Fallas en la producción y un contexto social y económico que desalienta el amamantamiento han dejado a millones de familias, en su mayoría de bajos ingresos, sin el abastecimiento suficiente de las fórmulas con que se nutre a los bebés en los primeros meses.
Emergencia nacional, otra
El miércoles de la semana pasada el presidente Joe Biden invocó la Ley de Producción para la Defensa a fin de acelerar la producción de alimentos para bebés y puso en marcha lo que la Casa Blanca denominó “Operación Vuela Fórmula” para paliar la escasez de esos compuestos.
El domingo un avión C-17 de la Fuerza Aérea, procedente de la base aérea estadounidense en Ramstein, Alemana, aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Indianápolis con su carga de más de 35 toneladas de las variedades Alfamino Infant y Alfamino Junior de la marca Nestlé. Ése fue el primer flete en un puente aéreo que incluiría en el resto de la semana envases con la fórmula Good Start Extensive, de Gerber, para completar alrededor de 1,5 millones de envases de 225 gramos cada una con las tres fórmulas que son hipoalergénicas y especiales para niños con alergia a la proteína en la leche de vaca.
La movilización de recursos militares responde a la escasez, el racionamiento y, en el caso de algunas marcas y variedades, la ausencia de estas fórmulas nutritivas para bebés como resultado de complicaciones en la cadena de suministros relacionadas con la pandemia de la Covid-19, y el cierre en febrero de la mayor planta productora de estos alimentos.
La firma Abbott Nutrition suspendió las tareas en febrero en su planta de Sturgis, Michigan, después que los inspectores de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) iniciaron una investigación debido a infecciones por bacteria en bebés que habían consumido fórmula de esa fábrica. El 16 de mayo, Abbott anunció que había llegado a un acuerdo con las autoridades federales para reabrir la planta de Sturgis en dos semanas, pero pasarán unos dos meses antes de que esté en condiciones de distribuir más productos al público.
El desabastecimiento de fórmula infantil añadió otra crisis al gobierno de Biden acosado por una inflación que se acelera, un dilema de inmigración que se agrava día a día, la recurrente pandemia de la Covid-19 y sus variantes, la controversia sobre el aborto, los retos de geopolítica desde Ucrania a Taiwán, y el constante descenso en la popularidad del presidente y su Partido Demócrata a seis meses de las elecciones de medio término.
Destetados
La Academia Estadounidense de Pediatría y la Organización Mundial de la Salud recomiendan que a los bebés se les alimente exclusivamente con la leche de sus madres al menos por seis primeros meses de su vida, y que esa alimentación, complementada con la introducción gradual de otras comidas continúe hasta al menos los dos años.
Las cifras de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), indican que el 83,9 % de los bebés se nutre de leche materna a poco de nacer, pero ya a los seis meses el destete ha avanzado y sólo el 56,7 % de los infantes sigue siendo amamantado. Al año de vida, apenas el 35 % de los infantes continúa teniendo leche materna en su dieta.
Si se considera a los bebés que se alimentan exclusivamente con leche materna, el porcentaje es de 46,3 % a los tres meses y del 25,8 % a los seis meses.
El 60 % de las madres no amamanta a sus bebés por tanto tiempo como desearían hacerlo y entre las razones que citan los CDC se cuentan los problemas con la lactancia y dificultades del bebé para prenderse del pezón, las preocupaciones por la nutrición y el peso, políticas en el empleo que dificultan el amamantamiento, normas culturales y falta de apoyo familiar, y prácticas y políticas en los hospitales que no alientan la práctica.
Desigualdades ¡qué sorpresa!
El impacto sobre las familias de la escasez de fórmulas para bebés es desparejo porque también lo es el amamantamiento en diferentes partes del país, en el ingreso hogareño y en las características de “raza y etnia”.
Los bebés que viven en áreas rurales tienen menos probabilidades de ser amamantados que los que viven en áreas urbanas. Los que residen en el sur este tienen menos probabilidades de ser amamantados a los seis meses de edad que los que viven en las costas, el Nordeste y el Noroeste. Así, por ejemplo, el 94,8 % de las madres en Oregon amamanta a sus bebés, pero sólo el 64,7 % lo hace en Mississippi.
Según los CDC, el amamantamiento llega al 92,4 % de las familias de ancestro asiático, el 85 % de las familias blancas, el 85 % de las hispanas y apenas el 75,5 % en las familias negras.
Y aquí entra el efecto de los programas sociales: los bebés en familias que califican para el programa de suplementos de nutrición para Mujeres, Infantes y Niños (WIC), es decir las de bajos ingresos, tienen menos probabilidades de ser amamantados hasta alguna altura de su vida (77,9 %) que los que califican, pero no reciben WIC (83,3 %), y los que provienen de familias, con ingresos medios y más altos y que, por lo tanto, no califican para ese beneficio social (91,6 %).
Las madres en situaciones familiares más acomodadas son más propensas a amamantar a sus bebés porque tienen empleos que ofrecen más licencia por maternidad, o que permiten el trabajo remoto. En cambio, las mujeres que deben concurrir a los sitios de trabajo, empleadas en limpieza, cuidado de pacientes y ancianos, personal en las grandes tiendas y que cuentan con menos respaldo familiar, abandonan pronto el amamantamiento si es que lo inician.
Una encuesta de la Sociedad para la Gestión de Recursos Humanos encontró que apenas el 51 % de las empresas y sitios de trabajo ofrecen programas que apoyan la lactancia en el sitio de labor, ya sea con permisos de tiempo para amamantar, o sitios con privacidad para que la madre extraiga la leche con regularidad.
En una entrevista con la plataforma independiente 19th News, Carla Cevasco, profesora de Estudios Estadounidenses en la Universidad Rutgers, en New Jersey, recordó que antes de la aparición a mediados del siglo XX en el mercado de las “fórmulas para bebé”, si por alguna razón un bebé no era amamantado, las familias recurrían a una nodriza, una opción asequible sólo para las familias más acaudaladas.
“Esas desigualdades raciales y de clase persisten”, añadió Cevasco. “Las mujeres de color tienen menos probabilidades de contar con licencia por maternidad y por lo tanto no amamantan tanto como las mujeres blancas más afortunadas. Eso significa que las trabajadoras, las pobres dependen del suministro de fórmula”.
Muchas mujeres en Estados Unidos deben retornar al empleo a las dos semanas después del parto y “las mismas mujeres que más necesitan el suministro de fórmula, lo necesitan porque el resto de la sociedad está acomodado en su contra”, agregó la profesora. “Decirles: ‘sencillo, amamántalo’, ignora las realidades sociales y económicas que encaran las mujeres de minorías”.