“Antofagasta hace mucho tiempo que dejó de ser sociedad. Hoy sólo es mercado (minero): cultura de consumo impulsadas por las grandes ganancias y bonos de producción de la minería privada (y pública), segregación territorial (económica), un sentimiento antipolítico y uno aspiracional espantoso”. El sociólogo César Trabucco, se equivoca. Se quedó corto en su certero análisis. Es Chile, quien marcha riesgosamente a ser no más que un gran Súper Mercado. Que la futura Constitución, el pueblo ciudadano y los nuevos líderes nos libren. Amén.
Nuestro autor menciona que esta realidad, es parte de la “sociología del minero”. Ha desaparecido la solidaridad. Gana la ostentosidad individual. No menciona estudios que hablan de un alto porcentaje de rupturas familiares y abuso de alcohol y drogas. La “cultura minera” es aun fuertemente machista. Personas trabajadoras me relataron alguna vez, que “tratan a las mujeres como si fueran capataces”. Hoy la población tendría un sentimiento muy fuerte contra la inmigración. Familias de tradición minera y esfuerzo. De vida en campamentos y turnos permanentes. De educación y profesionales. Antofagasta está llena de colegios privados y públicos. Y moles. Empresas de casinos y juegos de azar. Y Pymes de servicios. Cinco universidades (tres estatales). Tres Centros Técnicos y tres institutos profesionales. Y muchas empresas de colegios privados y públicos.
Es un modo vital de existencia.
“Yo vengo del norte y mi abuelo fue minero. Hay que entender la lógica de trabajo, lo que significa hacer trabajos en turnos (…) Mi propio marido ha tenido que participar en obras donde las familias se separan mucho. Hay varios aspectos que son difíciles de vivir (…) en un rubro que es vital (la minería para Chile)”. (Izkia Ziches, jefa del comendo de Boric.)
Amor y familia. Educación, trabajo y dinero constituyen la esencia de Antofagasta y, de nuestro país.
Un taxista (que suelen ser los mejores sociólogos), hace años, me habló de “jalama”, “falopilla” y “antofapasta”. Consumo de drogas y alcohol que parecen no desaparecer. En una presentación sobre el bullying, producto de la integración de hijos e hijas de los profesionales con los de trabajadores y técnicos en minería, los alumnos mencionaron que acosaban a los morenos. Ante mi sorpresa, frente al color oscuro general de los rostros permeados y curtidos por sol, me explicaron que era contra “los más negros”. En otra ocasión, hablando del consumo de drogas, mencionaron como causa la llegada de “los colombianos”. Cuando se habló de las desintegraciones familiares, sus respuestas apuntaron a “las colombianas”. Xenofobia, racismo. Machismo y violencia. Poesía y escritura. Historia de obreros, negocios y muerte. De cobre y salitre. De Chile. Antofagasta es Chile, y Chile es Antofagasta.
“Pequeña perla del viento, el ojo de la gaviota podría ser una gota de firmamento” escribió el poeta del Norte Grande, Andrés Sabella, Premio Nacional de Literatura. El intenso poeta de la “nortindad”, rebosante de riquezas materiales y espirituales.
En cada lugar con su identidad, vive a su manera Chile completo. Cada uno de nosotros y nosotras, somos también y a la vez, los otros y las otras. Todas las personas entrelazadas indisolublemente. Un solo todo lanzado hacia el bien común.
Ética, cultura e historia.
Somos la materia pesada que “curva nuestra espalda” sujeta por levedad del espíritu.
Somos productos de nuestra historia, pero no esclavos de la historia.
Llegó la hora del cambio. Sí, un cambio transformacional (con algo, un pequeño delta, de “mesiánico”).
Es la hora de una nueva síntesis creativa y abierta que permita un nuevo renacimiento comunitario lleno de dignidad y justicia. Un cambio integrado, pacífico y solidario.
No necesitamos ni deseamos llegar a ser sólo un gran Súper Mercado donde el que tiene más, vale más.
Los cambios no pueden esperar.
No pueden esperar más los jubilados ni las jubiladas con una pensión indigna.
Las víctimas de la violencia y la delincuencia.
Las personas marginadas y descartadas.
Las personas que viven en campamentos.
Las personas violentadas en sus derechos humanos.
Las personas que no tienen un derecho a la salud y a una educación justa y digna.
Las mujeres violentadas.
Los niños maltratados.
La destrucción del medio ambiente.
La destrucción de la familia.
La destrucción de la vida.
Las personas ya no pueden esperar más.
Chile, ya no puede esperar más.