando por qué el conflicto en Ucrania debería importar a los estadounidenses, y las varias formas en que afectaría directamente a Estados Unidos.
Mención de honor tuvo el aumento de los precios del petróleo y, como consecuencia, de la gasolina.
Pero el precio promedio del petróleo crudo ha estado subiendo desde los 55,72 dólares a comienzos de diciembre hasta los 95,10 dólares actuales. El precio de la gasolina en EE.UU ha crecido desde el bajón de 2020 cuando la pandemia paralizó la economía y el combustible tenía un precio promedio de 57 centavos de dólar por litro, al precio promedio ahora de 79 centavos, que todavía está por debajo de los 95 centavos a mediados de 2012.
Patrick DeHaan, analista del mercado petrolero en GasBuddy dijo al Times que “es razonable calcular que el precio podría llegar a 120 dólares por barril, lo cual se traduciría en 1,05 dólares por litro de gasolina.
Y Omair Sharif, the Inflation Insights, apoyándose en que el precio del crudo y la gasolina ha estado subiendo por meses opinó que “no sabría cuándo marcar el momento en que Ucrania pase a ser el titular. Todo depende de cuánto se involucre Estados Unidos”.
Dado que Rusia es el mayor exportador mundial de trigo y uno de los mayores exportadores de petróleo y gas natural, es lógico concluir que, como resultado de las sanciones impuestas por el resto del planeta, los precios del grano y de los combustibles subirán.
Pero Estados Unidos es un exportador neto de petróleo desde 2020 y se turna entre el segundo y tercer puesto tras Canadá como exportador de trigo.
Si los precios suben, el negocio funciona. Es cierto que los granjeros en Kansas, Dakota del Norte, Montana u Oklahoma tendrán que pagar más por combustibles y fertilizantes, y también verán precios más altos para sus exportaciones.
“El trastorno global también podría asustar a los consumidores estadounidenses llevándolos a reducir sus gastos y otras actividades económicas”, según el diario The New York Times. Dado que el gasto de los consumidores representa en Estados Unidos casi dos tercios de la actividad económica (el llamado producto interior bruto), el embrollo ucraniano podría (tiempo condicional) aminorar el ritmo de crecimiento del consumo.
Afinidades extrañas
Según Gallup, el índice de satisfacción de los estadounidenses acerca de la posición de su país en el contexto internacional, que subió al 71 % después de los ataques terroristas en Nueva York y Washington que alentaron el patriotismo, se encuentra ahora en el 37 %. Sólo el 40 % de los encuestados ahora cree que los gobernantes de otros países respetan al presidente de Estados Unidos, pero al menos esto es mejor que el 29 % que tenía opinión similar sobre Donald Trump hace cuatro años.
Pero el conflicto entre Ucrania y Rusia ha tenido un efecto extraño en las alineaciones políticas estadounidenses causado, principalmente, por el fenómeno aún más extraño del Trumpismo.
De la misma manera que Trump ha demostrado por años una admiración misteriosa por Putin, los extremistas de derecha en Estados Unidos ven a Rusia como el último bastión de pureza de la “raza” blanca, del cristianismo y de otras “identidades” amenazadas, en su percepción, por las hordas morenas, los políticos liberales, los musulmanes, los chinos, el feminismo, la homosexualidad y cuanto haya de malo en el planeta.
En la instancia puntual de la crisis ucraniana, la cadena FOX de televisión –de la cual han emigrado recientemente varios periodistas profesionales y respetados- se ha volcado a explicar el punto de vista de Rusia sobre la situación.
En una entrevista con el comentarista Tucker Carlson en FOX, el expresidente Trump dijo que, tras ver en la televisión la invasión rusa pensó: “¡Esto es genial! Putin declara que una gran porción de Ucrania es independiente. Oh, eso es maravilloso”.
El ex secretario de Estado en el gobierno de Trump, Mike Pompeo, opina que Putin es un individuo “talentoso, perspicaz, un estadista muy capaz”.
Durante el pasado fin de semana se celebró en Orlando (Florida) la convención anual del Comité Conservador de Acción Política, durante la cual una encuesta entre los asistentes halló que sólo el 3 % de los republicanos y trumpistas cree que Rusia sea una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Pero el 61 % de los conservadores allí presentes cree que la mayor amenaza es el presidente Joe Biden. El 97 % de los asistentes simpatiza con Trump, y el 59 % espera que el expresidente sea candidato presidencial en 2024.
“El problema no es que Putin sea listo, que , por supuesto, es listo”, afirmó Trump ante la audiencia en Orlando. “El problema real es que nuestros gobernantes son estúpidos. estúpidos, estúpidos”.
Por su parte los representantes republicanos Marjorie Taylor Greene, de Georgia, y Paul Gosar, de Arizona, fueron figuras destacas en la Conferencia de Acción Política “America First”, en Orlando. La conferencia la organizó Nicholas Fuentes, quien alcanzó cierta fama como participante en una marcha de nacionalistas blancos en Charlottesville (Virginia). En aquella demostración, que terminó con tres personas muertas, los manifestantes marcharon, portando antorchas en la noche, al coro de “Los judíos no nos reemplazarán”.
“Ahora nos vienen con Rusia y con que Vladimir Putin es Hitler”, dijo Fuentes en su presentación de Greene. “Un aplauso por Rusia”.
Y la audiencia ovacionó al grito de “¡Putin, Putin!”.