APEC en Chile: una oportunidad perdida

por La Nueva Mirada

Por Osvaldo Rosales

Un Prólogo necesario

 Una vez enviado este artículo, el gobierno de Chile anunció la suspensión de la Cumbre de Líderes de APEC y también de la COP25. Esto demuestra la magnitud de la crisis social y política en Chile, la crisis de gobernabilidad que enfrentamos y, al mismo tiempo, pone una lápida al sueño de Piñera de constituirse en líder internacional de las causas del libre comercio y del cambio climático. Las ideas que se exponen en este artículo aluden a las corrientes profundas que transitan la economía mundial y, por tanto, siguen siendo válidas, más allá de la crisis que enfrenta Chile. Se ha mantenido el texto, sin cambios.

1. El contexto internacional de APEC 2019

La economía mundial está enfrentando un proceso masivo de desaceleración económica, básicamente como resultado de la guerra comercial de Trump contra China y otros socios comerciales. Según el FMI, esta desaceleración abarcaría al 90% de los países. El FMI estima el crecimiento mundial para 2019 en 3%, el menor valor en décadas, exceptuando los años de recesión mundial (2009, 2001). USA crecería este año y el próximo en torno a 2%, lejos del 4% ofrecido por Trump en su campaña; la UE apenas 1,2% este año. Alemania se encuentra en virtual recesión; USA en recesión de su manufactura, en tanto la guerra comercial de Trump ha llevado a que el comercio mundial de bienes crezca apenas 1,2% en 2019 y 2,7% en 2020, en la medida que amainen las disputas comerciales. Estos valores no tienen precedentes, salvo en períodos de recesión internacional. [1]

Estos valores no tienen precedentes, salvo en períodos de recesión internacional.

El Reino Unido parece encaminarse a un Brexit duro y enredado, afectando sus proyecciones de crecimiento y las de la UE. Japón y Corea del Sur están enfrascados en una disputa comercial- tecnológica que replica argumentos y métodos de Trump.

El debate económico en USA alerta sobre una creciente probabilidad de recesión en 2020, en tanto Trump presiona a la Reserva Federal por nuevas rebajas en la tasa de interés para hacer frente al debilitamiento de la inversión y de las exportaciones norteamericanas.  

2. APEC Santiago y el “fin de la guerra comercial”

“Las negociaciones comerciales en Washington tuvieron éxito, con acuerdo entre China y EE.UU. en materia de propiedad intelectual, finanzas y agricultura”. Así subtitulaba el periódico El Pulso (12 de octubre, pg. 12), con similar optimismo al que conocimos de la misma prensa con ocasión del encuentro Trump-Xi Jinping en diciembre 2018 en Buenos Aires, con ocasión del G20. En esta ocasión, el optimismo incluía una cuota importante de “orgullo nacional” pues el título principal fue “Chile será el escenario donde EE.UU y China firmen el comienzo del fin de la guerra comercial”, aprovechando la Cumbre de Líderes de APEC que se realizará en Santiago, los días 16 y 17 de noviembre próximo. .

El título principal fue “Chile será el escenario donde EE.UU y China firmen el comienzo del fin de la guerra comercial”

Trump habló de “un acuerdo de fase uno”, el que recogería “compromisos en propiedad intelectual, servicios financieros y un gran acuerdo para los agricultores con compras chinas por 40 mil a 50 mil millones de dólares, lo que equivale a 2,5 o 3 veces lo que China ha comprado en su punto más alto”. Mejores noticias aún pues “tras la firma de este pacto, partirán de inmediato las rondas de negociación para la fase dos y definitiva”.

Ya deberíamos tener claro que los acuerdos que consigue Trump son mejor en Twitter que en la realidad. Sus tweets eran desbordantes: “el mejor acuerdo en la historia para nuestros patrióticos agricultores”, “la negociación fue un festival de amor”

Ya deberíamos tener claro que los acuerdos que consigue Trump son mejor en Twitter que en la realidad. Sus tweets eran desbordantes: “el mejor acuerdo en la historia para nuestros patrióticos agricultores”, “la negociación fue un festival de amor”

Que el débil estado de la economía mundial no se agrave es bienvenido, pero de ahí no se sigue que la probabilidad de un amplio y profundo acuerdo haya crecido.

Ahora, ¿qué fue lo que efectivamente se logró? Difícil saberlo pues inmediatamente después de los excesos twiteros de Trump, funcionarios chinos le bajaron el perfil al supuesto acuerdo y hablaron de que ambas partes “acordaron hacer esfuerzos para llegar a un acuerdo final”. Seamos claros, a estas alturas del conflicto que ambas partes acuerden que les gustaría llegar a un acuerdo no es un mal resultado, considerando el adverso impacto de esta disputa sobre la economía mundial. Que el débil estado de la economía mundial no se agrave es bienvenido, pero de ahí no se sigue que la probabilidad de un amplio y profundo acuerdo haya crecido.

Cualquier negociador comercial sabe que, si el acuerdo no está escrito, no hay acuerdo pues el diablo está en los detalles y en la letra chica. Por tanto, si en la visión de Mnuchin faltarían dos meses para concordar la redacción del acuerdo, es claro que tal acuerdo está lejos de existir.

De hecho, a menos de una semana del “festival de amor”, Mnuchin, el Secretario del Tesoro norteamericano, reconoció que falta poner el acuerdo por escrito y que eso demorará un par de meses, de modo de poder firmarlo en la reunión de APEC en Santiago. (Curioso que Mnuchin hablase de un par de meses pues el encuentro APEC sería sólo un mes después). Cualquier negociador comercial sabe que, si el acuerdo no está escrito, no hay acuerdo pues el diablo está en los detalles y en la letra chica. Por tanto, si en la visión de Mnuchin faltarían dos meses para concordar la redacción del acuerdo, es claro que tal acuerdo está lejos de existir.

La cobertura de lo supuestamente acordado es muy acotada respecto de los múltiples objetivos que Estados Unidos se ha planteado en esta disputa con China: i) resolver el abultado superávit comercial que China mantiene con USA; ii) fin a los subsidios chinos a su manufacturas; iii) apertura del mercado chino a empresas financieras y de seguros  norteamericanas; iv) apertura del mercado de compras públicas chinas a empresas norteamericanas; v) apertura del mercado automotriz a vehículos producidos en USA; vi) terminar con “el robo” de propiedad intelectual; viii) terminar con la ciberpiratería de secretos  comerciales de empresas norteamericanas y ix) terminar con la “manipulación cambiaria” que China estaría llevando a cabo para debilitar  artificialmente su moneda.

Por ahora, la llamada fase uno parece limitarse exclusivamente a que China eleve sus compras agrícolas a USA.  Si Trump se contenta con ello, quiere decir que está muy preocupado por las consecuencias de su accionar sobre la economía norteamericana.

Es claro que mientras más amplia sea la cantidad de objetivos que USA se plantea resolver, mientras más profundas sean las rectificaciones exigidas a China y cuanto más rápido se deseen estas modificaciones, entonces la probabilidad de un acuerdo estable se reduce a cero. Por ahora, la llamada fase uno parece limitarse exclusivamente a que China eleve sus compras agrícolas a USA.  Si Trump se contenta con ello, quiere decir que está muy preocupado por las consecuencias de su accionar sobre la economía norteamericana.

No hay que perderse en la maraña de los medios financieros: la guerra comercial es sólo una parte menor del conflicto. En rigor, se trata de una pugna por la hegemonía global en lo que resta del siglo XXI, con énfasis en la dimensión tecnológica. De allí el enconado esfuerzo de la administración norteamericana de bloquear la expansión de los negocios de Huawei.

Mike Pence, el vicepresidente norteamericano fue explícito en su discurso del 4 de octubre de 2018, donde definió a China como su principal adversario, explicando que el objetivo de la administración Trump era enfrentar y doblegar a China en todos los planos: comercial, industrial, tecnológico y militar.

USA inició esta guerra comercial alegando desbalance comercial pero luego profundizó la disputa alegando incumplimiento chino de sus compromisos en subsidios industriales y robo de propiedad intelectual. Luego ha agregado la “manipulación cambiaria” y la amenaza a la seguridad estratégica. Mike Pence, el vicepresidente norteamericano fue explícito en su discurso del 4 de octubre de 2018, donde definió a China como su principal adversario, explicando que el objetivo de la administración Trump era enfrentar y doblegar a China en todos los planos: comercial, industrial, tecnológico y militar.[2]

La guerra comercial, en rigor, es una guerra tecnológica. USA combate la iniciativa Made in China 2025 y bloquea el desarrollo de Huawei, el mascarón de proa de la internacionalización de las empresas chinas. Varios de los ambiciosos objetivos de Made in China 2025 suponen un exitoso despliegue de las redes 5G y de la internacionalización de Huawei. La presión que USA ejerce en sus aliados de Europa, Asia, Europa y América Latina para que bloqueen el acceso de Huawei al tendido de sus redes 5G se basa en argumentaciones genéricas, no suficientemente comprobadas, y en fallas de sus equipos que también las comparten otras marcas occidentales, incluida Apple. 

La guerra comercial, en rigor, es una guerra tecnológica. USA combate la iniciativa Made in China 2025 y bloquea el desarrollo de Huawei, el mascarón de proa de la internacionalización de las empresas chinas.

Huawei lidera hoy el desarrollo de las redes 5G. Estas redes inalámbricas ultrarápidas (40 veces más rápidas que 4G), son claves en las tecnologías disruptivas que moldearán las políticas públicas de las próximas décadas. Big Data, IA, IoT, computación cuántica y robótica avanzada favorecen la electromovilidad, vehículos autónomos, energías renovables no convencionales, telecirugías, ciudades inteligentes, combate al cambio climático, entre otras. La construcción y gestión de las redes 5G es hoy el principal campo de batalla por la hegemonía tecnológica del siglo XXI en la actual fase de la globalización: capitalismo de los datos, esto es, economía digital basada en el más amplio stock posible de datos conectados y procesados.

Por lo anterior, resulta demasiado ingenuo pensar que se pueda conseguir un acuerdo USA-China amplio, profundo y de larga duración.

Por lo anterior, resulta demasiado ingenuo pensar que se pueda conseguir un acuerdo USA-China amplio, profundo y de larga duración. Algo distinto es que Trump, presionado por las cifras económicas y por la amenaza del impeachment esté dispuesto a un acuerdo menor, concentrado en agricultura, sin ir más allá de ofertas chinas de compras que ya estuvieron en la mesa de negociaciones desde mediados de 2018 y que él podrá inflar con su retórica twittera, contando con una buena caja de resonancia en los medios de prensa occidentales. 

3. APEC, la crisis del multilateralismo y el primer año de una nueva era.

Ya en el 2018, China era la economía más grande del mundo, medida en PPP; la primera potencia manufacturera; el principal exportador de bienes; el principal acreedor de USA y encabeza la lucha por las redes 5G, compitiendo muy de cerca con USA en patentes, innovación y nuevas tecnologías.

El año 2018, año de inicio de la “guerra comercial”, es el fin de la ilusión de “atraer China al mundo occidental”. Cuando China ingresa a la OMC, en el 2001, se habló de “disciplinar a China” (lo dijo R. Zoellick), convencidos de que, más temprano que tarde, China se amoldaría a los patrones occidentales de economía de mercado y democracia liberal. Eran los años de la caída del Muro de Berlín, la desaparición del bloque soviético y la euforia con “el fin de la historia” (Fukuyama). Ya en el 2018, China era la economía más grande del mundo, medida en PPP; la primera potencia manufacturera; el principal exportador de bienes; el principal acreedor de USA y encabeza la lucha por las redes 5G, compitiendo muy de cerca con USA en patentes, innovación y nuevas tecnologías.

Es en ese contexto que Trump lanza su “guerra comercial” y luego tecnológica y hegemónica.

Es en ese contexto que Trump lanza su “guerra comercial” y luego tecnológica y hegemónica. Es por eso también que Trump empieza a bombardear el multilateralismo, cuestionando a la ONU; abandonando el Acuerdo de París; negando el cambio climático; saliéndose del TPP y cercando a la OMC. USA ha boicoteado la nominación de jueces para el Órgano de Apelación de la OMC, llevándolo a un punto en que ya el 12 de diciembre este Órgano dejará de operar. Esto significará una ventana abierta para el proteccionismo y una amenaza de muerte para la propia OMC, por de pronto ya bloqueada en la posibilidad de conseguir acuerdos comerciales. Bloqueada ahora su función de arbitraje en las controversias comerciales, el espacio quedará abierto para que el unilateralismo predomine en las relaciones comerciales. Esto podría ser un retroceso de décadas.

Esta es la verdadera agenda que debería debatirse en APEC 2019; cómo evitar la guerra comercial y cómo preservar y renovar el multilateralismo comercial, cómo reformar y modernizar la OMC, adecuándola a los desafíos del siglo XXI. El gobierno chileno, sin embargo, ha optado por una agenda que, como el avestruz, esconde la cabeza en la arena para intentar negar el conflicto.

Esta es la verdadera agenda que debería debatirse en APEC 2019; cómo evitar la guerra comercial y cómo preservar y renovar el multilateralismo comercial, cómo reformar y modernizar la OMC, adecuándola a los desafíos del siglo XXI. El gobierno chileno, sin embargo, ha optado por una agenda que, como el avestruz, esconde la cabeza en la arena para intentar negar el conflicto. En plena guerra comercial y crisis del multilateralismo, el gobierno propone dialogar sobre economía digital y servicios; conectividad; mujer y desarrollo económico, incluyendo en varios de ellos énfasis en las Pymes y en la protección al consumidor. Todos ellos son temas relevantes, pero obviamente subordinados a la necesidad de recuperar y potenciar un comercio con reglas consensuadas y no sometido a la lógica del más fuerte.

Estamos perdiendo pues una oportunidad histórica para haber incidido en un tema crucial en las perspectivas de la economía mundial. Chile perdió la oportunidad de liderar este proceso, aprovechando la presencia en la Alianza del Pacífico de más de una cincuentena de observadores, incluyendo a los 28 miembros de la UE.

La agenda propuesta es además bastante esquizofrénica y asemeja a la del cura Gatica (que predica y no practica) pues en el plano nacional las brechas existentes en estos planos son siderales. Estamos perdiendo pues una oportunidad histórica para haber incidido en un tema crucial en las perspectivas de la economía mundial. Chile perdió la oportunidad de liderar este proceso, aprovechando la presencia en la Alianza del Pacífico de más de una cincuentena de observadores, incluyendo a los 28 miembros de la UE. De contar con esta visión estratégica Chile podría haber colaborado a sembrar una semilla adicional de convergencia ente la Alianza del Pacífico y Mercosur, incorporando a la región en ese debate multilateral impostergable. La miopía y búsqueda populista de protagonismo de corto plazo llevó a que el Presidente Piñera prefiriese el pantallazo en Cúcuta o promover organizaciones de fantasía como PROSUR, desechando políticas más inteligentes y de proyección estratégica como la defensa del multilateralismo.

La miopía y búsqueda populista de protagonismo de corto plazo llevó a que el Presidente Piñera prefiriese el pantallazo en Cúcuta o promover organizaciones de fantasía como PROSUR, desechando políticas más inteligentes y de proyección estratégica como la defensa del multilateralismo.

APEC además coincidiría en Chile con la peor crisis social, política e institucional en décadas. Putin ya había avisado que no vendría. Tampoco lo haría el Director General de la OMC. Y lo más probable es que tampoco se firmaría “el acuerdo de primera fase” entre USA y China, salvo que el temor de Trump a la desaceleración económica lo lleve a firmar cualquier cosa menor. El dato de que la economía norteamericana creció sólo 1,9% en el tercer trimestre 2019 puede favorecer un acuerdo gatopardista donde todo cambia para que todo siga igual.        


[1] A título de ejemplo, el comercio internacional de bienes creció a un 7% anual entre 1997 y 2006 y a un 5% anual entre 2001 y 2010,

[2] Consultar https://www.hudson.org/events/1610-vice-president-mike.pence–s-remarks-on-the-administration–s-policy-towards-china102018

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