Caminar en silencio. Sobre despedidas y tiempos de espera. Por Andrea Ceardi

por La Nueva Mirada

Don’t walk away, in silence, es la letra con que comienza la canción Atmosphere de Joy División, lanzada en 1980, poco después del suicidio de su vocalista Ian Curtis, tempranamente a sus 23 años.

Walk in silence,
Don’t walk away, in silence (…)
Your confusion,
My illusion,
Worn like a mask of self-hate,
Confronts and then dies.
Don’t walk away.
Walk in silence / Don’t walk away, in silence,


La lucidez de Curtis está precisamente en la afirmación del dolor, del fracaso y de la muerte como parte de la vida, incluso el amor es parte de este desencuentro inevitable con las pérdidas, idea que terminó siendo su epitafio “Love will tear us apart”. Fue esa misma lucidez la que paradójicamente le hizo insostenible poder seguir viviendo librado a las antípodas de lo incalculable sin avizorar de cerca un horizonte que limite el sufrimiento.

Ian Curtis

Ayer hablábamos con un amigo respecto a esta canción, sobre su revuelta íntima con la idea de caminar en silencio, no te vayas en silencio. Desde su sentido etimológico, la revuelta como volvere, volta, revolvere, implica encontrarse en un movimiento de retorno, de vuelta hacia atrás. Kristeva decía a propósito de este sentido de la revuelta, que la interpretación es una rebeldía: quién desee saber sobre sí mismo debe retar sus formas cotidianas de conocer, esto es, estar siempre en disposición para el cambio, para el movimiento.

Julia Kristeva

Esta canción nos habla de un término, una despedida convertida en balada que señala una posible ausencia, la presentificación del final de algo que no quieres que termine mientras la vida se asoma comenzando de nuevo: Caminas en silencio/ No te vayas, en silencio / Mira el peligro, siempre peligro/ Conversaciones sin fin/ La vida comenzando de nuevo /No te vayas.

La anticipación de la ausencia del otro amado nos deja subsumidos en las encrucijadas del tiempo. Más que la despedida de besos y caricias duele la falta de enunciación que sostiene la temporalidad. En tanto el sujeto amante espera la enunciación de un decir que habrá de producirse en un tiempo por siempre diferido y que quizás jamás se proferirá. Es esta ausencia de decir, la que lanza al sujeto, lo moviliza, ¿no es acaso el caminar en silencio un re-volver el pasado para hacer habitable el presente?¿no son acaso los movimientos semánticos un ejercicio de volver sobre lo mismo y descentrar categorías que nos permitan reconocernos? Re-volver el pasado implica preguntarse, en busca de un conocimiento constante de la continuidad de lo que somos.

Las despedidas nos enfrentan no sólo a un otro que ya no es más una prolongación de mi sino a mi propio desconocimiento respecto de lo que he sido. Este malentendido promete la apertura a nuevos recorridos que nos liberan de la preocupación por los demás, instante en que nos volvemos realmente un autor de nuestra soledad. Nos abrimos al mundo y el mundo se nos abre y el tiempo está suspendido, no tiene ayer ni mañana, y sólo queda abrazar a nuestras ensoñaciones solitarias.

Pero para que aparezcan algo de estas ensoñaciones, es preciso sortear la gélida mañana de un día de invierno. El tiempo y las estaciones no son igual para los amantes, siempre hay uno que demandará y condenará a ese otro quien ahora se ha vuelto un extraño tan clasificable en su diferencia común a la otra gente, al no yo, al que al parecer todo se le hace más fácil o al que su entrega fue embustera o más bien a la ligera: Tu confusión, mi ilusión/ vestida como una máscara de odio hacia ti mismo/ te hace frente, y luego se muere./No te vayas. La gente como tú lo encuentra fácil./No lo pueden ver.

Vuelvo a escuchar la letra de esta canción y es la atopía del amor, de los sueños, deseos y aspiraciones, recordándonos que el amor está más cerca del desfase con el tiempo y los lugares que con lo previsible. Este desfase con el tiempo y con los lugares, implica que la revuelta o el tránsito al pasado del que hablaba anteriormente, no está lejos del arbitrio de una memoria caprichosa y la condena hacia al olvido.

Eduardo Anguita

Recuerdo los versos de Eduardo Anguita, precisamente porque remiten a esa temporalidad que vuelve al amante y el amado más ajeno ¿A quién amé? ¿A ti en otro lugar?/ ¿O bien a otra mujer, pero aquí?/Aquella a quien beso aquí ahora/, si cambia el lugar, ¿es la misma persona?/O cambia el tiempo, ¿la persona es la misma?/O cambia el tiempo, ¿es el mismo lugar? (…) Amada, ya amada, llamada./ Venida, ven ida./Amante, ama antes,/ Bésame después./ Y dime con la cara vuelta: /Amor, te esperaré ayer.

Pareciera ser que la vida es un flujo continuo de despedidas y esperas que se dirigen hacia la nada, pero ¿hay tiempo para esperar en un mundo escaso de tiempo? Retomo el tema de la temporalidad y pienso en las estaciones del tiempo.

Byung Chul Han, en su libro Loa a la tierra, comparte algunas reflexiones sobre su tiempo cultivando el jardín. Nos dirá que el tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo en específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen un sentido del tiempo totalmente distinto.

Para Chul Han, la espera incierta , la paciencia necesaria , el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo. ¿Puede ser esta una analogía para los tiempos que devienen en la temporalidad amorosa? El tiempo, nos permite aproximarnos a explorar el cómo me involucro con las cosas y las formas en que estoy siendo en el mundo es lo que me permite experimentar el tiempo. La memoria no es un espejo del pasado, sino que los altera, los desplaza, los modifica. Por algo el tiempo de los sujetos puede tener estaciones, pero esas estaciones obligan a pensarlos en relación a su temporalidad y singularidad.

Existe una temporalidad subjetiva que permite sostener la singular relación que se establece con el tiempo durante la espera: la espera del retorno del ser amado no es del mismo tipo de la espera a que algún nuevo acontecimiento calme la tormenta, ni menos se relaciona con la espera de la sumisión completa del hacerse esperar. Siendo esta última la que constata la sujeción del amante al amado que se adueña de su tiempo y en la que la angustia y el temor lo sumen en la perplejidad y lo fuerzan a una entrega pasiva al destino. Si el camino en silencio se toma como un tiempo de espera, que este sea precisamente el tiempo de la revuelta íntima, de volver al pasado para que emerja en forma de futuro, alguna ensoñación de un futuro posible …porque incluso a pesar del frío y la helada persistente, hay flores que mantienen su floración.

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