El peso de la historia resulta tan fuerte que, incluso aquellos que hace 45 años celebraban alborozados el golpe cívico militar no pueden eludir el ejercicio implacable de la memoria.
Sucede con buen parte de la derecha que incitó al golpe militar, participó y disfrutó de los beneficios del orden dictatorial, instalado a sangre y fuego, a contar del 11 de septiembre de 1973, con el bombardeo de La Moneda y el sacrificio del presidente constitucional, Salvador Allende.
Con una conveniente ceguera y olvido selectivo de los crímenes de lesa humanidad, hoy intentan reinstalar una nueva historia, eludiendo sus responsabilidades en el quiebre democrático, recurriendo a razones de contexto y demandando consideraciones humanitarias para los condenados por aquellos crímenes.
Con una conveniente ceguera y olvido selectivo de los crímenes de lesa humanidad, hoy intentan reinstalar una nueva historia, eludiendo sus responsabilidades en el quiebre democrático, recurriendo a razones de contexto y demandando consideraciones humanitarias para los condenados por aquellos crímenes.
Este nuevo aniversario del golpe cívico militar es una oportunidad propicia para resaltar, cómo transcurridos 45 años, crece la valoración de dignidad, coraje y valentía del Presidente Allende, que acompañado de un puñado de colaboradores y amigos incondicionales, se atrincheró en el palacio de la Moneda para plasmar un imbatible testimonio de su lealtad con el pueblo y pagar con su vida ese compromiso.
Es momento para relevar la costosa y prolongada gesta de un pueblo resuelto, desde el primer momento, a resistir una criminal dictadura. Una historia que no termina de escribirse, que se marcó de sufrimiento, persecución, cárcel, muerte y desaparecimientos.
Pero también de mucha decisión y valentía para movilizarse en la defensa de los derechos humanos y la recuperación de la democracia. Vale resaltar el rol protagónico de las agrupaciones de familiares de las víctimas, organizaciones sociales, partidos políticos proscritos y en la clandestinidad.
Con todo, a 45 años del golpe cívico militar, la historia se continúa escribiendo. La fidedigna, aquella que no admite falsificaciones.
Con mayor razón, en el contexto actual, la decidida acción de organismos eclesiásticos y en particular la Iglesia conducida por el cardenal Raúl Silva Henríquez, con la creación de la Vicaría de la Solidaridad, que fundó luego que la dictadura resolvió clausurar el Comité de Cooperación para la Paz en Chile. El rol de la prensa alternativa y como no, la inmensa y sostenida solidaridad internacional. Un largo transitar, con tantos episodios aún desconocidos, de luchadores y héroes anónimos. Con muchos de ellos nuestra democracia mantiene una deuda histórica.
Cómo no recordar al recientemente fallecido Andrés Aylwin- uno de los 13 dirigentes demócratas cristianos que rechazó, inmediatamente, el golpe de 1973- con su legado de valiente e intransigente defensor de las víctimas de violaciones a los derechos humanos.
Con todo, a 45 años del golpe cívico militar, la historia se continúa escribiendo. La fidedigna, aquella que no admite falsificaciones.
La memoria ha sido más fuerte que los poderosos intentos por silenciarla o falsearla. El avance en verdad, justicia y reparación, ha sido un largo y pedregoso camino, marcada por el dolor. Ensanchando la medida de lo posible.
Un tránsito, con irritantes trampas y omisiones, en el marco de un verdadero “pacto de silencio”, que obstinadamente mantienen los responsables de muchos de estos crímenes, condenando, a perpetuidad, a familiares de las víctimas a desconocer la verdad, alcanzar la justicia y obtener reparación. Es parte de la pesada herencia que marcará para siempre nuestra historia.
La memoria ha sido más fuerte que los poderosos intentos por silenciarla o falsearla. El avance en verdad, justicia y reparación, ha sido un largo y pedregoso camino, marcada por el dolor. Ensanchando la medida de lo posible.
Aún resuenan en la memoria, las últimas palabras de Salvador Allende desde el palacio de la Moneda
“Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser sesgada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos…”
Valga el 11 de septiembre de 2018 como una nueva oportunidad para reverdecer la memoria y reafirmar la voluntad democrática de no repetir la trágica historia.
Ningún sector, a ningún título, puede pretender apropiarse del legado del Presidente Allende, tampoco de la gesta por la recuperación de la democracia. Ese legado pertenece a Chile. Para que lo asuman las nuevas generaciones, sin exclusiones.
» Sigan sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor»