El tiempo pasa. La memoria es frágil y el tránsito de nuestra democracia post dictadura está marcado por tropiezos y falencias inocultables que acentúan interrogantes respecto de su conducción política.
Qué duda cabe. La debilidad y desprestigio de buena parte de la mal llamada clase política corre a la par de los pendientes para una sociedad democrática, que supere sus aún vergonzantes grados de desigualdad y marginalidad de significativos sectores sociales.
Nada de lo señalado justifica eludir la valoración de hitos históricos como el plebiscito del 5 de octubre de 1988, que sentenció el fin de la dictadura cívico militar y 17 años de crímenes de lesa humanidad, represión masiva y negación de derechos básicos para sostener la instalación de un modelo económico, que aún condiciona la brutal desigualdad que distingue a Chile en el concierto mundial.
No debe sorprender que existan diversas lecturas, interpretaciones y valoraciones de aquella gesta ciudadana que sentenció las pretensiones del dictador para legitimarse en el poder durante otros 8 años. Lo que el paso del tiempo no justifica es relativizar el significado esencial del 5 de octubre de 1988, como un drástico y ejemplar ejercicio ciudadano de juicio político a los 17 años de criminal dictadura.
La significativa minoría que votó Sí admite diferentes interpretaciones. Ciertamente la de víctimas de la brutal campaña del terror aplicada por el régimen para defender la permanencia del dictador. Lo que no resiste un mínimo juicio de consistencia es la justificación de autoridades de la época, incondicionales del dictador, que tras su desgraciado y patético final, como depredador de vidas y del patrimonio fiscal, intentan explicar (entre ellos, el actual ministro de Justicia) su adhesión de entonces como un ejercicio racional entre opciones igualmente democráticas.
Lo que no resiste un mínimo juicio de consistencia es la justificación de autoridades de la época, incondicionales del dictador, que tras su desgraciado y patético final, como depredador de vidas y del patrimonio fiscal, intentan explicar (entre ellos, el actual ministro de Justicia) su adhesión de entonces como un ejercicio racional entre opciones igualmente democráticas.
Singular es la situación que enfrenta el ciudadano Sebastián Piñera, que votó por el No hace 30 años, marcando diferencias con los sectores más poderosos que sustentan su gobierno. Puede ser que los dividendos que puede capitalizar tras el reciente fallo de la Corte Internacional de La Haya, contribuyan a sortear el malestar e incomodidad que provoca en sus huestes partidarias (esencialmente en la UDI) la singular conmemoración del 5 de octubre programada en La Moneda.
Sabe acomodarse Piñera, votó por el No y luego fue jefe del comando presidencial del pinochetista Hernán Büchi. En su primer gobierno cerró el Penal Cordillera, tiempo después consiguió el apoyo de ex uniformados que demandan cierre de los procesos judiciales por violaciones a derechos humanos. Como en sus insuperables desaciertos verbales, sortea escollos y se acomoda a las circunstancias. Persiste el malestar de la DC por la mantención en el cargo del subsecretario Luis Castillo (involucrado en ocultamiento de pruebas del magnicidio del ex Presidente Frei Montalva), mientras se reúne con Eduardo Frei y otros ex mandatarios por el caso de La Haya. En La Moneda apuestan que lo del 5 de octubre pase rápido y sin escándalo.
Si la conmemoración de 30 años del 5 de octubre incomoda y desnuda la inconsistencia democrática de dirigentes del actual oficialismo, que respaldaron las pretensiones de perpetuarse en el poder de un criminal dictador, también alimenta debates entre quienes apostaron, con diferentes protagonismos, a la derrota de Pinochet marcando No en el voto en aquella intensa jornada democrática, que culminó con una inédita y masiva celebración ciudadana.
Si la conmemoración de 30 años del 5 de octubre incomoda y desnuda la inconsistencia democrática de dirigentes del actual oficialismo, que respaldaron las pretensiones de perpetuarse en el poder de un criminal dictador, también alimenta debates entre quienes apostaron, con diferentes protagonismos, a la derrota de Pinochet marcando No en el voto en aquella intensa jornada democrática, que culminó con una inédita y masiva celebración ciudadana.
Pareciera de sentido común y obvio asumir que la gesta que culminó el 5 de octubre de 1988 fue resultado de un largo y complejo proceso de resistencia social y política a los intentos de perpetuación de la dictadura. La exitosa franja del NO supo manifestar mística y esperanza democrática en una población que, previamente, experimentó fundamentales procesos de movilización social y protesta, masificados desde 1982, en el contexto de una criminal represión (con cientos de víctimas fatales y miles de detenidos y torturados) durante largos años, con crisis de conducción política.
Factor incidente en la divergencia política opositora fue la incorporación de la política de rebelión popular y formas de lucha armada propiciadas por el PC durante los 80, que, con altísimos costos represivos, tuvo hitos históricos en el descubrimiento de gran armamento de guerra en Carrizal Bajo (mayo 1986) y el atentado contra la comitiva de Pinochet en septiembre del mismo año.
Después de 3 décadas, con los claros y oscuros del proceso de recuperación democrática del país, parece, al menos, un despropósito la polémica acerca de quienes tienen títulos y legitimidad para celebrar la gesta histórica del 5 de octubre.
Así la unidad opositora para enfrentar el plebiscito del 5 de octubre fue un proceso más que complejo, inédito por la incorporación de fuerzas políticas históricamente contrapuestas (como el PDC y el PS) y marcado también por un duro debate al interior de la izquierda, que culminó con una tardía incorporación del PC a la campaña del NO, antecedida por renuncias de dirigentes históricos de ese partido y la división de quienes compusieron originalmente el FPMR.
Después de 3 décadas, con los claros y oscuros del proceso de recuperación democrática del país, parece, al menos, un despropósito la polémica acerca de quienes tienen títulos y legitimidad para celebrar la gesta histórica del 5 de octubre. Antes hubo largos años de arriesgados desafíos asumidos por organizaciones sociales, partidos políticos en clandestinidad forzada, medios de comunicación masivos que desafiaron la represión y el silencio cómplice de la gran prensa, familiares de detenidos desaparecidos y víctimas de la represión, relevantes organismos eclesiásticos y centenares de miles de compatriotas anónimos que transitaron el largo camino para poner fin a la dictadura.