Carmen Pérez Meyer ha destacado por muchos años como artista plástica. Desde allí incursionó en la novela, pues tal como sucede en la pintura, los personajes y los acontecimientos se van delineando espontáneamente. Van apareciendo sobre la tela (el papel) y la historia toma forma hasta que detrás de las primeras pinceladas surge la obra definitiva.
Carmen Pérez Meyer ha publicado una nueva novela, y al referirme a ella debo aludir tanto a la autora como a la obra literaria misma, pues de cierto modo se expresan con una coherencia vital.
Pérez Meyer ha destacado por muchos años como artista plástica. Desde allí incursionó en la novela, pues tal como sucede en la pintura, los personajes y los acontecimientos se van delineando espontáneamente. Van apareciendo sobre la tela (el papel) y la historia toma forma hasta que detrás de las primeras pinceladas surge la obra definitiva.
A diferencia de muchas novelas de las últimas décadas, ésta no tiene nada de autobiográfico. La autora ha captado una realidad que transcurre en su entorno: cuando viaja a Rapa Nui descubre las tantas historias que van quedando adheridas a la energía de ese lugar mágico, protegidas y cuidadas por esas enormes figuras de piedra, centinelas de los amores, las guerras, los dolores, las esperanzas, de todos cuantos circulan en su entorno.
Se sienta a escuchar a los sabios y con su mirada que capta todos los detalles y su sensibilidad para descubrir lo que a otros ojos permanece oculto, Carmen Pérez descarga a través de sus manos las historias secretas que solo personas muy especiales pueden descubrir.
Cuando comencé a leer la novela me pregunté: ¿dónde está la autora? Al terminar me di cuenta de que la autora estaba sentada con los Moai mirando desde la altura y el mar a los personajes que deambulaban por las playas, las construcciones y los paisajes.
Un manejo notable del diálogo que evidencia una conexión psicológica con cada personaje más allá de prototipos es quizás uno de los magníficos aportes de la novela, que muestra a través de los protagonistas el encuentro de culturas, tradiciones, religiones, ideologías, personalidades y los paisajes más hermosos que es posible imaginar.
El relato es veraz, sin más truculencias que las que la realidad nos aporta día a día, manifestando los vaivenes del amor, los ánimos, los miedos, los dolores y las vergüenzas, el deseo y la venganza.
Se desplazan por las páginas los científicos, los gitanos (y una gitana en particular), los habitantes de Rapa Nui, los funcionarios, los amigos y enemigos, todo en disposición de revelar los secretos que explican el desarrollo de una trama de misterios, pasiones, venganzas y traiciones, amor con todos sus ingredientes de esperanza y desesperanza, de incomprensiones, desencuentros y retornos.
A ratos nos recuerda la novela española moderna, donde autores y autoras logran combinaciones fuertes en las que circulan todos estos elementos recién mencionados, con la historia, la geografía y acontecimientos reales.
Es una obra que mantiene la atención de lector y cautiva en medio de conversaciones en las que se es un participante más.
La última pincelada de la artista pone el sello a un trabajo literario consolidado, en la ya tercera novela de Carmen Pérez Meyer, fijando estilos y constituyendo un aporte en el panorama literario de nuestro país.