El escritor chileno muestra un breviario de dieciséis relatos que rescatan recuerdos, imágenes que quedan de manera directa en la retina. Es la soledad la que abunda y ayuda a aguantar, la que está ahí despertando a personajes que con vida propia avanzan por su cuenta por las calles de Santiago o por cualquier parte.
Cuando decidí colaborar con “La Mirada Semanal”, uno de mis propósitos era escribir sobre lo que yo quisiera y, en la medida de lo posible, destacar algunos aspectos de la literatura chilena. He tratado de no escapar de mis principios y siempre es un placer encontrarse con narradores como Roberto Fuentes (1973) y su obra “Un verdadero mago” (2021) que reúne en dieciséis relatos un mundo de historias que aparentemente cualquiera podría haber vivido. Con una vasta trayectoria en el cuento y la novela, el autor aborda en “Un verdadero mago”, cuentos que, sin anestesia, van contando lo que le sucede a protagonistas jóvenes, viejos, oficinistas, gente que habita en poblaciones; mundos habituales y también perdidos que en medio de una prosa directa y natural van emergiendo en medio de las páginas del libro. Hay vida en común, chilenismos, tristezas, alegrías, sentimientos propios difíciles de olvidar.
«No solo es un hábil observador de la realidad, no solo tiene una buena oreja para los diálogos, además sabe situar a sus personajes en la antesala de situaciones que cambiarán sus destinos, que los convertirán en otros. Su talento reside en proyectar esa transformación en la mente del lector, en insinuarla con sutileza, sin que se materialice de manera explícita en cada una de sus piezas”.
Así distingue el escritor Marcelo Simonetti, en el prólogo de este libro, la obra de Fuentes. Sin ir más lejos quiero destacar dos de los cuentos que más me llegaron del libro, quizás eso no quiere decir que sean los mejores, pero son lo que se quedaron en la retina, en mi recuerdo como lector. El primero de ellos es “La número diez”, un relato que habla de esos amores imposibles, platónicos que se convierten en obsesión, con una historia narrada en segunda persona y que cuenta lo que le sucede a una mujer que se da cuenta de que se ha enamorado de un individuo que observa todos los días en el metro. El cuento navega por el mundo de una persona que sueña y se desvive por un desconocido con el que se encuentra día a día y al que se va acercando a través de gestos y miradas. Fuentes mantiene la tensión de la inesperada atracción y la sorpresa del desenlace. Lo cotidiano lo convierte en un mundo extraordinario donde destaca el vaivén de un vagón o la mirada del extraño en un carro de metro.
“Un mes y medio había pasado desde la primera vez que lo viste. Subiste al vagón y el él no estaba. La puerta se cerró y miraste la hora, miraste también tu antigua posición en el andén. Todo estaba bien y mal a la vez. Qué mierda pasaba. Todo lo que demoró el viaje de una estación a otra duró tu congoja, porque así te sentías y te recriminabas por ello. No soy una quinceañera, te dijiste, y la puerta se abrió”.
En el párrafo anterior se nota el desconsuelo de la protagonista de “La número diez” ¿Qué habrá pasado? Dan ganas de seguir leyendo el cuento, de terminarlo, de sorprenderse.
Algo parecido me sucedió con “Un huevón más”, un cuento que, a través de una historia de barrio, muestra a Pato, un joven con Síndrome de Down que está perfectamente integrado a la realidad de la población en la que vive. Trabaja con su hermano y vende verduras en la feria. También se desempeña como el encargado del club de fútbol de La Palma, organizando los partidos, juntando a los jugadores, cargando el bolso con las camisetas y también lavándolas. El equipo del Pato es rival del conjunto en el participa el protagonista y narrador del cuento lo que lleva a que se desencadenen hechos contradictorios e inesperados. Lo que más me llamó la atención de este relato fue la manera sincera con la que Fuentes construye y desarrolla el personaje de Pato, sin caer en las clásicas condescendencias o caricaturizaciones que realizan muchos autores sobre la trisomía.
No puedo terminar esta columna sin mencionar un videoclip del grupo Los Bunkers que, para mi gusto, recoge el espíritu de los cuentos de Fuentes. Se trata de “Bailando solo”, dirigido por Pascal Krumm, que muestra la historia de un niño de unos 11 o 12 años que constantemente compite con otro por la atención de una niña. Ambientado en los años 80, al igual que muchos de los cuentos de Fuentes, el clip muestra en pocos minutos un ambiente callejero, nostálgico e infantil de juegos con carreras, bolitas y pichangas. A esa edad, la vida se va en segundos, en una competencia y en el amor incomprendido por una vecina. Una fiesta de cumpleaños desencadena el sorpresivo desenlace del video.
Ahora que estás aquí, ahogado en medio de la gente
Y estás dispuesto a más de lo que puedes soportar
Los altavoces van amplificando las verdades
Ahora que estás aquí, en medio de la soledad.
Este es el comienzo de la canción de Los Bunkers, un tema que, tal como lo mencioné antes, bien puede reflejar el sentir general de “Un verdadero mago”, un libro nostálgico que rescata recuerdos, los estruja y los amasa. Es la soledad la que ronda, la que abunda y ayuda a aguantar, la que está ahí despertando a personajes que con vida propia avanzan por su cuenta por las calles de Santiago o por cualquier parte, recuperando identidades, mundos personales complejos e inestables que muchas veces no se reconocen y se prefieren olvidar.
1 comment
La mirada semanal me permite sentirme un poco menos ignorante. Me encanta leer pero peco de darle tiempo a otras cosas menos gratificantes, simplemente por mala costumbre. Soy maniatica del orden