Desde hace algo más de un año que el país cambió radicalmente. Dijo adiós al oasis del que solía jactarse el Presidente Sebastián Piñera y su gobierno, antes de tornarse una administración política suntuaria y constante blanco de toda crítica con el estallido social.
Desde hace más de doce meses que la ciudad exhibe sus miserias, sus deudas civilizatorias y el arrase en la zona de conexión de sus principales avenidas Providencia y Alameda, que la recorren de oriente a poniente. La Plaza Baquedano -rebautizada en redes sociales como “de la Dignidad”- y la estatua del general que le da su nombre son íconos permanentes de este profundo quiebre de Chile y de su capital. Una zona que pandemia mediante, sigue asistiendo a manifestaciones pacíficas y/o violentas para recordarnos el trauma de un modelo de desarrollo donde la riqueza de unos pocos no benefició a todos, como se preguntaba el filósofo Zigmunt Bauman en uno de sus últimos ensayos.
Desde hace más de doce meses que la ciudad exhibe sus miserias, sus deudas civilizatorias y el arrase en la zona de conexión de sus principales avenidas Providencia y Alameda, que la recorren de oriente a poniente.
Administrar la paliza
Que ocho de cada diez sufragantes en el plebiscito constitucional del 25 de octubre pasado hayan votado apruebo y convención 100% electa sin parlamentarios es un hecho político rotundo.
Que en solo el 1,4% de las 346 comunas del territorio nacional haya triunfado el Rechazo, es decir solo 5 versus 341 en que ganó el Apruebo, consagra una victoria abrumadora de quienes quieren cambiar la constitución. Solo en las tres comunas de mayor concentración económica -y barrios preferidos de las élites para residir al estándar de Noruega, Suecia o Dinamarca- la negativa a los cambios tuvo la adhesión de dos de cada tres personas. Algo más que un dato estadístico por archivar.
Solo en las tres comunas de mayor concentración económica -y barrios preferidos de las élites para residir al estándar de Noruega, Suecia o Dinamarca- la negativa a los cambios tuvo la adhesión de dos de cada tres personas. Algo más que un dato estadístico por archivar.
La concentración de la riqueza y la profunda desigualdad remiten a una plutocracia consagrada en la Constitución de 1980 donde tácitamente el 1% más rico domina y controla absolutamente todo a su alrededor. Pero lo hace casi sin relacionarse ni mirar al 99% restante, pero necesitando de ellos.
Un espacio de poder simbólico y de dominación que se acostumbró a jugar solo y para sí, escudándose en que la regla del chorreo siempre opera cuando existe crecimiento económico. La misma regla que reventó el 18 de octubre del 2019 y que vista a ojos del fallecido Premio Nobel alternativo de economía, Manfred Max-Neef, es solo la falacia de un sistema de rentablidad y explotación de recursos, en donde los pobres son un muy buen negocio.
Un espacio de poder simbólico y de dominación que se acostumbró a jugar solo y para sí, escudándose en que la regla del chorreo siempre opera cuando existe crecimiento económico.
El problema ahora –visto desde los espacios de poder- es cómo administrar la señal expresada en el plebiscito. Porque a ojos de dirigentes y panelistas televisivos oficialistas, no es hora de exacerbar divisiones ni de hablar de derrotas o victorias, sino de buscar la unidad nacional para rechazar la violencia y retomar la senda de progreso. Una argumentación coherente con su adn ideológico que se asienta en ese concepto para demonizar cualquier tensión derivada de demandas sociales que quieran reformar las reglas del juego institucional vigente.
Una argumentación coherente con su adn ideológico que se asienta en ese concepto para demonizar cualquier tensión derivada de demandas sociales que quieran reformar las reglas del juego institucional vigente.
Victoria, esperanza e incertidumbre
Que el Apruebo congregara a segmentos de la UDI, RN, Evópoli, además del pleno de la exconcertación hasta todo el arco de la izquierda es reflejo de un nuevo tipo de concordancias posibles cuando lo que se busca es construir un nuevo futuro institucional.
La democracia tensionada en su victoria por la apabullante diferencia reporta el desafío de cómo relacionarse con los derrotados. Que solo dos personas de cada diez no quisieran una nueva Constitución deja a los partidos jugados por esta opción en una condición de alto riesgo al momento de la futura elección de los constituyentes. Alcanzar la regla de los 2/3 que se acordó como resguardo para la aprobación de todas las materias que se incluyan en el nuevo texto podría estar al alcance de la mano de la oposición. Y ese es el principal factor de miedo en el mundo empresarial, que ordena el discurso oficialista.
La democracia tensionada en su victoria por la apabullante diferencia reporta el desafío de cómo relacionarse con los derrotados.
Chile no le creyó por segunda vez a las fake news sobre Chilezuela, ni tampoco al discurso del miedo a la protesta violenta. Especialmente por lo burdo que resulta reducir solo a violencia el malestar social asentado en décadas de precarización laboral y sueldos bajos; consumo a costa de sobreendeudamiento; mercantilización de la salud, la previsión con pensiones de miseria y la educación primaria, secundaria y superior.
Chile no le creyó por segunda vez a las fake news sobre Chilezuela, ni tampoco al discurso del miedo a la protesta violenta.
La acción de pequeños piquetes anarcos y pirómanos en el sector de Plaza Italia no bastaron para anular la objetivación de la promesa incumplida de ascenso económico y de desarrollo frustrado con el pacto social de la transición. Y siendo rigurosos, el deterioro de la convivencia social y de la cohesión no es un fenómeno unidireccional o fruto del voluntarismo de agentes externos interesados en sembrar el caos y desestabilizar al Gobierno. Tampoco la acción de grupos de lumpen narco y marginal, que quiere destruirlo todo a cambio de nada, y por el puro interés de dañar al resto.
Las sociedades contemporáneas deben aprender a administrarse desde las crisis constantes, cada vez más complejas y multidimensionales. Procesos donde la política debe superar sus propios sesgos de clase, como hasta hace un año se instaba a la población a comprar flores para ser galantes aprovechando que el ipc subía, pero esos productos bajaban. O que la gente va a los Cesfam a hacer vida social, o que no es violar derechos humanos que tras el estallido hayan muerto cerca de 35 personas en incidentes, otro medio millar perdiera un ojo por impacto de balines de Carabineros y que otras dos personas perdieran completamente la vista.
Las sociedades contemporáneas deben aprender a administrarse desde las crisis constantes, cada vez más complejas y multidimensionales.
Ya no basta que el Boston Consulting Group mida la riqueza privada en Chile como factor de éxito del modelo y proyecte que al 2023 se incremente a 700 mil millones de dólares, como se divulgaba pre estallido social. Tampoco que 140 chilenos mayores de 18 años acumulen un patrimonio cercano a los 90 mil millones de dólares o que el 0,2% de la población adulta acumule fortunas por tres veces el presupuesto público nacional. Y menos aún, que como constaba en el estudio de la Universidad de Chile del año 2013, La “Parte del León”: Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso en Chile, que el 0,01% más rico de nuestros ciudadanos tengan un ingreso mensual per cápita en sus familias equivalente a 960 mil dólares mensuales.
Tampoco que 140 chilenos mayores de 18 años acumulen un patrimonio cercano a los 90 mil millones de dólares o que el 0,2% de la población adulta acumule fortunas por tres veces el presupuesto público nacional.
Desde el 25 de octubre pasado algo de ese Chile dejó de hacerle sentido a 8 de cada diez chilenos. Así es la democracia; una fractura expuesta…
Desde el 25 de octubre pasado algo de ese Chile dejó de hacerle sentido a 8 de cada diez chilenos. Así es la democracia; una fractura expuesta…