El contundente apoyo que recibió la propuesta de Carmen Frei en la reciente Junta Nacional del PDC- sumando los liderazgos internos no siempre coincidentes de Yasna Provoste, Ximena Rincón y Carolina Goic – marcó más que una señal simbólica o forzada políticamente, como la que algunos adjudican a la resuelta unipersonalmente por Marco Enríquez (MEO), entre las adhesiones que viene sumando la candidatura presidencial de Gabriel Boric.
El sucinto voto político(*) traduce la opinión inmensamente mayoritaria de las huestes falangistas, con inocultables matices que la prensa oficialista se ocupó de resaltar como resistencias previas a una adhesión que ya se había concretado en el ámbito económico con la integración de connotados referentes-como Roberto Zahler y Ricardo Ffrench Davis- al trabajo programático de la candidatura de Boric.
En el citado contexto tiene relevancia resaltar fragmentos de la exposición realizada por Carmen Frei, más que elocuentes en los acentos políticos que marcan la opción asumida por el PDC a tres semanas de la votación de segunda vuelta presidencial.
“Esta definición presidencial se produce en un momento particular. Estamos en pleno debate de lo que será una nueva Constitución política para el país que permita consensuar un nuevo pacto social. Un anhelo que surge desde el mismo discurso de mi padre en el teatro Caupolicán en 1980.
Este debate se hace en un momento de extrema polarización política e incertidumbre económica.
Y, además, en un momento donde nuestros compatriotas piden, con justa razón, cambios sociales y económicos para corregir las enormes desigualdades que les afligen.
Es un momento histórico que nos exige estar a la altura.
Más allá del resultado, en lo que viene, es claro que no formaremos parte del nuevo gobierno.
Aquello no quita que hagamos todos los aportes y observaciones que creamos necesarias para resguardar la democracia, la gobernabilidad del país y su progreso. Y debemos hacerlo sin complejos.
Tenemos diferencias programáticas y será responsabilidad de Gabriel Boric convocar a acuerdos legislativos amplios para impulsar, apoyar y darle estabilidad a los cambios que el país requiere.
Camaradas, algunos dirigentes del partido han criticado mi reunión con el candidato Gabriel Boric. Me han reprochado por la prensa que por qué lo recibí en el living de mi casa, otros me han dicho que me apresuré. Otros insisten en no creer que no hice ningún pacto secreto, ni peticiones, ni concesiones.
La verdad me parece extraño que critiquen el hecho de conversar con un candidato presidencial que pide hablar con la presidenta de la Democracia Cristiana.
Es cierto, el Frente Amplio y el Partido Comunista realizaron una campaña odiosa en contra nuestra. Sin embargo, la decisión que debemos tomar debe basarse en principios, no en conflictos coyunturales.
Quiero recordar un hecho de nuestra historia.
A mi padre y a nuestro gobierno, la izquierda lo criticó con aún más fuerza. Pero en una coyuntura mucho más compleja como era la elección de 1970, ellos estuvieron a la altura de las circunstancias. Y la decisión fue unánime, apoyar la elección de Salvador Allende en el Congreso Pleno. Era en ese momento al igual que ahora un tema de principios.
Los demócratas debemos estar siempre por el diálogo, sobre todo en momentos delicados y complejos. Dialogar no es claudicar, al contrario, defender con fuerza, sin temor, sin ambigüedades la democracia y lo mejor para nuestro país. Está en nuestra esencia.
Tengo la convicción que no da lo mismo la señal política que de la Democracia Cristiana, menos cuando una de las opciones representa a la derecha fascista y totalitaria.
Para mí no da lo mismo por quién votar en diciembre.
Camaradas, Eduardo Frei Montalva, Guillermo Álvarez, José Balboa, Sonia Bustos, Hernán Castillo, Gustavo Domínguez, Tomás Domínguez, Mario Fernández, Mario Martínez, Juan Navarrete, Juan Palma, Roberto Romero, Sergio Verdugo, Juan Villaseñor, Sergio Rodríguez y Fernando Becerra no dieron su vida para que hoy algunos de los nuestros, por omisión, permitan que la derecha autoritaria nos gobierne.
Seamos claros, quienes hoy propician la libertad de acción, en los hechos, es aceptar la opción Kast.
Camaradas, pregunto:
¿Es aceptable apoyar a un candidato que está por mantener la constitución que nació en la dictadura de Pinochet?
¿Es aceptable ser indiferente cuando se propone retroceder en los derechos ganados por las mujeres?
¿Es aceptable la omisión cuando no se reconoce la primacía de los derechos humanos?
Hoy algunos han aceptado el discurso que estamos frente a la dicotomía libertad versus comunismo. Para los que no saben o no recuerdan, este es el mismo discurso que hacía la dictadura para dividir a las fuerzas que queríamos recuperar la democracia. Nada nuevo bajo el sol.
En este momento trascendental, tengo el convencimiento que no podemos ser ambiguos.
Por muchos años hemos sido tildados injustamente de ser un partido que propició el golpe militar. Esta impresión quedó grabada en la memoria colectiva nacional. No podemos permitir que una nueva falsa imagen caiga sobre los hombros de las nuevas generaciones de demócratas cristianos.
Camaradas, en esta disyuntiva, no podemos quedar en la historia política del país como el partido que facilitó, por omisión, la llegada a la presidencia de la República de la ultraderecha pinochetista.
Es la misma derecha que no reconoce la importancia del rol del Estado y que cree que sólo el mercado puede resolver los problemas sociales.
Es la misma derecha indolente e irresponsable que niega los efectos del cambio climático.
Debo y quiero ser muy enfática en esto. No hay espacios para posiciones a medias tintas cuando está en entredicho el respeto irrestricto a los derechos humanos y el valor de lademocracia en todas sus dimensiones.
Algunos resienten el mal trato dado a nuestro partido y a los gobiernos que integramos, la falta de reconocimiento a la construcción de un nuevo Chile, imperfecto, pero que avanzó notablemente reduciendo la pobreza, modernizando el país. Cometimos errores y también, algunos, cometieron horrores, pero ¿hoy qué importa más? Reparar nuestro orgullo ¿o salvar al país de una regresión social y humana?
En el Mensaje Humanista, mi padre decía que el destino del humanismo está indisolublemente ligado a la suerte de la democracia. Esta afirmación tiene plena vigencia hoy. Y es una cuestión en la que creo firmemente.
Por respeto a nuestros mártires, teniendo en el corazón el recuerdo de tantas víctimas, en representación de todos los que dieron su vida por entregarnos la democracia que tenemos, por respeto a ustedes y por la dignidad de tantas personas que esperan un mejor país, lo digo y lo repito: no podemos permitir el retroceso autoritario en Chile, ni el triunfo de los herederos políticos de Pinochet. Cada uno de nosotros debe asumir su responsabilidad ante la historia.
Hoy propongo a esta junta nacional extraordinaria, apoyar la candidatura de Gabriel Boric como testimonio que somos un partido a favor de las transformaciones sociales en paz, que promueve la democracia en todo momento y lugar y que defiende el respeto a los derechos humanos en toda época y circunstancias.
Camaradas, hoy no podemos equivocarnos.
Chile requiere que actuemos con altura de miras, con madurez, con valor, con decisión, con la convicción y con la certeza que la esperanza de Chile es el pueblo de Chile.
Actuemos en consecuencia.