Por Osvaldo Rosales
Al concluir la segunda década del siglo XXI, los resultados económicos y sociales de América Latina no son buenos y distan mucho de la promesa de mediados de la primera década donde se habló de que ingresábamos a la década de América Latina. Malos han sido los resultados en crecimiento, innovación y competitividad, justamente cuando la humanidad vive probablemente el momento más intenso y determinante de su evolución tecnológica.
Malos han sido los resultados en crecimiento, innovación y competitividad, justamente cuando la humanidad vive probablemente el momento más intenso y determinante de su evolución tecnológica.
Estamos ingresando a la era de la Inteligencia Artificial, del Internet de las Cosas, el Big Data, el almacenamiento de datos en la nube, el auge de la robotización, los vehículos movidos por energía eléctrica, los vehículos autónomos, por una parte, y por otra, a una época de avances gigantescos en neurociencias, ciencias de la vida, nanotecnologías y bioingenierías. La confluencia de todos estos avances asegura modificaciones radicales en la forma de producir, consumir y vivir, incluyendo mutaciones probablemente espectaculares en la concepción del empleo.
La confluencia de todos estos avances asegura modificaciones radicales en la forma de producir, consumir y vivir, incluyendo mutaciones probablemente espectaculares en la concepción del empleo.
En un curso paralelo- y cada vez más acuciante- se yergue la amenaza del cambio climático, anunciándonos no sólo eventos climáticos desestabilizadores sino también amenazando las perspectivas de la agricultura, la ganadería, la pesca y la industria forestal.
La lista es mucho más larga, pero sirva el párrafo anterior para dimensionar el gigantesco espacio que la innovación puede aportar al bienestar de nuestras poblaciones.
Nada asegura que estos perjuicios al hábitat producidos por el accionar humano puedan ser perfectamente neutralizados por otras actividades humanas, tales como la innovación y el cambio tecnológico. Pero lo que sí se puede asegurar es que hoy existe una urgencia adicional para innovar y para adaptar y crear nuevas soluciones tecnológicas en materia de captación, uso y reutilización eficientes de aguas; preservar y mejorar la fertilidad de la tierra; dotar a nuestros productos de una adecuada huella de carbono y de agua; revolucionar nuestra matriz energética para incorporar crecientemente energías renovables no convencionales; modificar nuestra matriz de transporte para hacerla menos contaminante; mejorar la calidad de vida en nuestras ciudades, avanzando hacia “ciudades inteligentes” que ahorren energía, que reciclen materiales y mejoren la seguridad ciudadana. La lista es mucho más larga, pero sirva el párrafo anterior para dimensionar el gigantesco espacio que la innovación puede aportar al bienestar de nuestras poblaciones.
1. Recuperando el crecimiento
En lo que va del siglo XXI, el crecimiento económico en AL ha sido desalentador, promediando un 2,5% anual, una tasa que conduce a esperar casi 30 años para duplicar el producto.
En lo que va del siglo XXI, el crecimiento económico en AL ha sido desalentador, promediando un 2,5% anual, una tasa que conduce a esperar casi 30 años para duplicar el producto. Es evidente que los desafíos del desarrollo no se agotan en el crecimiento; menos cuando la distribución de los beneficios de ese crecimiento se distribuyen de modo tan concentrado en Chile y en nuestra región. Pero también es cierto que sin aumento de la inversión y sin mayor crecimiento, el empleo y los salarios se verán afectados y el sector público contará con menos recursos para financiar sus políticas sociales.
Entrando ya a una fase post recuperación, entre 2012 y 2019, casi una década, el crecimiento medio ha sido de sólo 1% y entre 2015 y 2019 alcanzó apenas el 0,4%.
Se detectan tres fases bien pronunciadas en el crecimiento de la región: se creció al 1,6% anual entre 2000 y 2003; luego entre 2004 y 2008 se creció al 5,1% anual, aprovechando el super ciclo de los commodities y el “matrimonio de conveniencia” entre Estados Unidos (USA) y China, donde ésta crecía a dos dígitos y USA lo hizo en torno al 4%. Viene la crisis subprime y AL cae en recesión en 2009. Reacciona el G20 y vienen paquetes reactivadores en lo fiscal y monetario, destacando el gigantesco paquete reactivador de China (14% del PIB), lo que nuevamente catapulta al alza la demanda y los precios de los productos básico y AL crece al 5,4% anual los años 2010 y 2011. Entrando ya a una fase post recuperación, entre 2012 y 2019, casi una década, el crecimiento medio ha sido de sólo 1% y entre 2015 y 2019 alcanzó apenas el 0,4%.
Las diferencias en las tasas de crecimiento son decidoras; mientras en los casos de Panamá, R. Dominicana, Perú, Bolivia y Honduras el PIB se duplica en alrededor de 15 años, en los peores casos, es necesario esperar 30 años para conseguir lo mismo (60 en el caso de Haití).
América Latina: Ranking de crecimiento económico
2000-2019
Ranking | Tasa de crecimiento promedio anual 2000-2019 | Número de años necesarios para duplicar el PIB |
1. Panamá | 6,1 | 11,8 |
2. Rep. Dominicana | 5,4 | 13,3 |
3. Perú | 4,9 | 14,7 |
4. Bolivia | 4,3 | 16,7 |
5. Honduras | 4,1 | 17,6 |
6. Colombia | 3,9 | 18,5 |
7. Costa Rica, Cuba | 3,8 | 18,9 |
8. Chile, Ecuador | 3,6 | 20 |
9. Guatemala, Paraguay | 3,4 | 21,1 |
10. Ecuador, Nicaragua | 3,1 | 23,2 |
11. Uruguay | 2,9 | 24,8 |
12. Argentina | 2,7 | 26,6 |
13. México | 2,4 | 30 |
14. Brasil | 2,3 | 31 |
15. El Salvador | 2,2 | 32 |
16. Haití | 1,2 | 60 |
17. Venezuela | -1,3 | …… |
18. América Latina | 2,5 | 28,8 |
El balance del crecimiento económico es desalentador por el bajo promedio, por su alta volatilidad, tan dependiente de ciclos externos, y además porque las cuatro economías más grandes Argentina, Brasil, México y Venezuela se ubican en la parte más baja de la tabla y además Venezuela ostenta el récord de haber enfrentado 9 recesiones en 20 años, con lo cual el PIB de 2019 es apenas un 76% de lo que era en 1999.
las cuatro economías más grandes Argentina, Brasil, México y Venezuela se ubican en la parte más baja de la tabla
2. Responsabilidad macroeconómica
La recuperación del crecimiento debe ir de la mano con la responsabilidad macroeconómica, por cierto. El desafío es que ese compromiso sea compatible con la innovación, la diversificación productiva y exportadora y con la reducción de las desigualdades. Esos compromisos requieren el liderazgo del sector público pues no se consiguen por el accionar espontáneo del mercado, menos aún en mercados altamente concentrados, como varios de los mercados de la región.
Esos compromisos requieren el liderazgo del sector público pues no se consiguen por el accionar espontáneo del mercado, menos aún en mercados altamente concentrados, como varios de los mercados de la región.
Responsabilidad fiscal, baja inflación y resguardo de los equilibrios de balanza de pagos son imprescindibles para crecer más y también para abordar la transformación productiva. Pero las modalidades de política económica que permiten conseguir esos objetivos no son neutras respecto de objetivos claves, tales como diversificación productiva, innovación, productividad y reducción de las desigualdades.
Como nos lo recuerda FFrench-Davis (2018), la mirada neoliberal se concentra en la inflación y en el equilibrio fiscal, ámbitos necesarios de vigilar, por cierto. Sin embargo, la gran falla del enfoque neoliberal es ignorar otros aspectos claves de una macroeconomía sostenible y funcional al desarrollo. Se trata del tercer pilar, esto es, la relación entre el nivel de la capacidad productiva y el nivel de producción efectiva o uso de capacidad, ya que la brecha entre ambas influye significativamente sobre el nivel de inversión y, por ende, sobre el empleo productivo. Esa brecha no depende sólo de la política monetaria y fiscal sino también de la política cambiaria y de la cuenta de capitales.
Sin embargo, la gran falla del enfoque neoliberal es ignorar otros aspectos claves de una macroeconomía sostenible y funcional al desarrollo.
a) Necesitamos una macroeconomía efectivamente contracíclica. Sin control sobre la cuenta de capitales ni sobre el tipo de cambio, la economía tenderá a operar cíclicamente, dominada por los shocks externos, sean los términos de intercambio o los flujos de capitales. El carácter marcadamente procíclico de los flujos financieros y del precio del cobre transmiten la inestabilidad externa a los mercados internos, gestando brechas recesivas y un tipo de cambio que se mueve en una montaña rusa, sin aportar estabilidad en los incentivos para exportables y sustitutos de importaciones. El desafío es contar con una política macroeconómica efectivamente contra-cíclica, cuyos principales componentes son: i) sostener un tipo de cambio real competitivo, con flexibilidad administrada por la autoridad económica; ii) acudiendo para ello a una regulación prudencial de la cuenta de capitales, desalentando excesos procíclicos en los flujos especulativos de capitales; iii) complementado lo anterior con una política fiscal efectivamente contra-cíclica. (FFrench-Davis, 2018)
b) La inestabilidad cambiaria, por ejemplo, frena el desarrollo exportador. La inestabilidad cambiaria no sólo afecta el dinamismo de las exportaciones; también afecta su estructura, castigando el valor agregado que se incorpora en ellas y reduciendo el efecto de arrastre de las exportaciones sobre el resto de la economía. En efecto, un tipo de cambio real elevado, por shocks externos comerciales o financieros, estimula exportaciones y sustitutos de importaciones y favorece inversión en estos rubros, pero cuando cambia el signo del ciclo externo, se desestimulan exportaciones, se favorecen importaciones y las inversiones realizadas en el ciclo anterior generan capacidad ociosa; muchas pymes abandonan el negocio exportador, demorando muchos años en volver al mismo, si es que vuelven. La conclusión es que las exportaciones que mejor resisten son las que usufructúan de la renta asociada a los recursos naturales (agro, minería, forestal y pesca) por cuyos recursos no cancelan los tributos (royalties) que corresponden a beneficiarse de recursos que pertenecen a todos los chilenos y chilenas.
La conclusión es que las exportaciones que mejor resisten son las que usufructúan de la renta asociada a los recursos naturales (agro, minería, forestal y pesca) por cuyos recursos no cancelan los tributos (royalties) que corresponden a beneficiarse de recursos que pertenecen a todos los chilenos y chilenas.
La inestabilidad cambiaria entonces aleja a las Pymes del negocio exportador pues lo hace muy riesgoso y cuando la caída del tipo de cambio real es pronunciada, castiga severamente a las Pymes que producen para el mercado interno, ya que deben competir con importaciones más baratas. Hay un vínculo importante entonces entre una macroeconomía efectivamente contracíclica y la necesaria diversificación productiva y exportadora. (este tema, La diversificación productiva, será tratado en un próximo artículo)
c) Un equilibrio fiscal que, junto con apoyar el crecimiento, apoye también la equidad y la sustentabilidad. Desarrollar este punto excede el espacio de este artículo, sin embargo, sí es posible delinear tres principios básicos: i) que la estructura fiscal esté basada en la progresividad de ingresos y gastos; ii) que existan impuestos al patrimonio, iii) que también existan “impuestos verdes”. La progresividad alude a una estructura tributaria más apoyada en impuestos directos que en los indirectos; que los impuestos directos sean efectivamente progresivos; que las exenciones sean escasas y no favorezcan a sectores de mayor ingreso; que se controle eficazmente la evasión y la elusión y que el impuesto al patrimonio tenga una presencia relevante. La progresividad, por el lado del gasto, alude a asegurarse que los subsidios, cuando existan, sean justificados, transitorios y no beneficien a las mayores empresas o a sectores de mayores ingresos; que las partidas de educación, salud y pensiones sean las mayoritarias; que la vigilancia en la eficiencia del gasto sea generalizada, desechando programas caducos o de bajo impacto para concentrarlos en los de mayor impacto económico o social.
Un equilibrio fiscal que, junto con apoyar el crecimiento, apoye también la equidad y la sustentabilidad.
Los impuestos verdes aluden a castigar con tributos adecuados a las actividades más contaminantes y a favorecer tributariamente a las que se orientan a proteger mejor el medio ambiente, a generar energías renovables, a descontaminar y a apoyar tareas de mitigación y adaptación al cambio climático.
3. América Latina está muy rezagada en innovación y competitividad
Ya veíamos los malos resultados en crecimiento económico para estos veinte primeros años del siglo XXI. Pues bien, los resultados en innovación y competitividad no sólo son más decepcionantes, sino que además muestran retrocesos casi generalizados.
los resultados en innovación y competitividad no sólo son más decepcionantes, sino que además muestran retrocesos casi generalizados.
En materia de innovación; Chile es el único país latinoamericano ubicado entre los primeros 50 innovadores mundiales y además lo hace con un fuerte retroceso en los últimos diez años. También retroceden Costa Rica, Brasil, Argentina, Paraguay, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Honduras. Al contrario, mejoran su capacidad de innovación México, Colombia, Panamá, Perú, R. Dominicana y, en menor medida, Uruguay. En cualquier caso, las ubicaciones de los países latinoamericanos, salvo Chile, siguen siendo posteriores a los primeros 50 países. Nada para enorgullecerse.
Algo parecido acontece con los indicadores de competitividad. Entre los primeros 50, sólo Chile y México. Avanzan Costa Rica, Colombia, México, Perú y Uruguay. Retroceden Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Panamá, Honduras. Los mayores deterioros ocurren en Argentina y Venezuela.
La tarea es entonces acuciante: mayor compromiso con la Innovación. Para ello, es clave robustecer el apoyo a la Investigación, Desarrollo e Innovación, al desarrollo de nuevas empresas (start-up) en áreas promisorias, potenciando el rol de las agencias públicas de apoyo productivo y tecnológico y de la banca de desarrollo para estos efectos (innovación en productos, procesos, comercialización y organización). Los países que han avanzado hacia el desarrollo lo han hecho invirtiendo seriamente en conocimiento científico y tecnológico e innovación basada en dicho conocimiento. La innovación es clave para elevar la productividad, para generar nuevos negocios y para diversificar la matriz productiva. Los países con mayor diversidad productiva exhiben menores niveles de desigualdad y, por lo tanto, generan condiciones de mayor cohesión social.
Por ejemplo, Chile es el país latinoamericano mejor ubicado en los rankings de competitividad e innovación. Sin embargo, cuando Australia, Canadá, Dinamarca y Noruega tenían el mismo PIB per cápita que hoy tiene Chile, invertían el doble en Ciencia, Tecnología e Innovación como porcentaje del PIB y tenían el doble de científicos por cada 10.000 empleos. La experiencia internacional demuestra que Ciencia, Tecnología e Innovación no son lujos de país desarrollado, sino condición básica del progreso económico y social.
Chile es el país latinoamericano mejor ubicado en los rankings de competitividad e innovación. Sin embargo, cuando Australia, Canadá, Dinamarca y Noruega tenían el mismo PIB per cápita que hoy tiene Chile, invertían el doble en Ciencia, Tecnología e Innovación como porcentaje del PIB y tenían el doble de científicos por cada 10.000 empleos.
4. Un Pacto por el Crecimiento Verde.
A la luz de los más recientes estudios científicos y los aportes de las agencias de Naciones Unidas, es claro que la amenaza del cambio climático constituye el principal desafío que enfrenta la humanidad. Ello quiere decir, por ejemplo, que en las próximas décadas el crecimiento será verde o no será. De allí la relevancia de actuar ya.
en las próximas décadas el crecimiento será verde o no será. De allí la relevancia de actuar ya.
Desde esta óptica, un Pacto por el Crecimiento Verde podría asegurar la disponibilidad de agua, saneamiento y su gestión sostenible; fortalecer el monitoreo y fiscalización del cumplimiento ambiental; incorporar los delitos, las multas y las penas ambientales en la legislación con la intensidad que hoy se requiere; generar sistemas de compensación y restauración ambiental que administren la certificación de sellos ambientales para promover la biodiversidad.
Desde esta óptica, un Pacto por el Crecimiento Verde podría asegurar la disponibilidad de agua, saneamiento y su gestión sostenible
Cada uno de nuestros países está estableciendo compromisos nacionales en mitigación y adecuación al cambio climático. Ayudaría en este desafío contar con una normativa que defina criterios y estándares para el ordenamiento territorial del país respectivo, con el fin de prevenir riesgos ambientales, ordenar el desarrollo de las ciudades y de las actividades productivas, evitando de paso la formación de “zonas de sacrificio ambiental”. En la misma dirección, aportaría contar con legislación actualizada sobre desastres naturales, cambio climático y gestión del riesgo. Esto permitiría gestionar oportunamente tareas de mitigación, adaptación y resiliencia ante los desastres naturales que con tanta frecuencia nos acontecen. Se trata pues de nuevos desafíos que deben ser incorporados en las inversiones en infraestructura.
evitando de paso la formación de “zonas de sacrificio ambiental”. En la misma dirección, aportaría contar con legislación actualizada sobre desastres naturales, cambio climático y gestión del riesgo.