¿Democracia y tradición republicana? Por Fernando Ávila I.

por La Nueva Mirada

Daniel Mansuy, en columna de El Mercurio (27-6-2021) señala que “Nuestro proceso constituyente se encuentra en medio de esta voluntad hegemónica del PC. Si nada es más relevante que cuidar los equilibrios y evitar los conflictos innecesarios, la intención del PC es exactamente contraria : el partido ve acá una oportunidad histórica, y no querrá desaprovecharla”.

Agrega : “Su interés no reside en el éxito de un proceso al que nunca ha adherido, sino en agudizar al máximo las contradicciones, atribuirse el monopolio de la crisis social y esperar que el río revuelto los favorezca. Nada de eso es muy compatible ni con la democracia ni con nuestra tradición republicana, pero qué va : esa no ha sido nunca su preocupación”.

Sin perjuicio que a comienzos de los 80 el PC haya optado por la llamada Política de Rebelión Popular de Masas, una estrategia a contrapelo de la política desde su fundación y el abandono en los hechos de la política de frente amplio anti- fascista, proclamada inmediatamente después del golpe de Estado de 1973. Luego se demostraría que la Rebelión Popular no conduciría a la derrota ni el fin de la dictadura.

González Videla y la Ley Maldita

Con todo, los dichos de Mansuy, como tampoco su conclusión final se compadecen para nada con otros diversos y relevantes acontecimientos históricos. En efecto, el columnista mercurial parece olvidar que, Ley Maldita mediante, el PC fue declarado proscrito en 1948 sin que hubiera de su parte ninguna conducta política que pudiera calificarse de antidemocrática. Pese a ello la ley se derogó solo diez años después, en 1958

De igual modo es abusivo, a lo menos, atribuir al PC la búsqueda de “conflictos innecesarios”, en circunstancias que en “nuestra tradición republicana” tenemos, entre otras alteraciones al orden democrático,  la amenaza cuartelera del General Roberto Viaux y, en especial, el asesinato del General René Schneider, perpetrado por terroristas de derecha. Ambos hechos ocurrieron antes de la asunción del Presidente Salvador Allende.

Luis Corvalán y Salvador Allende

Ni qué decir de la “incompatibilidad” con la democracia y “nuestra tradición republicana”: la instalación de la dictadura con el golpe de estado de 1973 y su secuela de 17 años de violaciones a los derechos humanos; proscripción de los partidos de izquierda, “receso” forzado  de otros partidos democráticos; persecución a las organizaciones sindicales; asesinatos, encarcelamientos, detenciones y desapariciones, relegaciones y exilio de dirigentes de los partidos de izquierda, en especial comunistas y socialistas; asesinatos fuera de nuestras fronteras, entre otros, del General Carlos Prats y de Orlando Letelier.

Entonces afirmar que la actual política del PC no es compatible con la democracia y su tradición es una falsedad. Otra cosa es que, desde el punto de vista de avanzar sostenidamente en la democratización de nuestra sociedad, y sin riesgo de regresiones refractarias, se requiera una amplia unidad de todos los sectores democráticos y populares, de centro y de izquierda.

En cualquier caso, en esta coyuntura nacional , el PC toma distancia discursiva de aquella tendencia histórica aludida, con una fraseología más próxima a posiciones ultraizquierdistas que, en su tiempo, proclamaron el “avanzar sin transar”.

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