Por Marcelo Contreras N.
No tan sólo los sectores más duros de la derecha, incluidos los dirigentes de la UDI y Renovación Nacional, sufrieron una regresión o regreso al 11 de septiembre de 1973, cuando celebraron con champaña el golpe de Estado, el suicidio de Salvador Allende y el bombardeo a la Moneda (un síndrome recurrente en la derecha en estas fechas emblemáticas).
Lo más notable fue la regresión del Presidente Sebastián Piñera- el mismo que votó por la opción No en el plebiscito de 1988 y que en su anterior mandato se refirió a los llamados “cómplices pasivos” de las violaciones a los derechos humanos- y que escogiera el marco de la sencilla ceremonia organizada con sus colaboradores en el Palacio de la Moneda para conmemorar el 11 de septiembre, aprovechando de entregar una sesgada versión de la historia reciente. El llamado “contexto”, que ayudaría a “explicar” (sino a justificar) el golpe de Estado de 1973 y todas sus implicancias posteriores.
“El 11 de septiembre de 1973, nuestra democracia no murió de muerte súbita y sorpresiva- afirmó el mandatario- todos sabemos que venía muy enferma y desde hacía mucho tiempo” aseveró. “En 1973 nuestra democracia estaba enferma de odio, de violencia, de descalificaciones, de intolerancia, de sectarismo, y eso lo sabemos todos. Algunos sectores habían validado la violencia como un instrumento legítimo en la lucha por la conquista del poder”.
En la sesgada interpretación de las historia que hace el Jefe del Estado se endosan todas las responsabilidades por el quiebre democrático de 1973 en la izquierda y el gobierno presidio por Salvador Allende, omitiendo las innegables responsabilidades tanto de la derecha y los poderes fácticos, como de las FF.AA. y el propio gobierno norteamericano, para desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular y culminar con el golpe de Estado de 1973.
En una reciente columna de opinión Gonzalo Rojas se refiere al derecho de rebelión en contra de un gobierno como el de Salvador Allende, que habría devenido en una “ilegitimidad de ejercicio”, legitimando el derecho de rebelión que primero se habría ejercido a través de una “resistencia civil” para luego acudir al auxilio de las FF. AA. para liberarse de una tiranía (¿). De una manera un tanto torcida Gonzalo Rojas asume las responsabilidades que le caben a su sector.
La única forma de “no quedar atrapados en la historia” como propone el Jefe del Estado, es que todos los sectores- derecha, centro e izquierda- asuman las responsabilidades que le caben por el quiebre democrático de 1973, en donde no hay “blancas palomas” o víctimas y victimarios.
Que todos los sectores reafirmen que ninguna explicación del contexto, bastante más complejas y sofisticadas que las reseñadas por el Presidente el 11 de septiembre, justifican las masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos y que el país aún carga con una pesada deuda en materia de verdad, justicia y reparación, pese a los innegables avances en esta materia. En especial los autores, cómplices y encubridores de estos hechos.
Y tan importante como lo anterior es que el conjunto de los actores reafirmen su compromiso de que no repetiremos esa tragedia en la cual todos, cual más cual menos, debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad.