Tal como lo demuestran los casos de Italia, España o el Reino Unido, ningún país, ni aún los más desarrollados, mantiene un sistema de salud capaz de enfrentar una epidemia tan agresiva y contagiosa como el coronavirus. Por esa razón la consigna general, mientras no se encuentre una vacuna o el remedio, es intentar aplanar su curva de crecimiento, buscando no colapsar el sistema sanitario, enfrentando a la dolorosa opción de atender pacientes sacrificando aquellos que no tendrán acceso a los tratamientos extremos, como ya ocurre.
No son pocos los países que, enfrentados el dilema de paralizar la economía con medidas tan extremas como la cuarentena total y un rígido aislamiento social, preservando servicios esenciales, como los sanitarios, el abastecimiento de alimentos, o el aseo de las ciudades, optan por retardar la adopción de dichas medidas, con grave riesgo de continuar multiplicando el contagio.
optan por retardar la adopción de dichas medidas, con grave riesgo de continuar multiplicando el contagio.
China demoró casi un mes en informar a sus ciudadanos y al mundo en general, la gravedad de la amenaza que se cernía sobre la humanidad y adoptar las medidas necesarias para prevenir un rápido contagio. Sin embargo, declarada la epidemia, no dudó en adoptar duras medidas de aislamiento social, con una ciudadanía exigida a una gran disciplina social y acostumbrada a obedecer los dictámenes de la autoridad.
La gran potencia mundial movilizó sus inmensos recursos para reforzar su sistema sanitario, cumpliendo la hazaña de construir mega hospitales de emergencia en el plazo record de 10 días. Los ingentes esfuerzos y recursos desplegados por China parecen dar sus frutos.
Y no tan sólo aquello. La gran potencia mundial movilizó sus inmensos recursos para reforzar su sistema sanitario, cumpliendo la hazaña de construir mega hospitales de emergencia en el plazo record de 10 días. Los ingentes esfuerzos y recursos desplegados por China parecen dar sus frutos. La curva de crecimiento ha descendido y aparentemente ha logrado controlar la epidemia. Y hoy intenta levantar barreras sanitarias para impedir un rebrote que venga del exterior, mientras sus científicos prueban vacunas y buscan remedios en contra de la enfermedad.
Inevitable comparar los resultados de lo sucedido con la enfermedad en China, Corea del sur y el continente asiático, en contraste con lo que hoy sucede en Europa- principalmente Italia y España
Inevitable comparar los resultados de lo sucedido con la enfermedad en China, Corea del sur y el continente asiático, en contraste con lo que hoy sucede en Europa- principalmente Italia y España- en donde el contagio ha subido muy rápidamente al igual que el número de fallecidos, al punto que Italia desplazó hace días del primer lugar en materia de fallecimientos a China.
Ciertamente incide que Europa sea un continente más envejecido que Asia y que sus ciudadanos disten de mantener la disciplina social que caracteriza a los asiáticos.
Y bien pudiera ser que la respuesta sea la tardanza de estos países europeos en adoptar medidas más estrictas para prevenir los contagios, permitiendo que la epidemia se expandiera rápidamente, colapsando rápidamente la capacidad de los servicios sanitarios para enfrentar la emergencia. Ciertamente incide que Europa sea un continente más envejecido que Asia y que sus ciudadanos disten de mantener la disciplina social que caracteriza a los asiáticos.
El impacto en la región
Hoy el mundo enfrenta una verdadera pandemia que muchos comparan, en forma tal vez exagerada, con pandemias como la llamada epidemia española, que diezmara a la población en siglos pasados. Como era inevitable la pandemia llegó a América latina, al igual como a los cinco continentes y casi 200 países en el mundo, con la diferencia que nuestra región, como ocurre con África y otras latitudes, está en condiciones bastante más precarias que los países desarrollados- entre ellos China, Europa, Canadá y el hoy vapuleado EE,UU – para hacer frente a la epidemia. Se trata de regiones que registran los mayores índices de desigualdad, con altos niveles de pobreza, precarios sistemas de salud, fuertes tensiones sociales y políticas y en su gran mayoría enfrentando crisis económicas.
regiones que registran los mayores índices de desigualdad, con altos niveles de pobreza, precarios sistemas de salud, fuertes tensiones sociales y políticas y en su gran mayoría enfrentando crisis económicas.
La muy mala noticia, a diferencia de lo que sucede en Asia o incluso en Europa, es que la epidemia se encuentra en su fase preliminar y todos coinciden “que lo peor está por venir”
La muy mala noticia, a diferencia de lo que sucede en Asia o incluso en Europa, es que la epidemia se encuentra en su fase preliminar y todos coinciden “que lo peor está por venir”
No todos los gobiernos han asumido con la misma severidad la amenaza, dilatando la adopción de medidas preventivas e incluso restando trascendencia a su impacto. Y mientras Andrés Manuel López Obrador llama a sus ciudadanos a hacer una vida normal, concurriendo con sus familias a comer a restaurantes y fondas, Jair Bolsonaro no duda en sostener que se está magnificando la amenaza en una suerte de histeria colectiva.
Ciertamente no tan sólo esos mandatarios sino todos los gobiernos estén preocupados por el impacto que la epidemia y la adopción de medidas preventivas generen en la economía, con el severo riego de recesión económica, afectando actividades esenciales como el turismo o las exportaciones.
Y lejos de ser inmunes, los países latinoamericanos, sin excepción, sufrirán un mayor impacto, al igual que los países menos desarrollados.
Pero, a estas alturas eso no es sino un dato de la causa. Es más que evidente que la pandemia que hoy afecta a la humanidad y cuyos efectos amenazan con extenderse por los próximos 12 a 18 meses, tendrá un severo impacto económico a nivel global. Más severo que la gran depresión de 1929. Y lejos de ser inmunes, los países latinoamericanos, sin excepción, sufrirán un mayor impacto, al igual que los países menos desarrollados.
El dilema entre mitigar o suprimir la epidemia
Hoy en día el desafío para la humanidad es enfrentar la pandemia, adoptando todas las medidas que sean necesaria no tan sólo para “aplanar su curva de crecimiento” sino tratar de detenerla.
Una dramática columna publicada por la revista The Economist y reproducida por el diario el Mercurio en su edición del pasado 21 de mayo, planteaba el dilema que no tan sólo enfrentan los países en desarrollo sino el mundo entero. Apostar por suprimir la enfermedad, al costo que fuere u optar por la mitigación, con el alto costo en vidas humanas que ello conlleva, asumiendo que si la enfermedad no se vence en el mediano plazo (antes que se encuentre una vacuna o remedios eficaces) no quedaran más opciones que la mitigación.
Con toda razón, los ciudadanos atemorizados demandas de sus gobiernos las medidas más extremas que se puedan adoptar, incluida una cuarentena total, para frenar el contagio y suprimir la amenaza. Pero ningún país se puede paralizar del todo ni por plazos muy extendidos. No tan sólo los servicios sanitarios deben seguir trabajando. También los servicios esenciales (abastecimiento, luz, agua gas, etc.). Y tampoco se puede paralizar el proceso productivo por tiempos indefinidos sin graves efectos de corto, mediano y largo plazo.
La pandemia que afecta a la humanidad ha desplazado de la agenda mediática prácticamente a cualquier otra prioridad. Se afirma que este no es el tiempo de la política ni de la economía, pero ambas áreas parecen más que imprescindibles para analizar los escenarios de futuro y buscar opciones no tan sólo para sobrevivir en el presente sino proyectar el futuro.
En medio de la crisis que enfrenta el planeta, se procedió a la reelección de Luis Almagro por otros cinco años como Secretario General de la OEA, con 23 votos a favor y 10 para su oponente. Una reelección controvertida para un Secretario General que no ha dudado en plegarse a los dictados de la diplomacia norteamericana, con un excesivo protagonismo en contra de regímenes como el venezolano, cubano o nicaragüense, fuertemente criticado no tan sólo por estos gobiernos sino también por países como México y Argentina, que mantienen posturas más independientes y críticas a la política de Trump en la región.
De igual manera, la mandataria interina de Bolivia y también candidata a la presidencia de su país, en razón de la emergencia sanitaria, decidió la postergación indefinida de las elecciones presidenciales y parlamentarias programadas para el próximo mes de mayo.
Ambas decisiones no dejarán de marcar la agenda política de la región una vez superada la emergencia.
Por lejano y remoto que parezca la humanidad logrará superar esta contingencia, tal como ha ocurrido con otras calamidades en el pasado. Sin lugar a dudas, el mundo no volverá a ser el mismo que antes de esta pandemia. De la misma forma como anteriores convulsiones, desastres naturales, epidemias o guerras, contribuyeron a cambiar el curso de la historia.
Sin lugar a dudas, el mundo no volverá a ser el mismo que antes de esta pandemia.
Y le corresponde a los sectores políticos y actores sociales, analizar las opciones y alternativas de futuro, asumiendo las lecciones que nos dejaraá esta dura emergencia que vive la humanidad.