Una historia de amor y devoción: la Virgen de las Peñas

por Hermann Mondaca Raiteri

La tierra de Arica y Parinacota, es tierra de devoción.

La fe mueve las montañas y mueve a hombres y mujeres que todos los años en octubre y diciembre llegan hasta donde se angosta el valle, entre roqueríos escarpados y fuentes de aguas cristalinas; a presentar sus respetos y plegarias a la milagrosa “chinita”, como le llaman feligreses y bailarines.

A 60 kilómetros aproximadamente de Arica, en la quebrada de Livilcar, sin  alcanzar más de una cuadra de ancho,  se yergue el Santuario de la Virgen de Las Peñas.

Ubicado en un lugar inaccesible para vehículos, sólo se puede llegar a él caminando o en lomo de mula, bordeando constantemente precipicios y cruzando el riachuelo.

Todo sacrificio es válido, cuando el amor y la fe hacia la “chinita” mueven los corazones de sus feligreses.

Hay diversas historias sobre el origen del Santuario de las Peñas, todas nacen de la fe y el amor a la Santa Madre de Dios.

La más antigua data de 1642, y nos narra como un arriero que llevaba su recua de mulas y buscaba descanso entre los eucaliptos, sintió los gritos horrorizados de una pastorcita de 12 años, que era atacada por una serpiente.

En su afán de socorrer a la pequeña, cuál no sería el asombro del buen hombre al ver un rayo posarse cerca de la niña, alejando a la serpiente; y dejando grabada en la roca la imagen de la Santísima Virgen.

Sin quererlo, en su terror, el hombre habría invocado a la Virgen y ella habría hecho su aparición socorriéndolo.

Otra versión cuenta que, en el pueblo de Carangas, Bolivia, se celebraba a la Virgen del Rosario, siendo el alférez a cargo de las festividades muy pobre, provocando un comentario despectivo de un rico que se había comprometido a tomar a su cargo la festividad del año siguiente.

El hombre rico adornó la iglesia, pero el día de la fiesta ocurrió allí un incendio y con él desapareció la imagen sagrada.

Camino al pueblo, unos pastores rezagados se encontraron con una señora de cara conocida. Le preguntaron si no iba a la festividad y ella respondió: «Voy a otro lugar en donde he de ser más venerada«.

Mirando hacia atrás los pastores la vieron convertirse en una paloma que voló hacia el oeste.

En tanto en la Villa de Humagata el Gobernador había condenado a muerte a un curandero bajo la acusación de brujo.

Este buscaba leña para su suplicio en Livilcar, cuando vio la paloma. Quiso entonces tomarla y llevarla al Gobernador para implorar clemencia, pues era una hermosa ave. Más cuando quiso tomarla, el ave se desvaneció en una nube de luz.

Cuál no sería la sorpresa del curandero, al disiparse la nube y poder contemplar que estaba el rostro de la virgen en la roca y que la imagen le hablaba diciendo:

“Quiero que se me honre en este mismo sitio. Vendrán muchos peregrinos con grandes sacrificios y no han de caber en este lugar».

En el mismo instante, el hombre llevó la noticia al Gobernador, quien pensando que era una mentira, decidió comprobar con sus propios ojos la sagrada imagen.

Avisados los frailes de Codpa, de forma infructuosa trataron de remover la imagen de la piedra; y esa misma noche el sacerdote que trató de remover la imagen recibió una aparición que le preguntaba si sufría muchos dolores tras la ardua tarea; la aparición le dijo:

-“Yo también sufro con los golpes que me dan. No quiero salir de este lugar. Vendrán con grandes sacrificios a venerarme»-.

 Y así llegaron hasta ella, una familia devota desde Carangas, reconociendo en la imagen la virgen desparecida de su pueblo.

Otra versión nos cuenta, de una anciana pastora, cansada de recorrer la quebrada; y asustada al caer la noche a filo de un desfiladero de las peñas, lloraba inconsolablemente.

De pronto fue reconfortada por la imagen de la Virgen que le manifestó que había dejado su imagen grabada en las rocas y que deseaba que se le hiciera en ese paraje un santuario de penitencia y que se consagrara a su nombre con el título del Rosario:

-«Duerme tranquila esta noche que Yo te acompañaré y ve mañana a las autoridades de Livilcar para decirles que bajen y se impongan de mi voluntad»-, le dijo la Virgen, según la leyenda.

Y así fue a pesar de las burlas de  las personas que le increpaban por no volver con su rebaño. Entonces la Virgen se les apareció: «No os moféis de esta anciana que os ha hablado. Es mandato de la imagen de mi Madre, que la he colocado en esta roca para que sea un Santuario de penitencia, y la celebraréis el primer domingo de octubre de cada año.»

Y así ha sido, año tras año, desde tiempos inmemorables que los peregrinos dejan sus hogares, y llegan con devoción y fe, surcando el camino, la quebrada, los despeñaderos; haciendo el sacrificio para ver a Nuestra Señora de las Peñas, encomendándoles sus vidas y agradeciendo, siempre agradeciéndole por los favores concedidos.

Es una peregrinación masiva, que actualmente atrae a peregrinos de Bolivia, del sur del Perú, del norte de Chile, e incluso de fieles devotos de Santiago, que ajustan sus vacaciones para ir a ver a la Virgen.

También es la fiesta religiosa de Chile, con menos contaminación comercial y publicitaria, dado que la movilización al Santuario llega solo, al inicios de la quebrada de Livilcar, a kilómetros de donde está la Virgen.

“Hace unos cinco años, se dio una presencia de 25.000 personas, que llegaron caminando al Santuario de la Virgen de Las Peñas, para saludarla…”, nos relata el profesor Claudio Aguirre.

Este 2023, el primer domingo de octubre calza con el día 1 del nuevo mes y la peregrinación al Santuario comienza con la llegada de los promeseros y los bailes religiosos el jueves 28 de septiembre.

También te puede interesar

3 comments

Daniel Gomez septiembre 28, 2023 - 12:39 pm

Execelento relato sobre la Virgen de Las Peñas felicitaciones al autor compartire

Reply
Luz Narina Osorio Bahamondes septiembre 28, 2023 - 5:59 pm

Me encantaron ambas historias. Gracias por compartirla.
Un abrazo gigante para ti Hermann, eres un grande

Reply
Fidelia noviembre 12, 2023 - 8:30 pm

Gracias, Hermann, todo muy lindo

Reply

Deja un comentario